Epilogo
Georg
y Tom estaban sentados frente al escritorio de la directora de una casa de
adopción en Berlín. Estaban ansiosos por
conocer al fin a la pequeña niña que habían decidido adoptar.
Desde
que se casaron, habían estado hablando acerca de adoptar a una niña ya que Tom
no podía tener más hijos. Los hablaron con sus amigos y ellos estuvieron de
acuerdo en que adoptar a una recién nacida era lo mejor que podían hacer.
—Estoy
nervioso Georg. —susurró Tom al ver que la mujer no llegaba.
—Lo
sé, pero cálmate, ya pronto la tendremos en nuestros brazos.
Tom
asintió y esperó pacientemente hasta que la mujer pelirroja llegó a la oficina
con un pequeño bebé envuelto en una manta rosada. De inmediato Tom se levantó
para cogerla en brazos y mirar lo hermosa que era. Rubiecita, con los ojos
grandes y azules.
—Es
preciosa. —dijo acercándosela a Georg. — Krystal.
—Es
muy bella. —Georg le besó la rubia cabecita y luego a Tom— nuestra hija.
La
directora de la casa de adopción les dijo algunas cosas y luego los dejó irse
con la pequeña bebé.
En
el camino a casa, Tom estaba al pendiente de cada detallito de su ahora hija,
Krystal. Era tan bella como las estrellas, brillante como un sol. La niña tenía
las mejillas ruborizadas y los ojos abiertos de par en par. Era una niña
bastante avispada a su pensar.
Georg
no cabía dentro de sí. Adoraba ver el rostro de su ahora marido iluminado por
el amor y la felicidad de tener un nuevo bebé en la familia. Pensó en lo que su
hijo mayor pensaría al ver a su nueva hermana. La adoraría, de eso estaba
seguro.
Había
pasado ya un año y medio desde que Tom y él decidieron darse la oportunidad y
empezar una nueva vida siendo esposos. La boda había sido preciosa y la más romántica.
Sus padres aceptaron la relación, al igual que sus abuelos y el resto de su
familia que vivía en Holanda. Aún recordaba como si hubiera sido ayer, cuando
le presentó a Tom y a Moritz a sus
abuelos. ¡Había sido una locura!
Era de junio, recordaba. La casita
en el campo de sus abuelos estaba abarrotada de flores y pasto verde. Tom y él
caminaban junto a Moritz hasta llegar a la puerta de la casa. El menor estaba un
poco nervioso de tener que ver a Karla.
— ¿Y sí tu madre vuelve a querer
separarnos? —preguntó Tom deteniéndose y cargando a Moritz. —No quiero que le
haga daño a nuestro hijo, no quiero verle sufrir.
Él entendía todos sus temores pero
estaba seguro que su madre esta vez no podría hacer nada. ¿Para qué meterse en
algo que ya no es de su incumbencia? Ya estaba bastante grandecito.
—Mírame amor. —Georg le cogió la
mano, depositando un pequeño beso en ella. — no permitiré que mi madre nos
separe de nuevo, así como tampoco voy a permitir que le haga daño al niño.
Sonrió al ver a Moritz mirarlos con
el ceño fruncido.
— ¿Por qué dicen eso? Yo creo que
mi abuela y abuelo me van a querer mucho. Soy un buen niño.
Georg le besó la frente. Su hijo
era bastante avispado y no se le escapaba nada.
—Estás en lo correcto hijo, eres un
niño bueno y por eso a lo que entres en la casa van a querer comerte a besos.
Tom no parecía muy convencido.
Tocaron la puerta y al abrirse, frente a ellos, estaba Paul sonriendo, al
verlos esa sonrisa se volvió más grande, se convirtió en lágrimas cuando miró a
Moritz viéndole fijamente.
— ¡Ay santo Dios! Mi nieto es idéntico
a ti cuando eras pequeño. —exclamó extendiendo sus brazos para cargar a Moritz.
Georg sonreía mientras apretaba
suavemente la mano de Tom para tranquilizarlo. Moritz tocaba con curiosidad la
pequeña barba de su abuelo y reía. Paul comenzaba a envejecer y tenía la barba
blanca.
—Yo soy tu abuelito Paul, es una
alegría verte.
—Mi abuelo se parece a Santa. —rió
alto palpando el cabello blanco.
—Hola señor Paul. —Dijo Tom en voz
baja, se vio obligado a hablar un poco más duro. — es un gusto verle después de
tanto tiempo.
—Llámame papá, suegro o como
desees, no me hables tan formal ahora que eres el casi esposo de mi
hijo.—sonrió acercándose a él y pasándole un brazo alrededor del cuello para
envolverlo en un abrazo.— gracias por
perdonar a mi hijo, tenía mucho tiempo que no lo veía sonreír, ni estar
feliz como hoy.
