Capitulo
XXII
En
el presente.
El
joven castaño estaba sentado en el sofá observando a su hijo Moritz jugar con
sus legos. Pensaba en lo mucho que su hijo se parecía a su padre.
Y es que parecían cortados por la misma
tijera.
Moritz era castaño, con los ojos más verdes
que había visto en su vida, su piel
blanca y la misma boca pequeña de Georg. Lo único que podría decirse que tenía
suyo, era su pequeña nariz respingona.
Todavía
no podía creer que Georg hubiera aparecido en la cafetería de Gustav.
Horas
atrás se había querido desmayar cuando vio al padre de su hijo frente a él.
—Papi
¿Quieres jugar conmigo?
—Claro
cariño.
Moritz
subió al sofá trayendo consigo un montón de bloques para jugar. Tom sonrió un
poco pero su cabeza estaba en otro lado.
Georg
llegó en el momento menos esperado, y sí, su corazón había despertado con sólo
verlo. Años anheló aunque sea verlo un momento y cuando por fin ya se estaba
olvidando de que existía, de que estaban a una distancia enorme, él aparecía,
con su cabello corto, sus músculos mucho mas marcados y todo para qué, para
joderlo con su simple respirar.
Así
actuaba el destino. Era como la teoría de Einstein llamada “La distancia
espeluznante” Según un principio de la física cuántica, dos quarks (las
partículas más pequeñas que forman la materia) con el mismo spin, o sentido de
giro, son inseparables. De manera que si alejamos el uno de otro y le cambiamos
el sentido del giro, el segundo también lo cambiará instintivamente para
reducir la distancia entre ellos y hacerla insignificante. Para especificar,
Georg cambió su rumbo y Tom permaneció en su sitió moviéndose de vez en cuando
pero regresando al lugar en dónde debía estar para que se encontraran de nuevo.
El
ruido sordo de la puerta le hizo alejar a Georg de sus pensamientos. Besó la
cabeza castaña de su hijo y se levantó para abrir la puerta. Se encontró con
Gustav parado frente a él con una bolsa en la mano derecha y en la otra llevaba
un dinosaurio de peluche.
—
¡Tío Gus! —gritó Moritz corriendo a abrazar la pierna de su querido tío.
—Hola
mi algodón de azúcar. —sonrió enternecido cargándolo y entregándole el
dinosaurio.
—
¿Cómo se dice? —Tom miró a su hijo.
—Gracias
tío Gus. —Moritz le besó la mejilla a su tío sonriendo.
—De
nada gordito. —Gustav bajó al niño, quien inmediatamente corrió hasta los
muebles para jugar con su nuevo juguete.
—Estas
malcriando a Moritz, cuando crezca te va a pedir hasta la vida y no vas a poder
dársela. —Tom se rió, estaba bromeando.
—Tonterías.
—sonrió.
Gustav
entró al departamento, se fue a la cocina a dejar los dulces que llevó para
Moritz y se devolvió a la sala en donde Tom estaba sentado esperándolo.
—Ya
me dijeron porque pediste permiso hoy. Georg se apareció por ahí. —comentó
sentándose en el sillón frente a Tom.
El
cambio en el rostro de Tom fue todo un poema. No quería hablar de ello, pero su
mejor amigo sí.
—Hoy
apareció en la cafetería, me dijo que quería hablar conmigo, le dije que no y
justo en ese momento apareció Moritz. —Él se quedó mirando a su hijo que bajó
de su regazo para buscar su auto de juguete y subir a su dinosaurio en el.
—Me
imagino cómo te pusiste, debió ser impactante verlo después de tanto tiempo. —Suspiró—
¿Qué dijo al ver a Moritz?
Tom
recordó todo y suspiró. — Su cara era confusa, me preguntó de quién era ese
niño y porqué me llamaba papá, pero yo le respondí que no era su problema.
—
¿Qué harás con eso Tom? Moritz ya comenzó a preguntarte por qué no tiene un
papá o mamá como los otros niños. ¿No piensas decirle a Georg que tiene un
hijo?
