Capitulo
XXIX
Había
pasado un mes entero desde que Tom convivía con Hannah. Ella tenía claro que
Tom no la quería porque días después de haberse mudado con él, él le confesó
que todo lo que había hecho era por Georg y sus ganas de no querer regresar con
él. A la rubia eso le sentó mal pero no por eso iba a alejarse de Tom, lo
quería mucho como para dejarlo y si tenía que ayudarlo, lo haría.
A
la luz del mundo ellos dos eran pareja. Incluso, Gustav, Raven y Bill pensaban
que era cierto. Tom no había querido contarle nada a ninguno porque quiso ser
bastante reservado con el tema. A Moritz le agradaba Hannah y su pequeño bebé,
pero Tom sabía que Moritz extrañaba un montón a Georg, quien tenía un mes sin
aparecer por su casa, ni por ningún otro lado.
Tom
sufría en silencio, pero su sufrimiento ahora era más llevadero. Con Hannah no
tenía que demostrar mucho afecto de pareja porque ella lo sabía todo, ella era
más bien su confidente y mejor amiga.
La
cafetería de Gustav, estaba de nuevo funcionando. Hannah y él atendían el local
porque Lupita había sido despedida y sólo quedaban ellos dos libres para
trabajar, ambos lo disfrutaban. Moritz estaba en el kínder y el pequeño Tommy,
era atendido por una niñera que se quedaba con ellos en la cafetería.
Gustav
también tenía muchas cosas que hacer con el nacimiento de sus mellizos.
La
tarde del día viernes, Tom caminaba por los pasillos del hospital central de Berlín.
Estaba ahí porque quería hacerse algunos chequeos de rutina, se había estado
sintiendo un poco mal en el último mes y quería descartar la pequeña
posibilidad de haberse embarazado de Georg, otra vez. No quería imaginar lo que
pasaría si llegara a ser eso, él no podía tener hijos, ya no quería tenerlos.
Mientras
caminaba recordó cuando ingresó a ese lugar con trabajo de parto, sonrió
imaginándose lo hermoso y grande que era Moritz cuando era un bebé. Sin lugar a
las dudas de nadie, ese día había sido el mejor de toda su vida.
Se
sentó en la recepción a esperar para ser atendido. Cerró sus ojos y recostó su
cabeza sobre la pared para descansar un poco los ojos, Tommy estaba enfermo y
se había desvelado junto a Hannah atendiendo al niño. Alguien se había sentado a su lado, pudo percibir
un cuerpo a su lado, no le prestó mucha atención.
—Hola
Tom. —escuchó la voz de Georg.
De
un sobresalto, abrió los ojos y ahí le vio. Sentado a su lado y traía puesta
una bata de medico.
—
¿Qué haces aquí?
—Aquí
trabajo. —sonrió un poco.
—
¿Qué? ¿Cómo? —preguntó confundido, sólo fueron cuatro años desaparecido, en
esos cuatro años no se pudo haber graduado para ejercer la profesión.
—Cuando
llegué a Holanda ya estaba inscrito en la escuela de medicina, soy uno de los mejores
estudiantes de toda la facultad y por eso y los contactos de mi madre en este
hospital, me permitieron ejercer sin haberme graduado todavía, me falta dos
años para graduarme.
Tom
estaba impresionado. Georg siempre fue un buen estudiante aunque no lo
pareciera y lo único que hiciera es meter su palo en cualquier hueco que
encontrara.
—
¿Qué vienes a hacer aquí? —Georg estaba preocupado por Tom. Aun no podía creer
lo que él había hecho con Hannah, pero no iba a decirle nada. Entendía su
reacción.
—Chequeo
de rutina. —No quería hablar mucho con él.
—
¿Con qué doctor? —Tal vez más tarde podía averiguar cuáles eran las
preocupaciones de Tom.
—No
te importa. —dijo volteando el rostro hacia otro lado.
—Sí
me importa pero si no me quieres decir está bien, no te voy a obligar.
Tom
suspiró.
—
¿Cómo está mi hijo? —preguntó con emoción en el pecho. Aun no le contaba a su
padre que tenía un nieto, primero necesitaba establecer la relación padre e
hijo para poder llevarlo a conocerle.
El
moreno escuchó aquella pregunta y su corazón comenzó a latir fuerte. «Su hijo»
volteó a verle.
