lunes, 27 de enero de 2014

Fic "Te he echado de menos" TORG Capitulo XXV



Capitulo XXV
—Estoy deseando que los gordos nazcan Rav, espero que hoy en la consulta te digan la fecha aproximada para el parto. —Tom besó la mejilla de Raven y le acarició el vientre. — Llámenme a lo que salgan, yo estaré aquí hasta las cinco. Iré a buscar a Moritz a las cinco y media y nos vemos en casa.
—Claro que sí mi monito. —sonrió ella abrazándolo fuerte. — te quiero muchísimo.
—Yo a ti dulzura.
—Tom, cuando vayas a cerrar la puerta, procura que el cerrojo quede bien. Voy a tener que llamar a alguien  para que revise las cerraduras, están fallando.
—Claro Gus, cerrare bien, lo prometo.
—Esta bien, nos iremos.
Gustav y Raven salieron del local tomados de la mano. Él sonrió al verlos irse porque le hacía mucha ilusión verlos tan felices.
La tarde transcurría bien.  Un cliente entraba, hacia su pedido y se iba, entraban parejas de enamorados, se sentaban a tomar un café y luego se iban.
Tom  miró el reloj de pared y se dio cuenta que ya iban a ser las cinco en punto de la tarde, le dijo al personal que ya debían retirarse y se quedó solo subiendo las sillas a las mesas. Le quedaban veinticinco minutos para llegar puntual a buscar a su pequeño gordito.
Tenía los minutos contados. Cuando terminó de subir la ultima silla, escuchó el sonido de las campanitas de la puerta anunciando que alguien había entrado.
—Disculpe, ya cerramos y…
Las palabras se detuvieron en su boca. Era Georg.
«Vaya, hasta que decide aparecer»
—No puedo hablar contigo, tengo que hacer algunas cosas y yo…
Los labios de Georg cubrieron los suyos haciéndolo quedar con los ojos abiertos por la sorpresa. Sus… sus labios. Oh buen Dios. Trató de apartarlo, trató con todas sus jodidas (pero inútiles) fuerzas de apartarlo pero Georg ejercía una presión muy fuerte en su nuca y cuerpo. No le quedó de otra más que rendirse a esos labios prohibidos y tan deliciosos. Además tampoco era que quería separarse, se sintió en el cielo, Georg lo haría volar.
Y voló.
El tiempo se detuvo en ese justo momento. Evitó pensar en otra cosa más que en esos brazos que lo apretaban fuerte y se relajó, le rodeó el cuello con los brazos y se dejó llevar por él castaño.
¿Cuánto tiempo tenía que no le besaban? Le encantaba el sabor de la saliva de Georg, era una mezcla de sus sabores preferidos, joder, iba a tener una erección.
Su cuerpo entero estaba reaccionando a aquel movimiento de labios, al rose de sus cuerpos, a las caricias que le propinaba el mayor, a todo.
Georg se detuvo un segundo para respirar y aprovechó que Tom tenía la boca abierta para introducir su lengua y explorar hasta el más pequeño lugar de la boca del moreno.
Buen Dios, le estaba dando vueltas la cabeza.
No supieron cuanto tiempo pasó hasta que Georg rompió con el beso y pegó su frente a la de él.
—Déjame decirte todas las cosas que necesito.
Tom estaba jadeando, abrió sus ojos y al caer en la realidad, lo único que se le ocurrió hacer fue darle una cachetada con fuerza.
—Perdóname Tom.
— ¡¿Qué te perdone dices?! ¡¿Cómo demonios quieres que te perdone todo el daño que me hiciste?! —gritó enojado. Por el beso, por el daño provocado, por todo. La adrenalina subía por su cuerpo.
—Sé que fui un estúpido…
— ¿Estúpido? No Georg, no fuiste un estúpido, fuiste un idiota, desgraciado, poco hombre, hijo de puta, chupa pollas, cobarde y pare de contar, que lo único que hizo desde el principió fue jugar con los sentimientos de un pobre idiota que le amó con todo lo que podía. Que se entregó en cuerpo y alma, aún cuando sabía que esa relación no iba a llegar a ninguna parte. —se quebró por dentro, pero evitó soltar las lagrimas que ya no podía contener, estaba enojado consigo mismo, estaba enojado con Georg y aceptando que había sido un idiota también.
Georg le miraba tratando de calmarlo pero sería mejor que lo dejara descargarse.
—Lo sé Tom… yo lo sé pero si me dejaras explicártelo…
— ¿Lo sabes? —gritó. —No sabes nada, no sabes lo que fue tener el corazón destrozado y tener un…—pensó en Moritz y se detuvo mirando el reloj en la pared. Se pasó media hora peleando y no se dio cuenta que casi iban a ser las seis de la tarde —Mierda, ¡Moritz! Debes salir ¡ahora!
