Capitulo
XXX
—Ge-Georg,
aléjate. —trató de quitárselo de encima, pero su olor masculino lo derritió.
Adoraba el perfume de Georg.
—Déjame
amarte, déjame compensar todos esos años que te amé y te hice daño. —Se acercó
más a su rostro casi rosándole los labios. — te hice muchísimo daño, estoy
arrepentido y te amo.
Tom
tragó saliva. Había anhelado esas palabras desde que estaba enamorado de él.
Cerró los ojos apartándolo.
—Tengo
que pensarlo mucho más Georg, ahora tengo a Hannah y…
—
¡Y qué mierda me importa a mi Hannah! —explotó el mayor. — tú la metiste en
esto porque creíste que yo pensaría que la quieres. ¡La utilizas de una manera
muy baja! ¡Ella te quiere por el amor de Dios! Sólo un tonto de culo como tú no
podría darse cuenta que ella está contigo porque te quiere.
Tom
se quedó en silencio. Georg tenía razón, estaba usando a Hannah, le estaba
haciendo lo mismo que Georg le hizo años atrás. ¿En que se estaba convirtiendo?
—Le
estás haciendo lo mismo que yo te hice y eso es injusto para una mujer que
acaba de tener un bebé y esta tan vulnerable. ¡Te aprovechas!
El
moreno sabía que era cierto. El nudo en su garganta era bastante difícil de
tragar. Estaba tratándolo mal pero lo merecía por estar haciéndole el mal a
alguien que ciertamente lo quería más de lo que él podía imaginar.
—Escúchame
Tom. —Georg se calmó un poco. — tienes miedo a lo que pueda pasar con nosotros
dos si decidimos estar juntos de nuevo. Pero yo te amo, siempre lo he hecho, he
sido idiota y lo he pagado caro, ahora quiero remediar mis errores contigo y
cuidar de nuestro hijo, nosotros dos juntos, como la familia que Moritz merece.
—caminó hacia la puerta de la cocina. — te voy a dar una sola semana Tom, sí tu
en esa semana no me das una respuesta, voy a conseguir el permiso para llevarme
a Moritz a Holanda, me importa que busques un abogado, mil abogados, yo merezco
pasar tiempo con mi hijo, y quiero que conozca a mi padre, a su tío y mis abuelos. ¿Entendido?
Y
se fue. Tom se quedó en silencio, asustado hasta la medula por las palabras que
había dicho Georg.
Tenía
que decidir sí quería acabar con el sufrimiento o pelear con Georg hasta que
todo llegase un triste final. Dos opciones difíciles.
***
Era
martes por la mañana. Moritz estaba sentado en su cama jugado con algunos de
sus muñecos. Tom entró en la habitación co el desayuno para su niño, no había
escuela ese día así que lo mimaría un poquito.
—Moritz,
he traído todo lo que te encanta desayunar.
El
niño sonrió alegre mirando a su padre sentarse a su lado con una bandeja llena
de comida y frutas de las que le encantaban.
—
¡Gracias papi! —Le besó la mejilla— papi, puedes llamar a papá Giog y decirle
que venga a comer con nosotros.
Tom
suspiró. Moritz todos los días quería que Georg estuviera en la casa, cenara
con él, almorzaran juntos, cenaran juntos… estaba un poco celoso de que su niño
le diera tanta atención al otro padre, pero era de entenderse que los dos
necesitaban establecer la relación padre/hijo.
—Papá
no puede venir porque esta de guardia en el hospital donde trabaja, ayer te
dijo que podrá venir en la tarde. —sonrió un poco.
—Oh,
es cierto. —el pequeño mordió una banana. — las bananas son tan ricas papi. —sus
ojitos brillaron.
El
padre sonrió viendo a su hijo comer sus frutas y los hotcakes que había
preparado especialmente para él. Mientras terminaba pensaba en la discusión que
había tenido con Hannah la noche anterior. Él le había comentado todo lo que había
pasado con Georg y esta había reaccionado como él no lo esperaba. Ella se
alteró y recogió todas sus cosas para
irse. Él no quería que eso sucediera pero las cosas se salieron de control y no
tuvo otro remedio que dejar que ella le abandonara.
Y
pensándolo bien, era mucho mejor así. Él la quería nada más como una amiga y
viviendo bajo el mismo techo, sería hacerle más daño, y aun mas cuando delante
de su hermano y sus amigos tenían que actuar como si de verdad fueran pareja.
Tom siempre notó que Hannah adoraba que ellos llegaran a casa, sólo para estar
encima de él la mayoría del tiempo. Era un poco molesto siendo que a él no le
gustaba tanto contacto físico con una mujer.
Estaba
dándole tantas vueltas al asunto sobre Georg que se le olvido por completo que
debía ir a la clínica a buscar sus resultado. Alistó a su pequeño Moritz y lo
llevó con él hasta el hospital, seguro que el niño estaría feliz de que por
casualidad se encontrara a su papá.
Estando
en el hospital los nervios se apoderaron de él. No quería estar embarazado de
nuevo, no creía que fuera posible pero lo mejor era descartar aquella
situación.
