domingo, 18 de mayo de 2014

One~Shot Paperman. TWC

¡Hola! muy buenas tardes a todas ustedes. Es una alegría para mi, volver a retomar este blog y qué mejor, que trayendo esta historia para ustedes. (Si es que todavía me leéis ;-;) de paso que tenemos nueva imagen *-* un diseño de la mano de la hermosa Miss Wounds
El banner va de la mano de mi hermana Valeria Espinoza. 
La historia esta basada en un cortometraje de Disney (Aquí para ver el vídeo)


 


Titulo: Paperman
Clasificación: PG/13 
Categoría: Slash  
Género: Twc no relacionado, Universo Alterno,fantasía, romance
Resumen: “A veces lo que buscas se presenta donde menos lo esperabas y desde ese momento, no dejas de pensar en ello”
Capitulo único
Una de las peores cosas que pueden ocurrir a una persona, es caer en la rutina diaria. Así como Tom, un joven de veinticuatro años que se levantaba todos los días pensando que el sol jamás llegaría a brillar para  su vida. El trabajo, su madre, su jefe, era eso en lo único que podía pensar todas las mañanas antes de ir a enfrentarse con el mundo.
A veces deseaba volver a ser un niño,  para no tener que preocuparse por nada más que sus juegos de autos o sus actividades del colegio.
Cuando creces te das cuenta, que deseas volver a tener esa pequeña llama en tu corazón que brilla con la intensidad de una estrella que resplandece en el majestuoso cielo, esa llama que se va apagando con el pasar del tiempo en el que sientes y piensas que nada volverá a ser igual, como años atrás cuando solo te preocupabas por el dolor que había en tus rodillas, o sentirte tonto por haberte salido de la línea mientras coloreabas.
Era una mañana cualquiera, no muy diferente a las demás. El cielo de Nueva York estaba completamente gris, el frío estaba un poco soportable, el ruido de la ciudad aun no empezaba a aturdirlo y la estación del metro estaba prácticamente vacía, a excepción de un puñado pequeño de personas que esperaban en una esquina.
Un momento de tranquilidad, algo que necesitaba tener antes de llegar a la oficina. Aunque eso no le quitaba lo tedioso que era estar despierto a esa hora de la mañana por tener que ir a su mediocre trabajo y ver la cara de su obstinado jefe. 
Estaba distraído mirando hacia un punto fijo, dejando escapar suspiros de vez en cuando y bostezos que bien podrían ser por hambre o por sueño. Necesitaba escapar de la rutina o conseguir una luz de guía, deseaba ver el sol brillar.
El viento estaba soplando con fuerza, mientras sentía que la piel se le erizaba con el pasar del vagón detrás de él. Una hoja de papel blanca le pasó por su frente, haciendo que centrara su vista en ella  y lograra ver pasar a un chico de cabello negro detrás de ella.
El castaño se quedó mirando hacia él y vio como este se devolvía guardando la hoja dentro de su carpeta marrón. Ambos se miraron por un momento, él le sonrió con timidez, colocando la mirada fija en otra dirección. ¿Por qué era así siempre que veía a alguien colocarse a su lado? Esta vez era un poco diferente, él llamó su atención de manera instantánea.
Era muy hermoso, sus ojos eran amplios y bellos, manchados de amarillo, una mezcla de café con miel. Poco más alto que él, con la apariencia delicada de una rosa recién nacida.  Su mano, la que permanecía quieta a su lado derecho, comenzó a temblar un poco mientras pensaba en mirarle de nuevo. Para cuando tomó la iniciativa de hacerlo, el vagón del metro hizo su aparición, provocando que la hoja de papel que tenía en su carpeta, saliera volando por los aires y se quedara estampada en el bello rostro del desconocido. Cuando  buscó la hoja se dio cuenta que él había dejado la marca de un beso color carmín que lo hizo sonreír por primera vez en el día.
Levantó su mirada para reírse con él pero para su mala suerte, él estaba caminando hacia el vagón que ya cerraba sus puertas.
«No te vayas» pensó, mas no le dio tiempo de decirlo en voz alta.
El castaño miró la hoja y luego al pelinegro que se alejaba cada vez más y suspiró sonriéndole por última vez. Él le devolvió la  media sonrisa alejándose hasta que ya no lo pudo ver. 
Se quedó solo y en completo silencio, aun sosteniendo la hoja de papel en su mano.