La expresión de Tom fue de sorpresa
y alegría. Lo abrazó fuerte y al separarse besó la mejilla de su hijo, él
parecía muy emocionado de estar en brazos de su abuelo. Al adentrarse más a la
casa se encontraron con Michael, quien al ver a Tom corrió hacia él y le abrazó
la cintura emocionado.
— ¡Tom, Tommy!
El niño estaba demasiado
emocionado.
—Estás tan grande Michael. —dijo
Tom emocionado también.
Michael ya tenía seis años y medio,
era bastante alto y delgado para ser un pequeño niño. Su cabello rubio ahora iba cortísimo, y se le
empezaba a notar el parecido que tenía con su hermano mayor.
—Estoy contento de verte aquí. —le
sonrió deshaciendo el abrazo. — te extrañé mucho.
—también estoy contento de verte
bebé.
—Ya no soy un bebé, soy un niño
grande. ¿No me ves? —él rió.
—Ya lo veo. —Tom le besó la frente.
Michael miró a Moritz en brazos de
su padre y alzó una ceja.
—Hola. —dijo Moritz haciendo el
mismo gesto que su pequeño tío.
Georg los miró sonriendo.
—Moritz, él es tu tío Michael. —Miró
a su hermano menor— Michael, el es mi hijo Moritz.
Los niños se miraron fijamente por
un largo rato. Paul bajó a Moritz y se siguieron mirando hasta que fue Michael
quien corto la conexión.
— ¿Y porque no me habías dicho que
yo tenía un amigo para jugar? —sonrió. — Vamos a ver a mis abuelos Moritz.
—Es que yo tampoco lo sabía.
—susurró para nada más ser escuchado por Tom.
Tom puso los ojos en blanco.
—Vamos a la sala, allá están mamá y
papá. —sugirió Paul.
— ¿Dónde está mamá? —preguntó
Georg.
La sola mención hizo que Tom se
tensara un poco.
—Viene en un rato, dijo que iba a comprar
algunas cosas para darte la bienvenida. —Paul volteó a ver hacia donde se
dirigían los pequeños y vio que iban directo a su despacho. — ¡Michael al
despacho no! —miró a su hijo— si me disculpan un momento iré a traer a los
nuevos amigos, ya sabéis que estáis en vuestra casa así que vayan con papá y
mamá.
Georg sonrió asintiendo y caminó
pero algo lo detuvo. Tom estaba muy tenso y no quería caminar. El mayor lo
abrazó y le acarició los hombros susurrándole al oído.
—Escúchame Tom, tranquilízate, te
amo y eso no lo va a cambiar nadie.
Tom asintió y caminó junto a su
futuro esposo con la mayor seguridad posible. En la sala estaban los abuelos de
Georg, dos viejitos preciosos de cabello blanco como la nieve. La mujer mayor,
Teresse, se levantó y caminó hasta su nieto para abrazarlo.
—Mi pequeño Georgito, te extrañé
tanto mi pequeñito.
—Abuela…—dijo él sonrojado.
El abuelo Stuart se levantó también
y se les unió al abrazo.
—Es un gusto volverte a ver por
aquí.
—Yo también les extrañé mucho a los
dos. —los besó en la frente a cada uno. — hoy he venido a presentarles a dos
personas que sé que van a amar y querer muchísimo, casi como yo los quiero.
—miró a Tom sonriendo enternecido por lo que estaba viendo.
Los abuelos miraron a Tom. El viejo
Stuart lo miraba con el ceño fruncido y la adorable Teresse con ojitos de amor
y dulzura.
El padre de Georg entró con Michael
y Moritz en ambos brazos.
—Estos dos ya se aliaron. —rió.
—Abuelo, abuela, él es mi novio
Tom. —El castaño jaló a Tom hacia ellos.
El abuelo Stuart no parecía
sorprendido, tampoco parecía contento, ni siquiera expresivo. En cambio la
abuela Teresse sonrió amable y le abrazó.
—Bienvenido a la familia corazón.
—le besó la mejilla.
—Muchas gracias señora Teresse. —se
sentía ruborizado y el nerviosismo estaba desapareciendo.
— ¿Abuelo?
El viejo Stuart tenía una ceja
alzada detallando a Tom. Todo se quedó en silencio esperando lo que el
patriarca de la familia iría a decir.
— ¿Papá? ¿Vas a decir algo?
Teresse codeo el brazo de su
esposo. — Stuart, no mires al niño así, pensara que lo quieres matar.
—Sé que podrá parecerte raro
abuelo, pero le amo y tenemos algo que nos une y nos hace inseparables.
Stuart asintió sonriendo.
—Veo el amor en sus ojos. —le dio
la mano a Tom y le abrazó como si de un padre se tratara. — bienvenido a casa
Tom.