Él
se quedo mirando a Moritz ajeno a esa conversación que se trataba sobre él y su
padre. No estaba preparado para decirle nada a Georg porque sentía que él no
merecía saber si quiera que tenia a un precioso hijo con él. Era egoísta quizás,
pero Georg le abandono de una manera muy cruel que aunque él ya había perdonado
no quería tenerlo en su vida de nuevo. (Por lo menos eso era lo que su mente
decía, su cuerpo, su corazón y su alma deseaban algo diferente.)
Decirle
que Moritz era su hijo implicaría tener que verlo todos los días o peor aún, el
rechazo. Su hijo ya había tenido mucho rechazo de parte de sus abuelos como
para que viniera su propio padre a hacerlo también.
Definitivamente decirle no era una opción.
—No
le diré, no quiero volverlo a ver y sé que no me molestara más. —respondió
seguro. Aunque por dentro sabía muy bien que Georg volvería a buscarlo.
—Ay
Tom, sí Georg no sospechó, fue de bromita, Moritz es igualito a él, tarde que temprano se va a dar cuenta y
puede enojarse mucho contigo. ¿Lo entiendes? Es su padre.
Tom
sabía que así era pero no se sentía preparado para decirlo. Esperaba y anhelaba
con todo su ser no tener que pasar por eso.
***
Viernes
por la media tarde, era el último día de Moritz en el kínder y ese día no había
llorado para quedarse. Se fue divertido a jugar con sus compañeritos de clase.
Él
se encaminó, como todas las mañanas, a su trabajo en la cafetería de Gustav. El
camino estaba cubierto de nieve blanca y bella. Eran las ocho de la mañana y
los locales comenzaban a abrir, los compradores navideños entraban apenas
abrían la primera puerta para hacerse de las mejores cosas. Él sonrió porque un mes antes había comprado
un gran árbol de navidad y los adornos de su pequeño pero bonito y acogedor
departamento.
Era
la víspera de navidad y le encantaba pasarla junto a su bebito. En esa época
del año era que más extrañaba a su familia pero con el amor de Raven, Gustav y
Moritz ese pequeño vacío era llenado. (O algo parecido a estar lleno)
Se
sentó en un banca cerca de la cafetería y sintió los pequeños rayitos de sol
penetrarle las mejillas, calentando un poco su interior congelado por el frío. Suspiró
cerrando sus ojos pensando nuevamente en Georg y su bello rostro. Era hermoso,
lo era y mucho.
«Basta
ya Tom, deja de pensar en él» se regañó a si mismo abriendo sus ojos. Se
levantó enojado consigo mismo por pensar en ese que no le hacía bien. Se
encaminó hacia la cafetería y cuando entró la sorpresa que se llevó fue
agradable para su corazón pero aterradora y molesta para su mente y los demás
órganos. (Excluyendo al corazón, que parecía tener vida propia y no obedeciera
a lo que él le decía sobre esa persona que estaba viendo)
Trató
de ignorar la presencia de ese castaño precioso que estaba sentado en la mesa
cercana a la ventana. Llegando a la cocina para verificar que todo se estuviese
manejando bien, Lupita salió perfumada y con los labios llenos de un gloss rosa
ridículo. Eso no le gustó para nada, de sólo pensar que Georg estuviera
coqueteando con ella le revolvía el estomago.
—
¿A dónde crees qué vas tú? —Dijo alzando la ceja.
—Tú
qué crees. Voy a ver a ese bomboncito que esta allá sentado, cuando llegué
estaba sentado allí solito, así que corrí aquí a ponerme más bonita para él.
—ella sonrió coqueta.
«
¡Maldita zorra!» gritó Tom en su mente.
—Yo
iré no te preocupes. —él le sonrió con hipocresía.
—
¿Qué? claro que no, yo iré no te preocupes.
—
¡Qué no te dije ya!
