Capitulo
XXIV
El
gran árbol de navidad estaba en una esquina de la casa, adornado con colores
vivos, muchas bambalinas y cintas. Moritz estaba sentado frente al árbol con
sus ojitos cerrados y las manos juntas, en señal de oración.
Tom
notó aquel gesto y se acercó con curiosidad. Cuando Moritz terminó y abrió sus
ojitos, él se sentó a su lado acariciándole la espaldita.
—
¿Qué hacías?
El
niño volteó a ver a su papá y sonrió.
—Le
pedía al niño Dios que le diera comida a los niñitos que vimos cuando fuimos al
supermercado.
Tom
sintió el corazón derretírsele y le besó la frente.
—Lo
hará hijito.
—Y
también le pedí que tu hermanito viniera hoy a cenar con nosotros.
Está
vez, el corazoncito de Tom sufrió en silenció por la mención de su hermano.
Sabía por Gustav, que una semana atrás, se había aparecido en la cafetería y no
lo buscó primero a él aunque sea para decirle “hola”
—
¿Cómo sabes que mi hermanito está aquí? —preguntó con el nudo en su garganta.
—Porque
escuche al tío Gus y a la tía Raven diciendo que tu hermanito estuvo en la
cafetería de tío, y tú dijiste que estabas dolido porque querías que viniera a
vernos. No me gusta que estés triste. —el inocente suspiró. — por eso le pedí,
por favor, que traiga a tu hermanito aquí y nos quiera.
Los
ojos de Tom se pusieron llorosos y terminó abrazando a su pequeño gordito. Era
tan inocente la mentalidad de un niño. Él también deseaba que esa noche se
cumpliera ese deseo tan grande de ver a Bill y a sus padres aparecer por esa
puerta y decir aunque sea “Lo siento”
—Papá
ya no estará triste.
—
¿Lo prometes? —preguntó mirándolo a los ojos.
—Lo
prometo.
—
¿Por el dedito?
El
moreno sonrió levantando su dedo meñique para envolver el pequeñito dedito de
su hijo.
—Por
el dedito.
Moritz
sonrió y se levantó dándole un gran abrazo a su papi. Raven apareció con su
gran panza de embarazada y se llevó a Moritz para vestirlo porque la cena
empezaría en una hora para ser exactos. Tom y Gustav tenían que terminar de
preparar la cena.
Pasadas
las siete de la noche. Raven y Tom pusieron la mesa y toda la comida que habían
preparado para deleitarse en esa noche especial de navidad.
Moritz
miraba todo con emoción y luego platicaba con su tío.
Llegó
la hora de comer y Raven se levantó tomando la mano de Gustav y de Tom, le dijo
a Moritz que le tomara la mano a su padre e hizo una oración a Dios para
agradecer toda la comida que estaba en la mesa y por las provisiones de ese
día. Era costumbre de ella orar la cena navideña.
Moritz
se levantó en la silla, cerró sus ojitos y agregó:
—Niño
Jesús, dile al hermanito de mi papi y a mi amiguito Giog que vengan a comer con
nosotros.
El
niño se sentó sin percatarse de los tres pares de ojos que estaban puestos
sobre él, con gesto sorprendido. A veces Moritz dejaba atónitos a todos con las
simples palabras que salían de su boca.
Moritz
esperó un largo rato observando la puerta, hasta que Tom le dijo tranquilamente
que ellos no iban a venir y que tenía que comer para que la cena no se le
enfriara. Él niño suspiró entristecido y se dedicó a comer en silencio. Tom
odiaba ver triste a su hijo, por lo que estuvo a punto de llamar a Georg y
pedirle que se presentara, pero no sería buena idea, teniendo en cuenta, que
seguro estaba con su familia y tenía que respetar el duelo que había en su
corazón por la muerte de su abuela.
Tras
pasar unos minutos, la puerta sonó, y todos los presentes se quedaron
observándola con sorpresa. ¿Quién podría ser a esa hora?
Tom
fue el que se levantó a abrir la puerta. Camino en zancadas hasta llegar a ella
y la abrió. Grande fue su sorpresa al ver a su hermano gemelo y su padre,
parados frente a él con regalos en sus manos, mirándolo con arrepentimiento
reflejado en sus parecidos rostros. Él no supo que decir, hacía tanto tiempo
que no les veía que la única reacción que hubo en su cuerpo fue lanzarse a los
brazos de su hermano y abrazarlo tan fuerte como había deseado en años, jaló a
su padre para unirle al abrazo, sintiendo como sus mejillas se mojaban de sus
lagrimas de alegría.
