domingo, 25 de mayo de 2014

Aunque no te pueda ver. Capitulo I



  Espero les guste. ;) Para la próxima el capitulo dos y final.

Titulo: Aunque no te pueda ver.
Clasificación: NC/17
Categoría: Slash  
Género: Twc no relacionado, Universo Alterno, romance
Resumen: Scotty huye de casa y Tom como su dueño tiene que ir en busca de su amado perro. Jamás se imaginó que en esa búsqueda lo conocería a él.



Capitulo 1
En todas las direcciones que mirara no lo iba a encontrar. Scotty es un perro escurridizo y esa mañana había salido como alma que se lleva el diablo tras el niño que reparte el periódico todos los días.
Demonios ¿Dónde  estaba metido ese perro?
Caminó por todo el vecindario preguntándoles a todos los vecinos que conocían al perro, pero nadie sabía darle una respuesta concreta.
—Te juro Scotty que cuando yo te encuentre vas a saber lo que es un padre enojado —Dijo mientras regresaba a casa para abrigarse un poco más.
Salió con lo primero que encontró, por esa razón, no se extrañaba que algunos de sus vecinos le miraran raro, sólo llevaba puesto una bata de baño que le cubría lo suficiente para no mostrar algo por accidente, también llevaba puestas sus pantuflas peludas de color marrón.
Estaba enojado con el perro por escabullirse de esa manera, pero mas que molesto, estaba preocupado por ese pedazo de carne con cuatro patas. ¿Y si algo le había pasado y no se llegaba a enterar? La sola idea de un Scotty atropellado y muerto hizo que se le revolviera todo por dentro.
Aun recordaba el día que ese pequeño chico llegó a su vida.
Tenía dieciocho años, por fin se había emancipado. Iba camino a su nuevo hogar cuando un perro flacucho le observó desde una jaula frente a la perrera. El cachorro tenía los ojos grandes y el cuerpo tan delgado que su corazón se encogió de dolor al verlo.
Se le acercó sin detenerse a escuchar la advertencia del hombre que lo había encerrado en esa asquerosa jaula. Sin temor, abrió la puerta de metal y sacó a esa miniatura que no podía tener más de siete meses de edad. ¿Cómo es que alguien podía botar a semejante bolita de ternura?
—Suéltalo chico, lo acabamos de encontrar en un basurero junto a otros tres perros que están infectados con rabia y puede que este chiquillo tenga sarna o rabia.
Tom hizo caso omiso mirando fijamente a los ojos del cachorrito que le veía suplicando un poco de misericordia y segunda oportunidad para vivir.
El de rastas lo acercó hacia su rostro detallándolo bien, era tan lindo y sentía empatía por él. Estaba claro que lo quería, una mascota era lo que le hacía falta.
—Me lo llevo —Dijo sin pensárselo mucho.
— ¿Estás escuchando lo que te he dicho? Puede estar enfermo —Decía el hombre gordo con bigote mirándolo asqueado.
Tom sonrió.
—Yo lo cuidaré, quiero quedarme con él, lo llamaré Scotty.
El cachorro, ahora llamado Scotty, meneó la cola mientras lamía las manos de su ahora dueño.
El hombre de la perrera lo llevó adentro e hizo que el veterinario lo revisara, el perro no tenía nada, sólo desnutrición y falta de amor. Tom se sintió feliz porque estuviera sano y salió del lugar con su nuevo mejor amigo.
El ahora castaño se sentó en el sofá con una pequeña lágrima corriéndole por la mejilla. Necesitaba ir por su perro y eso es lo que haría todo lo que quedaba de la mañana, la tarde y la noche si era posible.
Scotty era un perro inteligente y tal vez, era que sólo estaba perdido, por eso no había regresado a casa.
***
La mañana transcurrió rápido. De Scotty ni sus luces y eso ya comenzaba a preocuparlo muchísimo más. ¿Qué podía estar haciendo?
Mientras caminaba hacia el parque, recibió una llamada de su mejor amigo Georg, diciéndole que se reunirían en su casa para cenar. Según él, esa noche iría a cenar con ellos un amigo lejano de Gustav que venía desde Leipzig de visita, y era muy especial. Pero qué diablos le importaba eso, quería encontrar a su perro.