—
¿De verdad te preocupa MI hijo? —hizo énfasis en “mí” Moritz era más suyo que
de nadie.
—Nuestro
hijo.
Eso
lo hizo sentirse ruborizado y lleno de amor. Georg sí quería mucho a Moritz, podía
verlo en sus ojos.
—Está
en con Hannah en casa de mi padre. —respondió cortante.
—Quiero
verlo.
Él
no iba a negarse. Su bebé estaría muy contento de ver a su papá.
—Está
bien, ven a mi casa mañana a las seis, Moritz tiene colegio mañana.
—Okey,
y así aprovecho para que hablemos del futuro de nuestro hijo. Quiero establecer
una buena relación de padre a hijo para después llevármelo a Holanda para que
conozca a mi familia.
Tom
abrió los ojos tan grandes como pudo y el miedo se apodero de su cuerpo. ¿Llevárselo
había dicho? ¿Conocer a su familia? ¡No se lo iba a quitar!
—Espera,
esperas ¿Me vas a…?
Una
enfermera interrumpió.
—Doctor
Listing, en la sala de emergencia le espera el doctor Morgan, hay un caso
grave. Herido de bala en la cabeza, todavía respira con normalidad.
Georg
ni siquiera se despidió. Se levantó de la silla y corrió junto a la enfermera
hasta desaparecer en el ascensor.
«
¡Él no puede llevarse a mi hijo!» pensó llevándose las manos al pecho. Georg no
podía quitárselo nunca. Llamaría a todos los abogados del país si era posible,
pero ese castaño no le quitaría a lo mejor que había en su vida. ¡Jamás!
***
Eran
las seis de la tarde. En casa de Tom todo estaba tranquilo, Hannah se fue a
visitar a su tía y él estaba preparando algo de comer para Moritz. El niño
estaba acostado en el sofá mirando a “Peppa” en Discovery Kids. Ya le había
mencionado que Georg iba a la casa y que le diría algo importante.
El
timbre sonó. Moritz corrió demasiado rápido a abrir la puerta con emoción. Él
sabía que era Georg.
—
¡Giog! —gritó lanzándose a la pierna de
él.
Georg
rió de pura ternura al ver como su hijo le daba la bienvenida. Se sentía
bastante bien que alguien tan pequeñito te recibiera de esa manera. Su corazón
explotó de amor.
—Hola
Moritz. —se inclinó un poco y le cargó dándole un beso en la mejilla.
—Hola,
Giog ¿Eres doctor? Llevas una bata de doctor.
Oh
cierto, se le había olvidado quitarse la bata de medico.
—Lo
soy pequeñín. —le sonrió.
Tom
hizo acto de presencia mirando la adorable escena. Su hijo adoraba a ese hombre
sin siquiera saber que era el que lo había puesto en su vientre. No podía
separarlos, no podía ser tan egoísta y privar a su único hijo de lo bonito que
era tener un padre que te quisiera.
—Hola
Tom. —dijo Georg mirándolo desde la puerta.
—Hola.
—
¡Vamos a la sala Giog, veamos a Peppa!
El
joven padre asintió entrando al departamento y se sentó con su hijo a mirar a
la pequeña cerdita que su hijo llamaba “Peppa” era divertida.
Más
tarde Tom entró con bocadillos y se sentó en otro mueble para no sentirse
incomodo cerca de Georg. No podía dejar de mirar a las dos personas que más
amaba en el mundo, por un momento pensó en olvidar todo lo pasado y decirle a
Georg que quería volver con él, pero su orgullo y dolor era mucho más grande,
tenía miedo.
Cuando
el programa terminó. Moritz estaba llenó de energía para seguir jugando por lo
que le dijo a Georg que traería sus juguetes.
—
¡Dios mío! Nuestro hijo tiene demasiada energía. —se rió viendo como Moritz
desaparecía por el pasillo.
Tom
sonrió un poco. Cada vez que escucha la frase: “Nuestro hijo” su pecho
estallaba.
—Espera
un poco y verás cómo se queda dormido rápidamente. Tiene mucha energía porque estás
tú aquí y como lo conozco tan bien, sé que es para que no te vayas.
—Quiero
decirle que soy su padre.
—Lo
sé, he visto esas intenciones desde que llegaste. —suspiró. — se cuidadoso con
lo que le vayas a decir, está próximo a cumplir los cuatro años y sabe
perfectamente bien lo que le dicen. Hace demasiadas preguntas, a veces yo me
vuelvo loco.