“A veces lo que buscas se presenta donde menos lo esperabas y desde ese momento, no dejas de pensar en ello”

Después de aquel día esperó en el mismo lugar del metro, que apareciera ese adorable joven de cabellos negros, poseedor de un rostro aniñado y puro. Parecido a un hada de invierno, pálido como la nieve, esplendoroso y elegante, ese que dejó un rastro luminoso en la oscuridad de su alma y corazón. Pero para su mala suerte nunca lo volvió a ver y lo único que guardaba de él era ese pequeño beso que sin querer, dejó plasmado en la hoja de papel.
Se encontraba sentado frente a su escritorio, observando la hoja de papel con el beso. Después de tanto tiempo agradeció que no se hubiera borrado. Suspiró con tristeza, al mismo tiempo que su jefe, el señor Coleman, dejaba sobre su escritorio un montón de papeles que se suponía tenía que llenar. El hombre de gafas y traje negro, se retiró dejándole una gran molestia.
La ventana al lado de su escritorio se encontraba abierta, el viento entró y  se quiso llevar el único recuerdo de él, su beso, el que le pertenecía.  Se levantó de un salto logrando agarrar la hoja, suspiró cansado  dándole una rápida mirada al edificio del frente. Sobresaltado se pegó al vidrio de la ventana sin dar crédito a lo que estaba viendo. Si su vista no le fallaba, juraba que era él, el pelinegro estaba al otro lado del edificio donde trabajaba. Y se veía increíble, tan elegante como ese día, llevando su carpeta marrón en la mano, sentándose en una silla frente al que seguramente le hacia una entrevista de trabajo.
Terminó de abrir la ventana e hizo un montón de señas en silencio para lograr captar su atención. Pero era inútil, él jamás voltearía a ver si seguía haciendo aquello. El señor Coleman logró verlo desde su oficina y con un rápido movimiento le hizo saber que no le agradaba lo que estaba haciendo.
Enojado se sentó en su silla de escritorio y miró la hoja con el beso, también miró sus hojas de trabajo y sonrió, una idea se le había ocurrido.
Agarró una hoja, la dobló hasta hacerla un avioncito de papel y se levantó para mirar por la ventana, a ver si él seguía ahí, en efecto ahí estaba. Lanzó el primer avión, que ni siquiera llegó a su destino. Cogió otra hoja, la dobló e hizo el intento de lanzar el avión otra vez para que llegara a su objetivo, cuando hizo el tercero, su jefe apareció frente suyo, tomándole por el brazo, cerrando la ventana con enojo. Eso lo sorprendió.  El señor Coleman entró a su oficina, y eso le dio ventaja para seguir en lo que deseaba conseguir.
Realizó avión, tras avión pero ninguno lograba entrar por la ventana abierta de la oficina donde el chico se encontraba.
— ¿Qué estás haciendo? —Susurró el pelirrubio que estaba detrás de él.
Pero él no le iba a contestar. A nadie le importaba lo que él estuviera haciendo y mucho menos nadie iba a lograr distraerle de su objetivo.
Hizo otro avión de papel y lo lanzó con todas sus fuerzas, otra vez este se estrelló en la pared sin llegar a su objetivo. Se volteó a buscar otra hoja pero ya no quedaba ninguna, solo aquella que tanto atesoraba.
La hoja con el beso.
—Tiene que ser esta —Dijo en voz alta mientras le hacia los doblajes.
Se acercó a la ventana con el corazón a punto de destrozarle la caja torácica, pero la mala suerte parecía estar de su lado ese día. El avión de papel se resbaló de sus manos y lo observó caer desde la altura del edificio, cuando volvió la mirada hacia el chico, este ya estaba saliendo de la oficina.
Todos sus compañeros de trabajo le estaban observando, él se dio cuenta y volteó a verlos, justo en el momento que su jefe salió y caminó hacia él con una montaña de hojas nuevas para trabajar.
— ¡Kaulitz! —Gritó— o te pones a trabajar o te vas despidiéndote de estar aquí —lanzó sobre el escritorio las hojas para luego darse la vuelta y dirigirse a su oficina.
Él se sentó derrotado. Por un momento pensó que no estaba destinado a encontrarse con aquel joven, pero ¿Qué perdía si corría detrás de él? Con un poco de suerte lo alcanzaría y lograría pedirle que fueran a tomar un café.
Se levantó dejando todo sobre su escritorio y corrió lo más rápido que sus piernas pudieron darle, en esos momentos lamentó no hacer suficiente ejercicio como para no sentirse tan cansado y sin respiración.
Salió del edificio como alma que se lleva el diablo, cruzó la calle sin siquiera mirar los autos que se detenían para no matarlo o lastimarlo. Llegó a la acera y miró en todas las direcciones buscándolo. No estaba, él ya había desaparecido de nuevo.  Se sintió perdido de nuevo, frustrado, enojado y abrumado por haberse perdido esa oportunidad única.
Frente a él estaba el buzón de correo y arriba de él, permanecía el avión de papel que nunca pudo lanzar, porque en su torpeza, lo dejó caer.
—Estoy salado, salado, salado —gritó enojado, agarrando el avión y lanzándolo con todas sus fuerzas hasta que lo vio alzarse en el cielo y volar hasta no verle más.