Él estaba a punto de contestar cuando vio a su amado scotty siendo acariciado por un chico de cabello negro, estaba todo vestido de negro y llevaba collares de plata.
— ¡Te llamaré después, he encontrado a scotty! —exclamó sonriendo de pura alegría.
Su corazón latía fuerte contra su caja torácica. Por fin encontró a su mejor amigo meneando la cola emocionado como siempre.
No estaba herido, no estaba medio muerto, estaba sano y a salvo.
— ¡Scotty! —gritó y el perro volteó a ver hacia él. Meneó su cola con más fuerza pero no se movió del sitio donde estaba el joven que lo acariciaba.
Tom no tardó mucho en llegar a la banca para sentarse a descansar y abrazar a su pedazo de carne perruna.
—Oh mi Scotty, pensé que te había pasado algo, joder —besó la húmeda nariz del canino— ¿Por qué huiste de esa manera? Creí no volvería a verte
Ignoraba quien estaba a su lado por estar pendiente del perro. Scotty emitió un ladrido fuerte lamiéndole la cara, eso significaba que también estaba feliz de verle.
—Tiene un perro bastante educado —Dijo el chico  a su  lado.
Tom alzó la mirada y se sorprendió al ver el perfil del joven. Su nariz era preciosa, sus ojos estaban cerrados, lo sabía por sus pestañas largas y tupidas. Se mordía el labio levemente mientras se acariciaba las manos.
Por un momento scotty pasó a estar en un segundo plano. Él chico frente a él parecía interesante. Y hacía un montón de tiempo que no conocía a nadie que le llamara la atención tan rápido.
—Lo he entrenado desde muy pequeño, seguro se acercó a ti porque le caíste bien.
—Sí, creo que fue por eso y porque tenía algodón de azúcar en mis manos, tu chico llegó y movió la mano en la que tenía el algodón, eso me indicó que él lo quería —sonrió.
—Oh —Se rió— a él le gusta el dulce pero no dejo que coma mucho, después se pone como loco y para los perros eso no es bueno.
—Tengo una Golden retriever  que no le gusta para nada los dulces.
— ¿Y dónde está tu perra? No la veo por aquí.
—Le deje en casa, necesitaba estar en soledad.
El castaño miró a su perro y le acarició las orejitas. En el proceso se detuvo a mirar las delicadas manos  del pelinegro. Sus uñas estaban pintadas de negro, eran delicadas y bien cuidadas, demasiado limpias y bonitas como para ser de hombre, eso le agradó.
— ¿Cómo te llamas? —Se animó a preguntar primero.
 —Bill ¿y tú?
—Tom —Sonrió.
Bill seguía con la mirada fija en el horizonte,  a Tom eso comenzaba a molestarle un poco. ¿Por qué no le miraba?
— ¿Qué edad tienes?
—Diecinueve.
—Eres un jovencito, yo tengo veinte.
—Oh claro, señor es usted un hombre de la prehistoria —dijo en tono de burla.
—Vale, ya entendí tu burla —frunció los labios.
Bill se rió alto.
—Es primera vez que te veo en este parque.
—No suelo salir mucho de casa.
—El día está muy bonito. En realidad todos los días aquí son bonitos, a veces hace frío, a veces hace un poco de calor pero siempre está bonito.
Él quería hacer que Bill volteara a verlo de una vez por todas. Deseaba verlo a los ojos, quería ver cuán hermoso era de frente. Él tenía una teoría: si veía a alguien a los ojos y le gustaba, lo más probable era que se gustaran.
Bill suspiró bajando la cabeza.
— ¿Puedes mirarme?
—No.
Tom frunció el ceño.
—Tengo que irme, adiós— El pelinegro se levantó de la banca.
—Espera, ¿por qué te vas tan rápido?
El joven se soltó de su agarre y caminó torpemente pisando a scotty que se interponía en su camino.
El perro chilló bajito.
— ¡Oye no ves que scotty está delante de ti! —Gritó al ver a Scotty, había sido sin querer pero el grito se le escapó.