Georg
asintió esperando a que hijo llegara con todos los juguetes.
Moritz
dejó todos sus camiones de juguete sobre la mesa y el piso y se subió al sofá
sentándose al lado de Georg.
—Esos
son mis camiones, tengo más pero estos son los que más me gustan. —sonrió
observando a Georg.
Definitivamente
el parecido era impresionante. Los ojos verdes del niño, brillaban como dos
farolitos.
—También
tengo autitos pequeños pero no me gustan, son tan pequeños que si los piso o
los lanzó a otro lado se rompen. —hizo una cara de enojo que hizo sonreír a los
dos padres.
—Te
entiendo, de chiquito me gustaban más los camiones grandes que los autos
pequeños.
—
¡Como a mí! —exclamó el niño.
—Sí.
—Georg asintió— Moritz, tengo algo que decirte y es muy importante que me
prestes mucha atención.
El
niño asintió mostrando una pisca de curiosidad en su rostro.
—Él
sabe sobre mi orientación sexual Georg.
El
castaño asintió. —Bien pequeño. —lo sentó en su regazo. — hace un tiempo tu
papá y yo fuimos novios, nos amábamos mucho. —miró a Tom cabizbajo— y de ese
amor salió lo más hermoso que podríamos haber tenido en el mundo.
El
niño hizo una “o” grande con su boquita.
—Le
diste un tesoro a papá. —Miró a Tom— ¿Dónde está?
—Eres
tú Moritz. —dijo Tom suavemente sonriendo, en realidad estaba muy emotivo y
quería llorar.
—
¿Yo? —preguntó confundido.
—Mírame
Moritz. —el niño lo miró atento. — yo soy tu papá, yo te deje como tesoro en el
vientre de tu papá Tom y por eso estas aquí.
Los
ojitos de Moritz se llenaron de lágrimas, sus labios hicieron los pucheros más
hermosos y dulces que alguno de los dos hubiera visto. Georg se sintió mal por
hacer llorar a su niño, algo estaba haciendo mal.
—Oh
Moritz, ¿Por qué vas a llorar? —preguntó abrazando al niño en su regazo.
—Porque
tengo otro papá como los demás niños. —susurró abrazando con fuerza a Georg.
Las
lágrimas no tardaron en salir. Los ojos de Georg se volvieron un mar de lágrimas
y qué decir de los de Tom. Nunca se detuvo a pensar en que su niño anhelaba
tener a alguien más como figura paterna, eso le rompió el corazón.
—
¿Por qué no estabas aquí? —preguntó Moritz.
—Hijo,
yo…—no sabía que decirle.
—Tu
papá tuvo algunas cosas que hacer y es por eso que no estaba aquí, pero te
quiere mucho y eso es lo que debe importarte. —dijo Tom interrumpiéndolo.
—
¡Tengo otro papá!
—Exacto.
Georg
estaba contento de que su hijo le quisiera tanto. Jamás imaginó tener uno pero
ahí estaba y era su copia fiel y exacta.
Alrededor
de las nueve y media, Moritz se fue a la cama. Mientras Georg le leía un cuento
al niño, Tom se disponía a limpiar la mesa y llevarlo todo a la cocina. Se
sentía abrumado todavía, eran demasiadas emociones para un solo día.
Agradecía
que Moritz no hubiera dicho que quería verlos juntos todos los días. Era un
niño y no entendería sus razones para no querer estar muy cerca de Georg. Lo
amaba, estaba seguro de eso pero no estaba en sus planes volver con él.
—Tom,
necesitamos hablar.
—Sí
es de Moritz, dejaré que estés con él todo el tiempo que desees, incluso puedes
tenerlos contigo en tu departamento por unos días pero no voy a permitir que te
lo lleves a Holanda o lo separes de mi lado. ¿Entiendes? —se dio la vuelta para
encararlo, encontrándose con Georg a pocos centímetros de distancia. Eso lo
puso nervioso. — Yo-yo no voy a permitir que me quites a ese pedacito de mí.
—Yo
no quiero quitártelo, yo lo único que quiero es llevarte conmigo a todos los
lugares que yo tenga que ir, porque yo te amo.
owwwwww que hermoso :') me imagine todo y ayayayayya :') amo el TORG :3
ResponderEliminarSigue pronto Rai :3
Espero estés bien y te mando un abrazo :D