Capitulo
XXVI
—Tanto
tiempo sin vernos. El destino quiso volver a juntarnos. —sonrió malicioso.
Maravilloso
era ese día. Ya cuando se sentía la mierda en su estado puro, aparecía éste
tipejo con porte celestial (que de celestial no tenía nada más que el porte) y
le hablaba como si nada. Deseaba no tener que hablar mucho tiempo más, la sola
presencia de Rafael le daban arcadas.
—No
creo en esas cuestiones del destino. —dijo, aunque de una mentira se tratase.
El jodido destino era el que lo tenía verde hasta las pelotas.
—Vale,
pero porqué tan a la defensiva corazón, no te voy a comer. A menos que quieras
que lo haga. —sonrió con lascivia fijando su intensa mirada azul sombre el
cuerpo del moreno, recorriéndole de arriba abajo.
Tom
le miró con detenimiento, observando cada movimiento de sus manos. Así evitaría
cualquiera mala jugada.
Rafael
no había cambiado mucho en esos años, seguía siendo condenadamente guapo y
seguro de sí mismo. Su cabello rubio danzaba junto con el viento dándole un
aspecto angelical y tentador. Pero ¿Qué ganaba con eso?
—Voy
apurado. Tal vez, y espero que no, nos volvamos a ver por ahí.
El
rubio chasqueó la lengua negando con la cabeza.
—La
última vez que te vi ibas con un mocoso de la mano. ¿Sobrino? ¿Hijo?
Su
venita protectora lo puso aun más a la defensiva, Moritz no era ningún mocoso.
—Es
mi hijo. Antes de que preguntes, no te voy a decir nada sobre él, así que con
permiso.
Tom
caminó pero Rafael lo detuvo tomándole el antebrazo.
—
¿Tienes pareja o algo así? No me digas que tú lo pariste porque sería el colmo.
—se rió socarrón.
La
sangre le hirvió. —Sí, lo parí yo, lo tuve nueve meses en mi vientre y me
importa un pepino lo que opines.
El
rubio soltó una carcajada. — He de imaginar que el padre es Georg ¿no?
Tom
se soltó de su agarre dándole la espalda para empezar a caminar rápido.
Rafael
le iba pisando los talones. ¡Jodido fuera ese rubito!
—Por
tu expresión debo decir que no están juntos.
El
moreno se detuvo mirándolo a los ojos.
—No
estamos juntos, no es tu problema joder. —le gritó tratando de alejarlo. — ¿Por
qué me sigues? No quiero tenerte cerca.
—La
última vez que te vi y hablamos Georg te salvó, pero ahora nadie puede hacerlo.
Él
no lo entendió hasta que sintió un pinchazo en el antebrazo. Al mirarse, se dio
cuenta que Rafael le había inyectado algo en el brazo.
—Aquí
te pillo, aquí te follo. —rió burlón.
—Maldito.
Su
última palabra antes de caer en un sueño profundo.
***
Hacía
mucho frió, la cabeza le estaba dando vueltas y no podía sentir sus brazos,
sentía el frió calarle los huesos, estaba desnudo lo supo porque no sentía la tela sobre su piel. Abrió sus
ojos con desasosiego observando el techo. Había un enorme espejo que le
permitió verse atado de manos y pies en una cama en forma de corazón. Poseía
solamente el bóxer, pero su pene estaba afuera. ¿Qué demonios…?
—
¡Joder! —gritó moviéndose. Las cuerdas en sus muñecas le lastimaban.
—Qué
bueno que ya despertaste, llevo horas esperando a ver tus bellos ojos abrirse.
Tom
volteó a ver quien hablaba. Ver a su agresor le provoco arcadas.
—
¿Qué mierda estás haciendo? Cuando salga de ésta voy a matarte.
—No
vas a salir Tom. Por mucho tiempo te desee, cuando me fui a Francia para tratar
de olvidarme, me di cuenta que si no eras mío, no eras de nadie. Pero me
descubrieron haciendo cosas indebidas con animales y pasé los últimos dos años
en un psiquiátrico en Leipzig. Recién llegué a Berlín hace unos meses y di
contigo.
El
corazón de Tom latía asustado. Comenzó a sudar, su cuerpo entero comenzó a
temblar de miedo. ¿Por qué le pasaban todas esas cosas? Tenía que estar
maldito.