Bill tragó saliva y se sonrojó por su torpeza.
—Lo siento, lo siento —Se disculpó inclinándose un poco para buscar a Scotty con las manos.
—Te estás tropezando con todo. ¿Estás ciego o qué? —Preguntó sonriendo por su torpeza, le gustaba que se pusiera nervioso.
—Soy ciego.
La sonrisa se desvaneció del rostro, tenía que haber sido una broma.
—No bromees conmigo.
— ¿Por qué tendría que bromear con alguien que apenas conozco? —Dijo con un tono de voz bastante molesto como para dejarlo callado por unos segundos.
Buen punto.  ¿Ciego? Por la mierda, se sentía un capullo en su máxima expresión.
—Oye discúlpame, yo no lo sabía pero...
—No digas nada.
Bill caminó alejándose con pasos lentos asegurándose de no tropezar con nadie. Una mujer rubia llegó hasta él tomándole por el brazo, y al parecer regañándole.
Tom por su parte se sentía bastante idiota. ¿Cómo podía haber jugado una broma así? Bueno pero ¿cómo iba a saber que ese chico precioso y lleno de juventud tenía esa condición?
Quiso ir detrás de él pero ¿para qué? Sabía que ya no lo querría ver más.
Miró a su chiquillo y se agachó para quedar a su altura.
—Hoy ha sido un día estresante por tu culpa, mejor volvemos a casa.
Mientras caminaba a casa, no podía sacar al joven de su cabeza. Quería verlo de nuevo para pedirle disculpas. Pero más allá de todo eso, quería pedirle una cita, porque era el chico más guapo que había visto en mucho tiempo.
***
La cena en casa de Georg era a las seis, así que comenzó a alistarse desde las cinco. En el camino tenía que pasar por el pastel que mandó a hacer para no llegar con las manos vacías.
El reloj marcó las cinco y treinta minutos de la tarde. Salió de casa y se dirigió junto a su pequeño amigo Scotty a la pastelería, recogió el pastel y tomó un taxi hasta la casa de Georg.
Estaba ansioso por verlos, con tanto trabajo que tenía últimamente, no tenía mucho tiempo para compartir con ellos. Y ni siquiera para buscarse a alguien con quien pasar el rato. Aunque detrás de eso había un “Quiero una relación estable” porque aparte de scotty no tenía a nadie más junto a él. Sus padres estaban al otro lado del mundo, Gustav y Georg vivían lejos también. Él necesitaba amor de pareja.
Llegando, notó que había una perra en la entrada, olisqueando las adoradas flores de Georg. Era una Golden retriever muy bonita. Scotty se le soltó y fue corriendo directamente hacia ella olisqueándole el trasero.
—Perro caliente —rió.
Llegó a la puerta y tocó el timbre. Georg salió con su siempre radiante sonrisa, se dieron un abrazo y le entregó el pastel en sus manos.
—Es del que te gusta, chocolate con almendras.
—Oh, me lo disfrutaré —Sonrió dirigiendo su mirada a los caninos que hacían de las suyas en la grama. La perrita daba vueltas mientras scotty jugueteaba encima de ella— al parecer mi querido Tom, tu perro es un caliente. Tiene más actividad que tú.
Tom se carcajeó ignorando el último comentario.
—Sólo espero que no me vaya a hacer abuelo tan rápido. Soy demasiado joven.
—Tranquilo, no creo que Bill permita que nadie embarace Cleopatra, es su ayuda.
¿Bill? Ese nombre lo asoció con el del chico del parque. ¿Qué posibilidad había de que fuera el mismo?
Se rió de sí mismo, no había ninguna. Esas cosas pasan sólo en las novelas.
Entraron a la casa junto con los perros y se dirigieron a la sala en donde estaba Gustav con una mujer rubia muy bonita. Tom la había visto en algún lugar pero no recordaba dónde.
—Te presento a Noelia —Dijo Gustav levantándose de su asiento.
Noelia se levantó y se acercó para darle la mano.
—Mucho gusto.
Claro, él sabía quién era. Ella es la rubia que ayudó a Bill en el parque.