Le
arrancó el pañuelo blanco que tenía en las manos y caminó a regañadientes hasta
donde estaba Georg. Su corazón se ensanchó en su pecho latiendo a un ritmo que
podría considerarse anormal.
Tenía
que reconocer que ese tío estaba más bueno que el pan dulce.
—Buenos
días, ¿En qué puedo ayudarte? —Se obligó a ser cortes, era su trabajo después
de todo.
Georg
alzó su bella mirada esmeralda y los rayos de sol que entraban por la ventana
hicieron brillar sus ojos.
Tom dejó de respirar.
—Vine
a verte.
—Lo
siento, no puedo hablar mucho tiempo con los clientes, reglas del dueño. —se
encogió de hombros.
—Entonces
tendré que pedir algo a cada rato para que seas tú quien me atienda aunque sea
por un momento. Necesitamos hablar Tom.
El
dejó caer los brazos a los lados
conteniendo el nudo que se había formado en su garganta. Él había pasado años
sacando conclusiones del porqué de su ida y ahora que ya no quería saber, aparecía
el hombre en cuestión, con su hermosa carita de querubín, a darle una
explicación que no quería escuchar.
—Escúchame
Georg, no quiero hablar contigo ¿No lo entiendes? Te dije el día que viniste
que tú y yo no tenemos nada que hablar, yo estoy ocupado con mi trabajo, mi
hijo y mis amigos, no me queda lugar para ti.
El
rostro de Georg era doloroso de ver, su mirada estaba triste. Pero eso no iba a
hacer que el corazón roto de Tom se ablandara y cayera de nuevo en esa trampa
mortal que le estaba tendiendo.
—Yo…
de verdad necesito explicarte porqué yo me…—Georg no pudo terminar de decir
nada porque su teléfono celular sonó interrumpiéndolo. Él pidió disculpas para
retirarse corriendo. Por sus gestos, no debió ser algo bueno lo que sea que le
dijeran del otro lado.
Tom
se quedó intrigado por saber lo que había ocurrido para que se fuera de esa
manera pero no iba a correr detrás de él. Se devolvió hasta la cocina
aguantando la mirada asesina de Lupita.
No
quería saber nada de Georg pero aún así él estaba ahí. Quizás debía darse la
oportunidad para hablar pero sinceramente no quería escuchar un cuento chino
que no lo convenciera y que sólo le hiciera perder el tiempo.
Tenía
miedo.
Miedo
de perder todo de nuevo.
***
Bill
iba en su limusina de camino a la dirección que había conseguido su asistente.
Era la cafetería “Der Freund” que le pertenecía al que un día fue su amigo y
donde trabajaba su hermano menor.
Estaba
bastante nervioso de reencontrarse con ellos, luego de que fuese tan mala
persona y los dejara. Pero todo había sido culpa de su anterior manager, se
había dejado llevar por sus “consejos” y perdió todo lo que siempre quiso, a su
hermano, su sobrino, sus amigos y a la persona que amó por primera vez en su
vida.
A
Raven.
Aunque
pensándolo bien no toda la culpa la tenía su asistente. Él tenía el poder para
no dejarse llevar por la fama y dejó que todo lo que tenía en ese momento lo
consumieran.
Las
manos le temblaban en el momento en que estuvo parado frente al local. Estaba
inseguro ¿Qué sí sus amigos no lo aceptaban? Tal vez le rechazarían y le dirían
que no quieren saber nada suyo.
Se
armó de valor y entró.
El
lugar era muy bonito, acogedor, elegante y hasta los cielos de adornos
navideños que le daban un toque especial por las fechas. El olor a café y
pastelitos recién hechos le inundo la
nariz. Cerró sus ojos por unos segundos para deleitarse con el agradable aroma,
y cuando los abrió una melena negra hasta la cintura le hizo acelerar el
corazón.
Era
Raven.
Joder.
Doble
joder.