—Perdóname
hijo. —susurró el padre arrepentido, mientras acariciaba la espalda de su hijo
mayor. — Tal vez con mi perdón no sea suficiente pero la verdad es que estoy
arrepentido.
—Lo
estamos. —susurró Bill besando la cabeza morena de su hermano. —Perdóname Tom.
Tom
no tenía rencor en su corazón. Él sabía que algún día ellos iban a rectificar
lo que hicieron y se iban a dar cuenta de lo que estaban perdiendo.
—
¿Papi?
Moritz
apareció al lado de su padre jalándole tímidamente la bota del pantalón. Tom se
apartó de su hermano y su padre, y cargó a su niño.
—Papá,
Bill…—se secó las lagrimas sonriendo. — Él es mi hijo, Moritz.
El
pequeño miraba a Bill, algo confundido.
—Hola
Moritz, soy tu tío Bill. —sonrió abriendo sus brazos para que el niño le diera
un abrazo.
Moritz
dudó un momento, luego hizo una “o” grande con su boca y sus ojitos brillaron
con emoción.
—
¿Eres el hermanito de mi papá? —miró a Tom. — papi, el niño Jesús cumplió mi
deseo.
Tom
asintió de manera eufórica. Moritz se lanzo a los brazos de Bill dándole un
gran abrazo y luego observo a su abuelo.
—Y
él es tu abuelito, Moritz.
El
niño saltó hacía los brazos de Jörg abrazándolo con fuerza.
—Por
fin tengo un abuelito. —susurró abrazándolo con mucho amor.
Jörg
estaba más que sorprendido, feliz. ¿Cómo es qué se había negado a conocer a su
nieto tan pequeñito y hermoso?
Por
su parte Tom abrazó a Bill de nuevo,
mirando a Moritz en los brazos de Jörg. El corazón se le ensanchó de felicidad.
Por
fin esa sería la mejor navidad de su vida junto a su pequeñito, y aunque
faltara su madre, sabía que para ella sería difícil pedir perdón.
Raven,
la única mujer presente, colocó dos platos más en la mesa. Bill no dejaba de
mirarla mientras ella le servía la comida, tuvo que obligarse a fijar la mirada
en otra cosa y evitar que Gustav se enfadara por estar haciéndolo de esa
manera. Ella sin querer, colocó su panza en el brazo de él y justo en ese momento uno de sus mellizos dio una
patada, la cual el sintió en su brazo y sonrió levantando su mano y
acariciándole la panza.
—Lo
siento. —dijo ella ruborizada, apartándose rápido de él.
Bill
se lamentó en silencio por no ser él el padre de esos pequeños que eran
incubados en tan bella mujer.
Gustav
se percató de todo pero decidió quedarse en silencio. No estaba celoso, no
sentía que Bill fuera una amenaza para él, más bien sentía que su pobre amigo
estaba sufriendo muchísimo y se podía ver ese sufrimiento en sus ojos
tristones.
***
Las
fiestas decembrinas terminaron, abriéndole paso al nuevo año. Tom estaba muy
contento desde la reconciliación con su padre y su relación con su único
hermano.
Admitía
que era duro ver como Bill sufría por causa de sus propias decisiones. Cada vez
que se reunían para cenar y estaba Raven presente, Bill se apartaba de todos,
haciendo cualquier cosa para no tener que ver como Gustav abrazaba a la mujer
que amaba todavía.
Hay
muchas decisiones que se toman a la ligera sin medir las consecuencias. Bill
fue de esas personas que decidió, sin detenerse a mirar lo que estaba
perdiendo.
Con
respecto a Georg, Tom sólo pensaba en tenerlo alejado por el resto de su vida. Había
estado pensándolo mucho, en los días que no se apareció por ahí, y llegó a la
conclusión de que el susodicho no traería más que problemas a su vida. No era
necesario que supiera que Moritz era su hijo, cuando le viera, era muy
probable, que le cortara las alas de un tajo y diera por terminaba la batalla
campal que había entre su mente, su cuerpo y su corazón.