—Voy por Bill.
—Voy contigo —Tom se sintió entusiasmado.
Noelia, Gustav y Georg le miraron con extrañeza. Tom no le tomó importancia, se fue junto a Georg y Cleopatra al jardín, en donde Bill estaba sentado en un columpio con los ojos cerrados.
Se veía más hermoso que cuando lo había visto por primera vez en el parque. Llevaba puesto un suéter negro de lana, pantalón blanco y zapatillas negras, su cabello bailaba con el viento y sus bellos labios estaban entreabiertos. Era algo parecido a un querubín de cabellos negros.
— ¿Me dejas llegar a mi solo? —Miró a Georg.
Su mejor amigo frunció el ceño.
—No se conocen, y no creo que le agrade, él es un poco tímido, no habla con todo el mundo.
Tom se rió un poco. Cuando le conoció no le pareció tímido.
—Conmigo si lo hará.
— ¿Qué te hace pensar qué así será?
—Sólo déjame y vete. ¿Vale?
Georg pensó que era extraño pero los dejó solos.
Cleopatra corrió hacia su dueño y se plantó frente a él meneando la cola.
—Hola mi niña —Dijo Bill sin siquiera abrir los ojos. Movió sus manos en el aire hasta dar con la cabeza peluda y rubia de su chica— ¿viniste a avisarme qué es hora de cenar?
La perra emitió un ladrido afirmativo.
Tom sonrió mirando la bonita escena y se terminó de acercar.
—Nos volvemos a encontrar.
El pelinegro abrió sus ojos mostrándose bastante sorprendido.
Tom también se sorprendió al ver que los ojos del pelinegro eran azul cielo.
— ¿Tom? —preguntó.
—Soy yo —Se sentó en el columpio de al lado.
— ¿Qué haces aquí?
—Georg es mi mejor amigo. Y creo que tú eres ese amigo de Leipzig que me comentó esta tarde, justo en el momento en que te vi con mi perro —Sonrió sin dejar de mirar su bello rostro.
Un ligero rubor se instaló en sus delgadas mejillas.
—Quiero pedirte disculpas por haber sido tan desconsiderado contigo, pero es que yo no...
Bill no le permitió seguir. Levantó una mano para hacerlo callar.
—No digas nada, no había manera que lo supieras. —suspiró.
—De todas maneras, me he sentido mal y he deseado poder pedirte disculpas de nuevo, heme aquí.
Bill sonrió sacando sus gafas de sol para ocultar sus ojos, se los colocó.
—El mundo es muy pequeño.
—Mucho la verdad.
Él asintió. Tom de repente se había quedado mudo, estaba mirándolo, deleitándose con la hermosura de su fino rostro. ¿Acaso podía existir alguien más bello? Las gafas de sol estaban demás, a él no le importaba como tuviera los ojos. Para él era bello sin ellos.
— ¿Estás ahí? —preguntó preocupado.
—Aquí estoy.
—Pensé que te habías ido.
—No tengo porqué irme.
Bill divagó un rato mientras que Tom lo miraba atento. El joven movía sus manos con nerviosismo, tal vez intentando hacer una pregunta.
—Tom...
— ¿Sí?
—Me permites tocar tu rostro.
Sonrió. Iba a ser un gusto para él ser tocado por sus delicadas manos.
—Sí —Se levantó y colocó en frente suyo— estoy delante de ti.
—Gracias —susurró ruborizado.
Tom no entendía que iba a hacer pero lo que fuera, lo quería.
Bill alzó sus manos en busca de su rostro. Él le ayudó llevando las manos de él a su cara, eran suaves.
El pelinegro suspiró colocando sus manos en las mejillas del joven, sintiendo un cosquilleo en sus manos, producto de su barba. Con delicadeza palpó cada una de sus facciones y sonrió al darse cuenta que Tom tenía un rostro perfecto. Labios carnosos, nariz respingona, mejillas delgadas y ojos pequeños.
— ¿Por qué haces esto? —Preguntó Tom curioso. La sensación que le provocó tener las manos de Bill en sus mejillas era gratificante.