Ella
estaba de espaldas hacia él, sabía que era ella porque reconocería ese cabello
así estuviera teñido de fucsia. Se acercó emocionado, temeroso y nervioso,
tenía los sentimientos encontrados. Caminó hasta ella y colocó su mano en el
bello y bronceado femenino.
—Cariño
por fin…
Raven
detuvo sus palabras cuando se dio la vuelta y vio a su antiguo novio parado
frente suyo.
Bill
no se lo podía creer, ella estaba preciosa, ruborizada, bella como una
estrella. Pero algo no cuadraba allí. Ella tenía un vientre grande mostrando
una avanzado embarazo que lo descoloco. Sintió rabia, sintió dolor, sintió alegría,
sintió hasta los sentimientos que no había sentido jamás en su vida.
—Raven…
—Bill…
Él
negó con su cabeza, preparado para decir todo lo que sentía. Las palabras se
resbalaron de su boca.
—
¿Cómo es posible? ¿Con quién? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué?
Raven
frunció el ceño y acaricio su vientre suspirando.
—Hola
Bill, yo estoy bien ¿Tú cómo estás? —hizo una mueca y empezó a responder las
preguntas formuladas por su sorprendido ex novio. — ¿Cómo es posible? Biología
básica, después del coito, el espermatozoide fecundo el ovulo y he aquí el
resultado. —señaló su vientre con orgullo. — ¿Cuándo? Hace aproximadamente
siete meses. ¿Dónde? Creo que en el departamento de Tom si mal no recuerdo. Y
¿Porqué? Pues porque mi esposo y yo queríamos tener un pequeño y resulta que
vamos a tener dos. Es fácil de entender.
Bill
ignoró que Raven había utilizado un tono de voz odioso con él. ¿Había dicho su
esposo? ¡Joder! ¿Cuándo se había casado? No se lo podía creer. Pero venga, ¿Qué
esperaba después de tanto tiempo? Qué ella le esperara con los brazos abiertos.
—Y
lo más importante ¿Quién? Yo creo que eso…
—Hola
cariño.
Gustav
hizo su acto de presencia. Él no vio que Bill era el hombre con quien su esposa
hablaba por lo que llegó y la besó sin pedir permiso a nadie.
Para
Bill eso fue otra bomba que le aceleró el corazón. Su mejor amigo, ¡Su mejor
amigo había embarazado a su mujer! Un momento, ella ya no era su mujer. Sus
piernas estaban a punto de ceder por lo que tuvo que sentarse. Era demasiado
por ese día, quería llorar.
Gustav
por su parte volteó a ver a Bill sentándose en una silla, no tenía color en el
rostro y ya se imaginaba porque estaba así.
Él
se le acercó un poco incomodo.
—
¿Te sientes bien?
Bill
alzó su mirada llena de lágrimas. Sus ojos reflejaban todo tipo de sentimientos
abrumadores que le hicieron apartarse un poco.
—Rav
tráele un poco de agua ¿Sí?
—
¡No quiero nada! —gritó mirando a Raven. — Lo único que quiero y exijo saber es
¿Por qué ustedes dos? ¡Porqué Raven!
Las
personas que se encontraban tomándose un café, miraron al modelo. Gustav miró a
los demás y hablo en voz baja.
—Vamos
a mi oficina, ahí podremos hablar.
Bill
se dio cuenta que estaba haciendo el ridículo y decidió bajar la voz.
—Lo
siento. —susurró secándose las lagrimas que se habían corrido por las mejillas.
—Entiendo
como debes sentirte pero…
—
¡No! Tú no lo entiendes porque no estás dentro de mí. ¿Por qué ella Gustav?
Él
entendía perfectamente lo ridículo que se veía reclamando por algo que ya no
podía. Era estúpido de su parte pensar que Raven lo esperaría todos esos años
con los brazos abiertos para establecer una relación de nuevo. Podía recordar
el último día que estuvieron juntos dos años atrás. Ese recuerdo lo perseguía y
le hacía rabiar por lo estúpido que fue.