— ¿Qué pasa con tu hijo?
—Son más de las cinco y media, se suponía que debía ir por él a esa hora ¡Joder! Es tu culpa. —se apresuró a coger su abrigo y caminar a la puerta. —sal ya por favor.
Georg le hizo caso y salió quedándose a su lado, mirando como con nerviosismo Tom cerraba la puerta.
Una vez que Tom cerró la puerta, se acercó a la parada de taxis. Intento de todas las maneras que un taxi se detuviera frente a él pero nada ocurría.
Joder.
Maldita sea, joder.
—Yo te llevo Tom. —se ofreció Georg.
Tom volteó a mirarlo enojado y pensó en decirle un rotundo NO muy grande, pero no se podía dar el lujo ya que Moritz estaba solo con sus maestras.
Triple joder.
—Acepto solamente porque necesito llegar rápido y los estúpidos taxis se han dado la gran bomba de no detenerse.
—Estas pasando mucho tiempo con Raven, hablas como ella. —se rió viendo el rostro enojado de Tom, se veía lindo enojado.
El moreno le fulminó con la mirada. — Vamos antes de que me arrepienta.
El castaño asintió y buscó su auto. Era una Tahoe en color negro último modelo. Tom se preguntó en ese momento si Georg era aún mantenido por sus padres, sería el colmo.
Se subió  a regañadientes manteniéndose en silencio por todo el camino hasta llegar al kínder donde dejaba todas las mañanas a su niño.
—Gracias por traerme. —dijo de mala gana y se bajó cerrando la puerta. Quería tirarla pero eso sería de mala leche y no era ningún niño chiquito.
Al llegar al salón de Moritz, vio a su niño sentadito muy tranquilo, coloreando al lado de una de las auxiliares de preescolar. Su maestra ya no estaba.
—Oh mi niño. —dijo entrando.
Moritz alzó su cabecita castaña sonriendo, se levantó y corrió. Tom tenía los brazos abiertos para recibirlo.
—Ven aquí mi niño.
Pero el niño tomó otro rumbo, le pasó por un lado a su padre y se guindó de la pierna de Georg riendo.
—Hola Giog, viniste aquí con mi papi. —cerró sus ojitos feliz.
Tom abrió sus ojos desmesuradamente, no le daba crédito a lo que acababa de hacer moritz. Georg se inclinó y lo cogió en brazos dándole un tierno beso en la mejilla.
— ¿Cómo estás campeón?
—Bien, feliz de que vinieras con mi papi a recogerme. —susurró al oído de Georg. — como cuando a mis amiguitos los vienen a buscar su mami y su papi.
El moreno tragó fuerte, acomodó su camisa y miró a Georg cargando a Moritz.
Demonios, tenía que decirle que Moritz era su hijo.
—Moritz esperó pacientemente hasta que usted llegará señor Kaulitz, por cierto, debo informarle que Moritz fue escogido para una obra de teatro llamada la ratita presumida él es uno la ratita presumida — miró al niño platicando con Georg. —   y debe memorizar estas palabras. —la auxiliar le dio un papel con un pequeño párrafo. — es para el diez de febrero. —sonrió.
Tom asintió volviendo a colocar la mirada en Georg y Moritz.
Moritz le picaba la nariz a Georg y él le picaba los cachetes.
Estaban de fotos, sí señor.
—Papi, tómanos una selfie.
El padre alzó la ceja mirándolo con extrañeza.
— ¿Cómo dijiste Moritz?
—Una selfie papi, Lupita se toma muchas conmigo y dice: “Esta foto selfie es para instagram gordito, seremos sensación” y el tío Gustav también le dice a la tía Raven que se tomen muchas selfie.
—Oh mi Dios, debó alejarte de esos dos. —se rió un poco y sacó su celular. —sonreíd.
Moritz hizo una señal de paz & amor mientras sonreía amplio y Georg lo abrazó un poco más sonriendo de la misma manera que el niño.
No había ninguna duda, hasta en la sonrisa eran parecidos.
— ¿Nos vamos? —preguntó Georg con una enorme sonrisa en el rostro.
—Sí.
Tom salió primero en silencio, no sabía que decir.
 Lo mismo fue cuando llegaron al frente del edificio donde vivía. No tenía ni la más remota idea de que decir en ese preciso momento. Las palabras que diría no iban a ser buenas así que decidió callar.
— ¿No vas a quedarte Giog? —preguntó Moritz aleteando sus tupidas y negras pestañas.
—No puedo campeón, tengo algunas cosas que hacer.
—Oh. —el niño suspiró bajando la mirada.
—Pero prometo que el sábado vendré a buscarte para que hagamos algo juntos. ¿Quieres? Y claro, si tu papá te deja y quiere venir con nosotros dos. —alzó su bella mirada esmeralda viendo a Tom.
Moritz miró a su papi esperando una respuesta.