—No
me hagas daño.
—
¿Por qué no hacerlo? —el de orbes azules empuñó un cuchillo de cocina en sus pálidas
manos. Sonreía tal cual un asesino en serie.
Tenía
que pensar rápido qué hacer. Buscar soluciones rápidas, estudiar el lugar e
idear algo para hacer que Rafael no le hiciera daño. Toda esa mierda era como
una película de terror o un episodio de “Mentes criminales” sin ir muy atrás
“Escena del crimen”
Rafael
pasó la punta del cuchillo por la planta del pie de Tom. Éste se estremeció
cerrando sus ojos con temor de lo que pudiera ocurrir a continuación.
—Siempre
desee poseer tu cuerpo. —le miraba con lascivia inyectada en sus ojos, esos que
ya no eran más como de ángeles, sino que ahora parecían del mismísimo diablo.
Tom
tragó fuerte. — Cariño, vamos a hablar con calma…—su voz era apenas audible,
tenía muchísimo miedo y las lagrimas se amontonaban en sus ojos. — desátame y
te prometo que haré todo lo que tú quieras.
El
rubio le miró con los ojos fuera de órbita. Parecía drogado, confundido,
enfermo. Se sentó a un lado de la cama,
levantando el cuchillo en lo más alto.
—
¡Por favor no me mates!
Tom
cerró sus ojos esperando lo peor, cuando sintió que las ataduras de sus muñecas
fueron retiradas de un solo tajo. El alivió llegó cuando abrió los ojos y pudo
bajar las manos dejando que la sangre corriera.
—Lo
hago porque dijiste que harías lo que yo quisiera. —susurró Rafael ahora
pareciendo una persona dócil y sin problemas. Como un cachorrito que necesita
de amor.
Él
observó el cuchillo y decidió comportarse, mientras de manera lenta trataba de
sacar el pie de una de las cuerdas que le ataban. El plan era desatarse,
esperar que se distrajera y buscar una salida rápida.
«Ver
todos los episodios de CSI, las películas y mentes criminales me tiene que
servir para algo» pensó mordiéndose el labio inferior.
—Sí
me haces una mala jugada voy a matarte a ti y a tu mocoso. ¿Lo entiendes?
La
sola mención de su hijo le provocó un escalofrió aterrador que le recorrió toda
la columna. Tenía que hacer las cosas bien.
—No
haré nada Rafael, me quedaré quieto, lo prometo. —dijo tragándose las mil y una
malas palabras, el llanto y las ganas de gritar hasta quedarse ronco. Era un
jodido hombre, no una damisela en peligro, debía actuar como lo que era, un
hombre hecho y derecho, que aunque era homosexual y había tenido un hijo,
hombre al fin y al cabo era.
—No
confío en ti.
Tom
tragó saliva al ver como se acercaba de nuevo. El cuchillo en su mano era lo
que más preocupaba al joven atado de pies. Los nervios lo estaban matando pero
era más fuerte que ellos, la única persona que llegó a su mente y por la que
tenía que lograr salir de ahí, era su hijo.
—Odio
a Georg por ser el que tiene tu corazón. —agarro una silla cercana, le dio la
vuelta y se sentó mirándole fijamente. — porque sé que aún lo quieres.
—No
lo quiero. —susurró tratando de creérselo él mismo.
—
¡No me mientas! —gritó Rafael.
—
¡No te miento! Él desapareció de mi vida hace mucho tiempo y ya no lo quiero. —su
voz era fuerte, hablaba lo más serio que podía.
—Entonces
tengo la oportunidad ¿no? —colocó el cuchillo en la cama sonriendo y fijando su
gélida mirada sobre el cuerpo de Tom.
El
joven se mordió el labio inferior tan fuerte, que se hizo sangre. El cuchillo
estaba ahí, frente a él, pero si lo agarraba y forcejeaban estando él amarrado
de pies, el resultado podría ser fatal.
—Sí,
la tienes pero por favor ¿podrías desatarme los pies? Esas cuerdas están
cociéndome la piel.
Espero
alguna respuesta del rubio. Después de unos minutos, se levantó con el cuchillo
en mano y le quitó las cuerdas de los pies, se sorprendía de que Rafael fuera
tan tonto.