La
consulta con el médico fue rápida. Los mareos y todos los demás síntomas que
tenía se debía a una baja de plaquetas, no era más que eso. Se sintió aliviado
de saber que no estaba embarazado.
Moritz
miraba por todos los pasillos a ver si encontraba a su padre. Tom lo observaba
sonriendo de lo desesperado que se le veía.
—Calma
mi niño, vamos a llamarlo a ver si esta aquí. —sacó su celular y marcó, caía la
contestadora. —No contesta el celular, seguro está ocupado mi amor. ¿Te parece
si nos vamos por un helado?
—Pero
yo quiero ver a mi papá. —suspiró entristecido.
—Lo
veras ahora más tarde mi gordo. Tenemos que ir a casa, vamos por un helado
primero. ¿Quieres?
El
niño asintió desganado. El padre se sintió mal de ver a su niño triste, pero no
podía hacer nada. Caminando hacia la salida, se encontró con Georg, Moritz
saltó de alegría y corrió a abrazarlo. Probablemente las casualidades existían.
—
¿Qué hacen aquí? —preguntó besando la mejilla de su hijo.
—Mi
papi vino a saber si iba a tener un bebé. —dijo Moritz con total inocencia,
jugando con los lápices en el bolsillo de la bata de Georg.
Tom
quería que se lo tragara la tierra. Debía haberle dicho a su niño bocón que no
dijera nada de lo que hizo en la consulta. La expresión de Georg era todo un
poema (literal) su boca se entreabrió y sus ojos se pusieron mas grandes por la
sorpresa.
—
¿Estás embarazado de mí? ¿Vas a tener un hijo mío? —preguntó directo.
—No,
estoy de Gustav, tú sabes, no me pude resistir. —dijo con sarcasmo. — ¡Crees
que yo me acuesto con todo el pendejo que se me ponga en frente! —exclamó
irritado.
—Vale,
no grites. —Georg colocó una mano sobre el hombro de Tom. quería calmarlo, eso
no le haría bien al bebé.
—Entonces
no me cabrees.
Moritz
formó una “O” grande con la boquita.
—Oh,
papi dijo una grosería.
Tom
se sintió avergonzado. Estaba tan ruborizado.
—Lo
siento bebé, no la volveré a decir. Tú nunca la repitas ¿Entendido? —miró a su
hijo a los ojos.
El
niño asintió. Georg seguía tocándolo para relajarlo. Estaba emocionado con la
idea de tener otro hijo con Tom, eso tendría que ayudarlo.
—Vamos
a la sala de maternidad. Te voy a poner en control desde ya con la doctora
Tammy, ella es una buenísima ginecóloga y te aseguro que tomara control de todo
desde ya. —Tomó la mano de Tom jalándolo para que caminara.
Tom
no se lo podía creer. Se le veía demasiado emocionado por la sola mención del
“embarazo” tanta emoción le causo a él, que deseo estar embarazado de verdad.
Pero no podía mentirle de esa manera tan cruel.
Jaló
su brazo liberándose del agarre de Georg. Él se detuvo mirándolo.
—Sé
que no quieres que te toque pero tendremos otro hijo y quiero ser parte de su
crecimiento en tu vientre y su nacimiento y todo lo que tenga que ver con él o
ella.
El
moreno quería llorar de emoción. Pero eso lo haría ver como un llorica.
—Escúchame
Georg. —suspiró. — Yo no estoy embarazado.
Georg
tragó fuerte. ¿Cómo que no?
—Pero
Moritz y tú dijeron…
Interrumpió.
—Moritz dijo que yo vine a saber si lo estaba. Yo te dije lo demás con
sarcasmo, no estoy embarazado, ni quiero estarlo, ni podré estarlo nunca más.
¿Entiendes?
Recordó
aquel día después del nacimiento de Moritz. Cuando el doctor le había dicho que
no podría tener hijos más nunca. Ese día sintió un peso más alojarse en su
pecho, quizás porque albergaba la esperanza de tener otro. Aunque también se
alegró de no tener que volver a pasar por un parto. Era doloroso, más para un
hombre.
—
¿Por qué no puedes? Tuviste a Moritz.
—Es
algo que no quiero hablar con Moritz presente, yo sólo quiero ir a casa.
—mordió su labio impaciente. — Ven Moritz. —abrió sus brazos para que su hijo
entrara en ellos.
Moritz
miró el rostro entristecido de Georg y lo
abrazó consolador. Luego fue a los brazos de Tom y también le abrazo con
fuerza. Aunque no entendía mucho de lo que sucedía, sabía que sus dos padres
estaban tristes y sufriendo.
—Papi,
quiero que tengas un bebé ahí adentro para que mi papá Giog no se sienta
triste.
Esas
palabritas funcionaron porque se sintió más mal de lo que estaba.
—No
puedo hacer eso bebé, pero tu papá se sentirá bien más tarde. ¿Verdad?
—Sí.
Fue
lo único que dijo. Se acercó a Moritz y le besó la frente, seguido de eso, le
besó la mejilla a Tom y se fue.
Tom
se sentía mal por Georg.
ayyyyy el otro ya todo feliz porque seria padre de nuevo jajajaj pobre voy al siguiente me encanto como siempre un beso
ResponderEliminarjoder :'( que cosas dios
ResponderEliminar