—No puedo verte y quiero saber  cómo eres, yo pasé mucho tiempo perfeccionando mi habilidad para saber cómo es una persona y puedo saber un poco de ellos tocando los rostros. Me gustas —Soltó con  una media sonrisa dibujada en sus labios rosados.
Tom se ruborizó. Las manos de Bill aún seguían sobre sus calientes mejillas.
—Y deduzco que por lo calientes que están tus mejillas, estás ruborizado.
—Un poco —Agarró las manos de Bill apartándolas de su rostro y dejándolas sobre su regazo.
—Sí es por ese “me gusta” que he dicho, no te preocupes, no ha sido en plan de “enamoramiento” me gusta la forma de tu nariz y tus ojos, tienes un rostro casi perfecto. Aunque no lo pueda ver, sé que eres hermoso.
Al parecer Bill sabía cómo hacer que se ruborizara por completo.
— ¡Los estamos esperando, apúrense! —Gritó Gustav desde la puerta que comunicaba la cocina con el jardín trasero.
Tom sonrió levantándose. Cleopatra corrió hacia la casa y fue él quien ayudó a Bill a caminar hacia adentro.
Durante la cena, lo único de lo que estaba pendiente era de todos los gráciles movimientos que Bill ejercía. Eran delicados, bonitos y dignos de una persona con modales de la realeza.
Él era como un imán. Le atraía de una manera que no comprendía, ni siquiera le importaba que no pudiera verle, aunque admitía que lamentaba el hecho de que una persona tan bella, y por lo visto tan alegre, no pudiera ver lo maravilloso que era el mundo que le rodeaba.

domingo, 18 de mayo de 2014

One~Shot Paperman. TWC

¡Hola! muy buenas tardes a todas ustedes. Es una alegría para mi, volver a retomar este blog y qué mejor, que trayendo esta historia para ustedes. (Si es que todavía me leéis ;-;) de paso que tenemos nueva imagen *-* un diseño de la mano de la hermosa Miss Wounds
El banner va de la mano de mi hermana Valeria Espinoza. 
La historia esta basada en un cortometraje de Disney (Aquí para ver el vídeo)


 


Titulo: Paperman
Clasificación: PG/13 
Categoría: Slash  
Género: Twc no relacionado, Universo Alterno,fantasía, romance
Resumen: “A veces lo que buscas se presenta donde menos lo esperabas y desde ese momento, no dejas de pensar en ello”
Capitulo único
Una de las peores cosas que pueden ocurrir a una persona, es caer en la rutina diaria. Así como Tom, un joven de veinticuatro años que se levantaba todos los días pensando que el sol jamás llegaría a brillar para  su vida. El trabajo, su madre, su jefe, era eso en lo único que podía pensar todas las mañanas antes de ir a enfrentarse con el mundo.
A veces deseaba volver a ser un niño,  para no tener que preocuparse por nada más que sus juegos de autos o sus actividades del colegio.
Cuando creces te das cuenta, que deseas volver a tener esa pequeña llama en tu corazón que brilla con la intensidad de una estrella que resplandece en el majestuoso cielo, esa llama que se va apagando con el pasar del tiempo en el que sientes y piensas que nada volverá a ser igual, como años atrás cuando solo te preocupabas por el dolor que había en tus rodillas, o sentirte tonto por haberte salido de la línea mientras coloreabas.
Era una mañana cualquiera, no muy diferente a las demás. El cielo de Nueva York estaba completamente gris, el frío estaba un poco soportable, el ruido de la ciudad aun no empezaba a aturdirlo y la estación del metro estaba prácticamente vacía, a excepción de un puñado pequeño de personas que esperaban en una esquina.
Un momento de tranquilidad, algo que necesitaba tener antes de llegar a la oficina. Aunque eso no le quitaba lo tedioso que era estar despierto a esa hora de la mañana por tener que ir a su mediocre trabajo y ver la cara de su obstinado jefe. 
Estaba distraído mirando hacia un punto fijo, dejando escapar suspiros de vez en cuando y bostezos que bien podrían ser por hambre o por sueño. Necesitaba escapar de la rutina o conseguir una luz de guía, deseaba ver el sol brillar.