Porque
sencillamente, cuando Georg estaba cerca, el corazón y el cuerpo le ganaban a
la pobre mente.
***
El
sol brillaba llevándose un poco el paisaje nevado que había en el parque. Era
el día de salir de paseo con Moritz, y Tom estaba sentado en una banca
observando a su hijo jugar con los demás niños.
Un
recuerdo de unos años atrás se alojó en sus pensamientos y no pudo evitar sonreír
porque era bueno. Años atrás, en ese mismo parque, Georg le había confesado que
lo extrañaba y sin ir muy atrás, en esos mismos meses, en ese mismo lugar, le
había besado sin importar quién les estuviera mirando.
—Hola
hermano.
Tom
miró hacia un lado y sonrió al ver a Bill.
—
¿Recordando viejas cosas? —preguntó fijando la mirada en Moritz que estaba
subiéndose al sube y baja con otro niño.
—Algo
así. —suspiró el mayor bajando la cabeza para mirar el suelo. — ¿Qué haces por
aquí?
—Vine
a ver si mi mente se distraía y me dejaba en paz por unos minutos.
—
¿Has logrado que así sea?
—No.
—Oh.
Bill
sonrió un poco bajando la cabeza. —No paro de pensar en Raven y Gustav, —dijo
de repente—, ¿Cómo ocurrió? ¿Por qué no pudo ser otra persona?
Tom
alzó la vista. — Cuando tú dejaste a Raven, yo no lo entendía. Habías jurado
que la amabas y que planeabas tenerla contigo siempre.
—Pensé
que ella aceptaría estar conmigo con las condiciones que le había puesto.
—Yo
no sé cuales fueron porque ella jamás me lo contó, pero estoy seguro que no fue
algo agradable.
—No
lo fue. —recordó molesto consigo mismo. — ¿Qué hizo ella cuando me fui?
—Ella
se fue a Venezuela, me dijo que necesitaba ver a su madre y a su familia porque
tenía algunos problemas que arreglar. Te odie en ese momento Bill.
—Lo
siento.
—Regresó
unos meses después que yo di a luz y era una persona nueva, estaba radiante
pero yo sabía que por dentro no se sentía así. Cuando yo tenía que estudiar e
ir a la universidad, ella se quedaba con Moritz y Gustav en mi hogar, y a pesar
de que fue difícil que Gus entrara en su corazón lo logró y hace casi un año
ellos dos se casaron y ahora van a tener a sus hijos.
Bill
sintió un nudo en la garganta. Había sido tan idiota, tan… jodido idiota.
—Siento
que arruine mi vida por tener poder, fama y todas esas cosas materiales.
—susurró.
—No
te culpo, mamá siempre dijo que tú serías el famoso de la casa, puso en tu
mente todas esas cosas y quizás también es por eso que actuaste de esa manera.
—
¿Qué puedo hacer Tom? por una parte me siento feliz de tenerte de nuevo, de que
papá este con nosotros como debe ser, pero mi corazón sigue lamentándose por
ella.
—Es
normal que eso suceda pero no todo está perdido. No era ella la mujer indicada
para que pases el resto de la vida juntos. Tú estas pasando por un proceso y te
lo voy a poner así: “Para que una taza de
cerámica sea dura, resistente y hermosa, debe pasar por fuego. Es duro,
agobiante, doloroso, pero al final —gesticuló una taza con sus manos— se convierte en algo útil y bello, algo que
dura y resiste mucho.
»Las personas somos golpeadas constantemente,
esto es el fuego. Pero al final del proceso quedan más fuertes y más bellas”
—Tu
proceso comenzó desde el día en que tomaste la decisión de abandonarnos, haz
reaccionado y pronto, cuando hayas reflexionado mucho más, te convertirás en
una bella taza. Tendrás cosas nuevas, serás una nueva persona, conocerás a
muchas otras chicas pero sólo una de ellas cautivara tu herido corazón.
Bill
asintió con esas palabras grabándose en lo más profundo de su corazón.
—Pero
no le vayas a meter al bruto otra vez y te vayas por el camino equivocado, me
encargaré de matarte sí eso sucede.
El
rubio se rió divertido. —Oh claro.
AYYYYYY LO ADORE ME ENCANTO QUE ESTEN JUNTOS DE NUEVO Y EL PEQUEÑO ES ADORABLE ESPERO EL SIGUIENTE CUIDATE UN BESO
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