—Hablemos
Rafael. —necesitaba ganar tiempo. — cuéntame porque estuviste internado en un
psiquiátrico, quiero ayudarte.
En
un principió dudo, pero luego se acomodo
a su lado y suspiró. —Siento placer asesinando animales… —sonrió con malicia. —
y personas.
Tom
volvió a tragar bien fuerte. ¿Cómo había sido posible que un joven adinerado,
proveniente de una buena familia y estudiante de una carrera importante, cayera
tan bajo?
—Yo…
—No
sabes que decir ¿No? No te esperabas que te lo dijera así de sopetón. —se rió. —
no te preocupes, no me da vergüenza decirlo, quiero que algún día el mundo me
reconozca por ser un asesino en serie.
Estaba
chiflado, muy chiflado.
—
¿Por qué? —se le ocurrió preguntar.
—Siempre
he sido así, además hay voces en mi cabeza que me dicen siempre que hacer. Siempre
me han dicho que te busque porque tú eres para mí y una vez que te posea y te
despelleje voy a ser famoso. —sonrió como si de una cosa normal hablara.
—No
puedes estar hablando en serio. —rió por causa de los nervios.
—Estoy
hablando muy en serio. Primero voy a estar contigo, fundirme dentro de ti, derramar
mi semilla dentro de ti. —Suspiró y cerró los ojos— y después voy a quitarte
toda la bonita piel que tienes y me la comeré. Porque tú, mi querido Tom,
siempre has sido mi objetivo desde que te vi en el salón de mi querido amigo
Gustav.
***
Bill
caminaba de un lado a otro intentado comunicarse con Tom. Se había enterado de
lo que había ocurrido en la cafetería de Gustav y sabía —porque lo sentía en su
ser— que su hermano no estaba bien. Él
no aparecía desde muy temprano en la mañana, y para rematar el colmo, Moritz
estaba ardiendo en fiebre y él, ya no sabía qué hacer.
—Tío
Bill, quiero ver a mi papi. —lloriqueó el niño con sus mejillas rojas por la
fiebre.
—Ya
vendrá Moritz.
Su
preocupación se hizo más grande, cuando sintió que su hermano sentía dolor.
¿Dónde demonios estaba?
El
timbre de la casa sonó. Él corrió a abrir con la esperanza de que fuera Tom
pero se equivocó, era Raven con Gustav y ambos tenían rostro preocupado.
—
¿Qué le pasa a mi gordito? —preguntó Raven entrando rápidamente, dirigiéndose a
la sala, en donde Moritz estaba tendido sobre el sofá.
—Tiene
mucha temperatura y dice que le duele la garganta, le he dado medicina pero no está
mejorando, por eso los he llamado. —dijo Bill acercándose a ellos.
—
¿Dónde está Tom? —preguntó Gustav.
—No
lo sé, desde esta mañana que se fue a encontrarse contigo no lo he visto, y
para rematar, tampoco contesta su jodido celular. —llevó una mano a su pecho. —
no sé porqué siento que algo no anda bien, es un pequeño dolor en el pecho que
me alerta que Tom está en peligro.
Gustav
se sentó en el sofá pesando en la última vez que lo había visto. Se sintió mal
porque lo trató mal cuando no había sido a propósito nada de lo que sucedió en
la cafetería.
Mientras pensaba se le vino a la mente la
posibilidad de que Tom estuviera con Georg.
—Ya
sé, llamaré a Georg. —El rubio chasqueó los dedos buscando su celular.
—¿Qué?
¿Para qué vas a llamar a ese inútil? —Bill le quitó el celular. — no tiene ni
arte ni parte en esta situación.
—La
tiene, lo sabes que sí. —Gustav miró a Moritz en los brazos de Raven, tenía las
mejillas menos coloradas, eso quería decir que la fiebre estaba bajando.
Bill
también puso la mirada en su sobrino, tenía un poco de razón.
—Tal
vez, cabe la mínima posibilidad de que se encuentren juntos. —murmuró
sentándose en el sofá al lado de Raven.
—Estoy
casi seguro que sí.
Ay no que ese loco no le haga nada a tom por dios esto me dejo de nervios leo el siguiente
ResponderEliminarsabía que era él... me encanta la fic... no había podido comentar pero los leía
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