Mayo, en ese mes Bill había sido
seleccionado para modelar ropa de una reconocida marca de ropa para hombres.
Como modelo principal tenía que llegar y desfilar por la alfombra negra, y como
no, él no podía llegar solo.
¿Quién mejor que su chica para
acompañarlo?
—Bill, te lo repito por enésima
vez. ¡No puedes llevar a tu novia contigo!
— ¿Porqué? —preguntó algo
fastidiado de su agente. Ese hombre nada más que molestaba con sus estupideces.
—No te da buena imagen ¿Entiendes?
Tú chica es…—él hombre en cuestión frunció los labios. —, ella es fea. ¿Lo
entendiste? Los periódicos y en la televisión no hacen más que decir que Raven
es demasiado plebeya, por decirlo así, para ti. Tú eres un rey, necesitas una bella
reina contigo, una así como Cara Delevigne o Miranda Kerr.
Bill le miró con el ceño fruncido.
—Cara Delevigne parece un macho y aunque no soy el indicado para decirlo me
gustan las mujeres con rasgos MUY femeninos. Miranda Ker tiene a Orlando Bloom
así que olvídalo.
—Vale, era sólo un jodido ejemplo.
Tú necesitas a una buena chica contigo, no a Raven ¿entiendes que puede dañar
tu carrera como modelo? Deberías dejarla.
El aludido miró a su agente
retirarse. Raven era bonita para él, pero su agente tenía un poco de razón.
Raven no era la belleza con la que los demás querían verle.
Una hora más tarde, Raven llegó al
departamento de Bill. Llevaba puesto un vestido ceñido a su voluminoso cuerpo,
su escote era perfecto, ella estaba preciosísima pero al verla, Bill pensó que
no era suficiente.
Él no quería que le vieran con
ella, no de nuevo. Le importaba mucho lo que dijeran.
—Estoy contenta de que por fin
hagamos algo juntos Bill. —Sonrió acercándose a su novio, le abrazó pero él la
apartó.
—Raven, no quiero que nos vean
juntos de nuevo.
Ella frunció el ceño. Su expresión
fue todo un poema (literal) sus labios temblaron como si fuera a llorar. En ese
momento Bill no sentía absolutamente nada.
— ¿Por qué?
—Mírate, no puedes estar conmigo
frente a los demás.
Raven se apartó de él aún más
sorprendida y dolida.
— ¿Qué?
—Sí quieres que sigamos juntos
debes decir que no eres mi novia, no nos podremos ver en público.
— ¿Qué? —seguía diciendo ella
tratando de comprender las palabras.
—Me entendiste Raven.
Ella agarró su bolsa, al levantar
la mirada su ojos estaban cubiertos de lagrimas. El maquillaje negro se le
corrió, su rostro era puro dolor.
—No sabía que te daba pena estar
conmigo. Tal vez no sea la mujer más bella de este planeta pero te di todo de
mi, te di lo que jamás le di a nadie. Te amé como una jodida idiota y pensé que
tú me amabas a mí pero veo que no es así.
Él se sintió malvado y trato de
retractarse. Sintió que fue demasiado brusco.
—Yo te amo Raven pero…
Ella lo interrumpió.
—No hay pero que valga después de
todo lo que acabas de decir.
Se acercó hasta la puerta y salió
dejándole en completa soledad.
Sólo
recordar aquellos momentos le hizo sentir el hombre más idiota del planeta. Fue
cruel, fue desalmado, fue un hombre egoísta y estúpido.
Se
levantó, miró a Raven, que lo miraba asustada, y caminó hasta la salida, subió
a su limusina y lloró como un crio.
Lloró
porque perdió a Raven.
Lloró
porque perdió a su hermano.
Lloró
porque lo perdió todo.
ay que cruel fue eso por dios pero ni modo raven encontro a alguien que la amaba en verdad sin importarle la opinion de los demas me encanto espero los proximos y ahora si me voy a hacer limpieza un beso
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