El viento estaba soplando con fuerza, mientras sentía que la piel se le erizaba con el pasar del vagón detrás de él. Una hoja de papel blanca le pasó por su frente, haciendo que centrara su vista en ella  y lograra ver pasar a un chico de cabello negro detrás de ella.
El castaño se quedó mirando hacia él y vio como este se devolvía guardando la hoja dentro de su carpeta marrón. Ambos se miraron por un momento, él le sonrió con timidez, colocando la mirada fija en otra dirección. ¿Por qué era así siempre que veía a alguien colocarse a su lado? Esta vez era un poco diferente, él llamó su atención de manera instantánea.
Era muy hermoso, sus ojos eran amplios y bellos, manchados de amarillo, una mezcla de café con miel. Poco más alto que él, con la apariencia delicada de una rosa recién nacida.  Su mano, la que permanecía quieta a su lado derecho, comenzó a temblar un poco mientras pensaba en mirarle de nuevo. Para cuando tomó la iniciativa de hacerlo, el vagón del metro hizo su aparición, provocando que la hoja de papel que tenía en su carpeta, saliera volando por los aires y se quedara estampada en el bello rostro del desconocido. Cuando  buscó la hoja se dio cuenta que él había dejado la marca de un beso color carmín que lo hizo sonreír por primera vez en el día.
Levantó su mirada para reírse con él pero para su mala suerte, él estaba caminando hacia el vagón que ya cerraba sus puertas.
«No te vayas» pensó, mas no le dio tiempo de decirlo en voz alta.
El castaño miró la hoja y luego al pelinegro que se alejaba cada vez más y suspiró sonriéndole por última vez. Él le devolvió la  media sonrisa alejándose hasta que ya no lo pudo ver. 
Se quedó solo y en completo silencio, aun sosteniendo la hoja de papel en su mano.

“A veces lo que buscas se presenta donde menos lo esperabas y desde ese momento, no dejas de pensar en ello”

Después de aquel día esperó en el mismo lugar del metro, que apareciera ese adorable joven de cabellos negros, poseedor de un rostro aniñado y puro. Parecido a un hada de invierno, pálido como la nieve, esplendoroso y elegante, ese que dejó un rastro luminoso en la oscuridad de su alma y corazón. Pero para su mala suerte nunca lo volvió a ver y lo único que guardaba de él era ese pequeño beso que sin querer, dejó plasmado en la hoja de papel.
Se encontraba sentado frente a su escritorio, observando la hoja de papel con el beso. Después de tanto tiempo agradeció que no se hubiera borrado. Suspiró con tristeza, al mismo tiempo que su jefe, el señor Coleman, dejaba sobre su escritorio un montón de papeles que se suponía tenía que llenar. El hombre de gafas y traje negro, se retiró dejándole una gran molestia.
La ventana al lado de su escritorio se encontraba abierta, el viento entró y  se quiso llevar el único recuerdo de él, su beso, el que le pertenecía.  Se levantó de un salto logrando agarrar la hoja, suspiró cansado  dándole una rápida mirada al edificio del frente. Sobresaltado se pegó al vidrio de la ventana sin dar crédito a lo que estaba viendo. Si su vista no le fallaba, juraba que era él, el pelinegro estaba al otro lado del edificio donde trabajaba. Y se veía increíble, tan elegante como ese día, llevando su carpeta marrón en la mano, sentándose en una silla frente al que seguramente le hacia una entrevista de trabajo.
Terminó de abrir la ventana e hizo un montón de señas en silencio para lograr captar su atención. Pero era inútil, él jamás voltearía a ver si seguía haciendo aquello. El señor Coleman logró verlo desde su oficina y con un rápido movimiento le hizo saber que no le agradaba lo que estaba haciendo.
Enojado se sentó en su silla de escritorio y miró la hoja con el beso, también miró sus hojas de trabajo y sonrió, una idea se le había ocurrido.