Tom estaba pensándolo seriamente. No podía negarse, no encontraba ninguna jodida excusa.
—Bien.
— ¡Sí! —exclamó Moritz emocionado.
Georg miró a Tom y se despidió de él dándole y rápido beso en la mejilla.
—Aún tenemos muchas cosas que hablar Tom, no me voy a dar por vencido hasta que dejes la tozudez y escuches lo que te tengo que decir.
El joven no dijo nada. Se bajó junto a su hijo y entró al edificio sin mirar a atrás.
No quería pensar en nada, lo único que quería era acostarse a dormir y no saber del mundo hasta dentro de mil años.
***
Muy temprano en la mañana Tom se levantó y preparó a su hijo para llevarlo al kínder. Tenía cansancio y estrés provocado por los últimos días en los que lo único que podía pensar era en Georg y en lo que tenía que decirle acerca de Moritz.
Era difícil confesarle a Georg sobre su hijo, por el simple hecho de que tenía miedo a la reacción de éste y sinceramente hablando, no deseaba que su hijo fuera rechazado por su padre o en el peor de los casos que Georg decidiera quitárselo. Sólo pensar en que se lo quitaban le revolvía todo por dentro.
—Papi no quiero ir al kínder hoy.
—Tienes que ir bebé, debes aprender mucho.
—Pero soy un bebé chiquito, yo no quiero aprender todavía. —susurró haciendo mohines.
Tom se acercó a él y le cargó besándole la mejilla.
—No importa que seas un bebé chiquito de papi, tienes que estar con tus amiguitos y aprender todo lo que te diga la maestra mi niño.
—Bueno papi, está bien.
El orgulloso padre, bajó a su hijo de sus brazos y lo vio encaminarse hacia la mesa para tomar su vaso con leche. Se dio la vuelta para terminar las tostadas, en ese momento su celular sonó en su bolsillo. Al observar la llamada contesto rápido, era Gustav.
— Buenos días princeso.  —rió.
Tom han robado en el local, lo han destrozado completamente. —se escuchó la voz afectada de su mejor amigo.
— ¿Qué? —No daba crédito a lo que estaba escuchando, tenía que estar bromeando.
La policía está aquí revisándolo todo, necesito que vengas por favor.
—Vale, estoy ahí en menos de lo que canta un gallo. —cortó la llamada y miró al niño. —Moritz, hoy no iras al kínder, voy a dejarte con el tío Bill.
— ¿Con el tío Bill? ¡Sí! —Gritó emocionado— el tío Bill es divertido.
Tom salió corriendo a terminar de calzar sus pies, en el camino llamó a su gemelo y le pidió por favor que cuidara de Moritz, por suerte Bill no tenía nada que hacer ese día.
El joven llegó exactamente como había dicho, en menos de lo que cantaba un gallo. Vio a un montón de gente observando el lugar, las luces de las patrullas policiacas. Se sintió mareado.
Al entrar se encontró con Gustav hablando con un policía.
— ¡Tom! por fin llegaste. —Gustav le dio un abrazo.
— ¿Qué diablos ocurrió aquí Gus? —preguntó preocupado.
—No hay señales de forcejeo en las puertas, al parecer estaban abiertas cuando los ladrones entraron aquí. —dijo el policía que recién llegaba a informar.
— ¿Qué? pero si yo cerré las puertas bien ayer… yo…
Su mente viajó hasta el momento en que salió apresurado por ir a buscar a Moritz en el kínder. Todo era su culpa.
—Gustav lo siento, lo siento tanto. —se lamentó llevando las manos a su cabeza. — debí haber cerrado mal…
— ¡Te dije que cerraras las puertas bien Tom, joder! —gritó el rubio mostrándose bastante enojado.
—Te juro que no fue mi intensión, Georg estuvo aquí y se me hizo tarde para ir a buscar a Moritz. Discúlpame por Dios, pagaré la mitad de los daños, pero sabes que no lo hice porque yo quise. —sonaba desesperado, se sentía idiota, era culpa suya y también de Georg por haberlo distraído.
—Será mejor que me dejes solo con esto, ya después veremos que hacemos, ve con tu hijo. —Dijo Gustav de repente, su rostro estaba sereno pero no sabía a ciencia cierta que estuviera pensando, él era bastante impredecible.
—Pero déjame ayudar, necesitas quien te acompañe y yo…
—Dame las llaves del local, ve a casa y tranquiliza a Raven, por favor.
Tom se dio por vencido y sacó las llaves del local, entregándoselas a su amigo en sus propias manos. Se sentía falta por haber cometido semejante error tan grande.
Mientras caminaba hacia el edificio donde  Raven y Gustav vivían,  se topó con alguien a quien tenía muchísimo, demasiado tiempo sin ver, y como no, no era nada agradable de ver.
—Vaya, que bueno volver a verte.
—No puedo decir lo mismo.

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