Caminó con los hombros bajos por toda la acera sin detenerse a mirar a nadie. La vida era demasiado injusta con él en esos momentos. Pero bien dicen que cuando algo no sucede es porque no está destinado a ser.
***
El avión de papel que el castaño lanzó para no tener que verlo más, terminó cayendo en el callejón donde se encontraban todos los demás aviones que jamás llegaron a su destino.  Este cobró vida obligando a los demás aviones a alzar su vuelo e ir detrás de Tom, mientras que él iba detrás del pelinegro.
Se recorrió la ciudad en su búsqueda y esperó que los demás lograran llevar a cabo el plan de hacer que se encontraran.
***
Tom caminaba cabizbajo por la acera, esperando que con ello se le pasara la terrible molestia que sentía, la frustración que lo estaba poniendo de mal humor. Se sintió como un tonto después de pensar que si hubiera corrido antes y entrado al edificio, tal vez estarían hablando de cualquier cosa.
Un avión de papel se pegó a su mano y lo lanzó fuera de su alcance, este se devolvió, trayendo consigo muchos más.
¿Qué estaba pasando?
Intentó sacárselos de encima, pero fue imposible hacerlo cuando estos hicieron que su cuerpo le obedeciera y se dejara llevar hacía sabía Dios dónde. Lo arrastraron por toda la ciudad, haciéndolo cruzar las calles repletas de autos que lo pitaban y aturdían cada vez que se cruzaba en sus caminos. No entendía que sucedía, ¿Alguna clase de extraña magia estaba provocando aquello tan increíble?
Él no tuvo más remedio que ceder a los aviones de papel que los arrastraban como si fuera un costal.
***
Mientras, en otro lado de la ciudad, el pelinegro se encontraba comprando algunas flores. De repente un ventarrón, trajo consigo un avioncito de papel que aterrizó en una de las masetas llenas de flores. Cuando lo observó detenidamente, se dio cuenta que era el mismo papel que días atrás había dejado marcado con un pequeño beso, justo en la estación del metro, en donde vio a ese chico con sonrisa tímida.
El avioncito comenzó a volar de nuevo. Le pareció tan divertido que corrió tras él con una sonrisa enorme en el rostro. No lo entendía, ni quería entenderlo, sólo se dejó llevar por aquella extraña magia en la que creía.
***
Tom trató de obligarse a no dejar que los aviones se lo llevaran, la gente lo miraba extraño y él no sabía qué hacer en esos momentos. Ellos eran más fuertes, podían arrastrar su cuerpo por toda la ciudad sin que él pudiera si quiera defenderse. 
— ¡¿Qué es esto?! —gritó una vez que se subió al metro.
Pero otra vez se dio por vencido y se sentó en un asiento. Estaba completamente cubierto de aviones de papel y eso era en realidad un poco bochornoso.
¿Por qué lo estaban llevando a la central? ¿Qué había allí que tanto insistían en conducirlo a ese lugar? Lo más descabellado de todo, eran esos avioncitos mágicos.
Él iba subiendo las escaleras, dando vueltas, y saltos que en su vida pensó hacer jamás.
El metro se detuvo, abriendo sus puertas en el mismo lugar en el que esperaba todas las mañanas. Cuando pudo centrarse en otra cosa que no fueron los aviones, levantó la mirada y  frente a él estaba el pelinegro de ojos bellos que le sonreía mientras su cabello y su piel brillaban con el sol, con su cabello danzando de un lado a otro y las mejillas encendidas en un tenue rubor que le pareció lo mas adorable del mundo.
Todos los aviones de papel se despegaron de su cuerpo y se permitió caminar hacia él. Verlo de cerca era aun más agradable y tranquilizador que la primera vez. No supo cuanto tiempo pasó antes de levantar su mano y colocarla sobre su caliente mejilla.
La llama de su corazón se encendió de tal manera, que si alguien llegara a abrirle el pecho, podría iluminar a una ciudad entera. Su piel era suave, sedosa y limpia.  
—Me llamo Bill —Dijo él sonriéndole, dejando que este le acariciara con el pulgar el pómulo y luego repasara el contorno de su nariz explorándolo. Eso era totalmente romántico a su parecer.
Él se dio cuenta que lo que hacía era demasiado atrevido y bajó la mano con timidez. Se rascó la nuca y rió extendiéndole la mano.
—Mi nombre es Tom.
Bill bajó la cabeza mostrándose tímido.
— ¿Cómo una persona como tú, desearía hablar con una persona como yo?
Bill alzó la mirada, con el sol dando directamente en sus ojos, haciéndolos brillar en un tono amarillento y sonrió.
— ¿Por qué no?
Tom quería saltar a abrazarlo pero se contuvo y lo único que pudo decir, fue lo que quiso desde un principio.
— ¿Quieres venir a tomar un café conmigo?
—Sería un placer hacerlo.

En el lugar menos esperado, a la hora menos pensada, con la gente que nunca imaginaste. Puedes conseguir aquello que llene de luz ese espacio de tu corazón que se ha perdido. Esa luz que siempre estará ahí, pero que brillara de forma escaza hasta que aparezca el combustible que la hará recorrer todo tu cuerpo para llenarte el alma de brillo.
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1 comentario:

  1. ayyyyy estuvo precioso me encanto a ver si subes mas cosas asi cuidate

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