Agarró una hoja, la dobló hasta hacerla un avioncito de papel y se levantó para mirar por la ventana, a ver si él seguía ahí, en efecto ahí estaba. Lanzó el primer avión, que ni siquiera llegó a su destino. Cogió otra hoja, la dobló e hizo el intento de lanzar el avión otra vez para que llegara a su objetivo, cuando hizo el tercero, su jefe apareció frente suyo, tomándole por el brazo, cerrando la ventana con enojo. Eso lo sorprendió.  El señor Coleman entró a su oficina, y eso le dio ventaja para seguir en lo que deseaba conseguir.
Realizó avión, tras avión pero ninguno lograba entrar por la ventana abierta de la oficina donde el chico se encontraba.
— ¿Qué estás haciendo? —Susurró el pelirrubio que estaba detrás de él.
Pero él no le iba a contestar. A nadie le importaba lo que él estuviera haciendo y mucho menos nadie iba a lograr distraerle de su objetivo.
Hizo otro avión de papel y lo lanzó con todas sus fuerzas, otra vez este se estrelló en la pared sin llegar a su objetivo. Se volteó a buscar otra hoja pero ya no quedaba ninguna, solo aquella que tanto atesoraba.
La hoja con el beso.
—Tiene que ser esta —Dijo en voz alta mientras le hacia los doblajes.
Se acercó a la ventana con el corazón a punto de destrozarle la caja torácica, pero la mala suerte parecía estar de su lado ese día. El avión de papel se resbaló de sus manos y lo observó caer desde la altura del edificio, cuando volvió la mirada hacia el chico, este ya estaba saliendo de la oficina.
Todos sus compañeros de trabajo le estaban observando, él se dio cuenta y volteó a verlos, justo en el momento que su jefe salió y caminó hacia él con una montaña de hojas nuevas para trabajar.
— ¡Kaulitz! —Gritó— o te pones a trabajar o te vas despidiéndote de estar aquí —lanzó sobre el escritorio las hojas para luego darse la vuelta y dirigirse a su oficina.
Él se sentó derrotado. Por un momento pensó que no estaba destinado a encontrarse con aquel joven, pero ¿Qué perdía si corría detrás de él? Con un poco de suerte lo alcanzaría y lograría pedirle que fueran a tomar un café.
Se levantó dejando todo sobre su escritorio y corrió lo más rápido que sus piernas pudieron darle, en esos momentos lamentó no hacer suficiente ejercicio como para no sentirse tan cansado y sin respiración.
Salió del edificio como alma que se lleva el diablo, cruzó la calle sin siquiera mirar los autos que se detenían para no matarlo o lastimarlo. Llegó a la acera y miró en todas las direcciones buscándolo. No estaba, él ya había desaparecido de nuevo.  Se sintió perdido de nuevo, frustrado, enojado y abrumado por haberse perdido esa oportunidad única.
Frente a él estaba el buzón de correo y arriba de él, permanecía el avión de papel que nunca pudo lanzar, porque en su torpeza, lo dejó caer.
—Estoy salado, salado, salado —gritó enojado, agarrando el avión y lanzándolo con todas sus fuerzas hasta que lo vio alzarse en el cielo y volar hasta no verle más.
Caminó con los hombros bajos por toda la acera sin detenerse a mirar a nadie. La vida era demasiado injusta con él en esos momentos. Pero bien dicen que cuando algo no sucede es porque no está destinado a ser.
***
El avión de papel que el castaño lanzó para no tener que verlo más, terminó cayendo en el callejón donde se encontraban todos los demás aviones que jamás llegaron a su destino.  Este cobró vida obligando a los demás aviones a alzar su vuelo e ir detrás de Tom, mientras que él iba detrás del pelinegro.
Se recorrió la ciudad en su búsqueda y esperó que los demás lograran llevar a cabo el plan de hacer que se encontraran.
***
Tom caminaba cabizbajo por la acera, esperando que con ello se le pasara la terrible molestia que sentía, la frustración que lo estaba poniendo de mal humor. Se sintió como un tonto después de pensar que si hubiera corrido antes y entrado al edificio, tal vez estarían hablando de cualquier cosa.
Un avión de papel se pegó a su mano y lo lanzó fuera de su alcance, este se devolvió, trayendo consigo muchos más.
¿Qué estaba pasando?
Intentó sacárselos de encima, pero fue imposible hacerlo cuando estos hicieron que su cuerpo le obedeciera y se dejara llevar hacía sabía Dios dónde. Lo arrastraron por toda la ciudad, haciéndolo cruzar las calles repletas de autos que lo pitaban y aturdían cada vez que se cruzaba en sus caminos. No entendía que sucedía, ¿Alguna clase de extraña magia estaba provocando aquello tan increíble?
Él no tuvo más remedio que ceder a los aviones de papel que los arrastraban como si fuera un costal.
***
Mientras, en otro lado de la ciudad, el pelinegro se encontraba comprando algunas flores. De repente un ventarrón, trajo consigo un avioncito de papel que aterrizó en una de las masetas llenas de flores. Cuando lo observó detenidamente, se dio cuenta que era el mismo papel que días atrás había dejado marcado con un pequeño beso, justo en la estación del metro, en donde vio a ese chico con sonrisa tímida.
El avioncito comenzó a volar de nuevo. Le pareció tan divertido que corrió tras él con una sonrisa enorme en el rostro. No lo entendía, ni quería entenderlo, sólo se dejó llevar por aquella extraña magia en la que creía.
***
Tom trató de obligarse a no dejar que los aviones se lo llevaran, la gente lo miraba extraño y él no sabía qué hacer en esos momentos. Ellos eran más fuertes, podían arrastrar su cuerpo por toda la ciudad sin que él pudiera si quiera defenderse. 
— ¡¿Qué es esto?! —gritó una vez que se subió al metro.
Pero otra vez se dio por vencido y se sentó en un asiento. Estaba completamente cubierto de aviones de papel y eso era en realidad un poco bochornoso.
¿Por qué lo estaban llevando a la central? ¿Qué había allí que tanto insistían en conducirlo a ese lugar? Lo más descabellado de todo, eran esos avioncitos mágicos.
Él iba subiendo las escaleras, dando vueltas, y saltos que en su vida pensó hacer jamás.
El metro se detuvo, abriendo sus puertas en el mismo lugar en el que esperaba todas las mañanas. Cuando pudo centrarse en otra cosa que no fueron los aviones, levantó la mirada y  frente a él estaba el pelinegro de ojos bellos que le sonreía mientras su cabello y su piel brillaban con el sol, con su cabello danzando de un lado a otro y las mejillas encendidas en un tenue rubor que le pareció lo mas adorable del mundo.
Todos los aviones de papel se despegaron de su cuerpo y se permitió caminar hacia él. Verlo de cerca era aun más agradable y tranquilizador que la primera vez. No supo cuanto tiempo pasó antes de levantar su mano y colocarla sobre su caliente mejilla.
La llama de su corazón se encendió de tal manera, que si alguien llegara a abrirle el pecho, podría iluminar a una ciudad entera. Su piel era suave, sedosa y limpia.  
—Me llamo Bill —Dijo él sonriéndole, dejando que este le acariciara con el pulgar el pómulo y luego repasara el contorno de su nariz explorándolo. Eso era totalmente romántico a su parecer.
Él se dio cuenta que lo que hacía era demasiado atrevido y bajó la mano con timidez. Se rascó la nuca y rió extendiéndole la mano.
—Mi nombre es Tom.
Bill bajó la cabeza mostrándose tímido.
— ¿Cómo una persona como tú, desearía hablar con una persona como yo?
Bill alzó la mirada, con el sol dando directamente en sus ojos, haciéndolos brillar en un tono amarillento y sonrió.
— ¿Por qué no?
Tom quería saltar a abrazarlo pero se contuvo y lo único que pudo decir, fue lo que quiso desde un principio.
— ¿Quieres venir a tomar un café conmigo?
—Sería un placer hacerlo.

En el lugar menos esperado, a la hora menos pensada, con la gente que nunca imaginaste. Puedes conseguir aquello que llene de luz ese espacio de tu corazón que se ha perdido. Esa luz que siempre estará ahí, pero que brillara de forma escaza hasta que aparezca el combustible que la hará recorrer todo tu cuerpo para llenarte el alma de brillo.
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¿Qué les pareció?