—Muchas gracias señor Stuart.
—sonrió ampliamente.
—Y él es mi hijo Moritz.
Moritz dio un paso al frente y se
escondió detrás de la pierna de su papá, se sentía un poco temeroso y avergonzado
con sus abuelos mayores.
—Nos alegra tanto saber que tienes
descendencia. —dijo Stuart mirando al niño. — ven pequeño, el abuelo Stuart
quiere conocerte.
—Mi niño, no tenga pena. —dijo Tom
jalando un poco a Moritz para que se despegara de su pierna.
Teresse se le acercó y se sentó en
una silla para poder ponérselo encima.
—Eres tan lindo y cachetón. —sonrió
mirando a Georg y a Tom. — es tan parecido a Georg pero también tiene mucho de
Tom.
Georg frunció el ceño porque
pensaba que sus abuelos no sabían que el niño había sido engendrado en el
vientre de Tom.
—Sin duda alguna, hacéis niños
lindos. —Dijo Stuart acercándose al niño. — soy el abuelo Stuart.
Moritz le dio la mano ya sin temor.
—Hola abuelo Stuart, yo soy Moritz Listing.
—Un placer y una emoción conocerte.
Tom estaba ruborizado por el último
comentario del abuelo Listing. Estaba tan feliz que no cabía dentro de sí.
Quince minutos después de que la
presentación terminara y todos se sentaran a platicar, la madre de Georg,
Karla, hizo su aparición. El único que se tensó fue Tom, al verla el recuerdo
de todo lo que había pasado antes llegó a su mente, por ella fue que Georg le
había abandonado.
—Buenas Tardes. —dijo mirando a
todos los presentes, pero centrando su mirada en el niño castaño que estaba
sentado al lado de su hijo más pequeño.
—Mamá. —dijo Georg muy bajo. Le
agarró la mano a Tom apretándola suavemente. Su madre no sabía que Tom había
tenido un hijo.
—Karla, que bueno que llegaste.
—dijo Paul levantándose para besarla y encaminarla hacia donde él había estado
sentado.
Georg se levantó para abrazarla,
ella le correspondió pero estaba distraída por el niño.
—He traído a Tom conmigo. —se
devolvió a su asiento.
—Lo he visto. —dijo mirando a Tom. Dejó
escapar un suspiro y le saludo. —Hola Tom, ¿cómo estás?
Tom se sorprendió de lo dócil que
estaba la mujer. Entró en confianza sonriendo.
—Estoy bien, gracias ¿Y tú?
—Igual, gracias. —Ella y Moritz se
miraron a los ojos. — ¿quién es ese niño?
—Mi hijo Moritz. —dijo Georg de
sopetón.
Karla miró a su hijo con expresión
de sorpresa. Paul regañó a Georg por ser tan sutil. Moritz fue hacia Tom y se
le sentó en las piernas.
— ¿Cómo qué tu hijo? Pero con quién
los has tendido, pensé que sólo estabas con Tom. —dijo ella en voz alta.
—Mejor nos vamos Moritz. —dijo Tom
levantándose con su hijo en brazos.
Georg los detuvo. —Quédense ahí por
favor. —Miró a su madre— Tú como médica debes saber que en nuestros cuerpos a
veces hay cambios, que hay cosas con las que nacemos y es poco tiempo después
cuando nos damos cuenta. Tom quedó embarazado de mí antes de que yo me viniera
a Holanda, Moritz es mi hijo y suyo.
— ¿Eres hermafrodita? —preguntó
incrédula.
Tom negó con la cabeza. —No
Karla, tenía un útero, trompas y todo
eso, ovulaba como mujer, pasa que todo estaba dentro de mí, yo tengo mi aparato
masculino normal.
—Ay Dios Mío. —ella se sentó
agarrándose la cabeza.
—Y mamá, ya sé que te es difícil
aceptar todo esto pero no permitiré que nos apartes de nuevo.
Karla alzó la mirada viendo a Moritz, él estaba mirándola también.
—O sea que tu hijo es un milagro. —Dijo
finalmente— un enorme milagro.
A Tom le alegró que ella pensara
así.
Georg se sorprendió por ello.
—Mi nieto es un grandioso milagro.
—dijo levantándose y acercándose a Moritz.
Moritz le sonrió. —Hola.
—Hola pequeño. —se puso de rodillas
y lo abrazó con fuerza. — mi nieto.
Todos estaban atónitos por la
reacción de Karla, a pesar de que era buena, no era la que se esperaban.
Karla se apartó de su nieto
mirándolos a todos.
—Ya sé que les sorprende mi
reacción pero he entendido muchas cosas a lo largo de estos años y mucho más
cuando Georg decidió irse a buscar a Tom. —besó la manito de Moritz. — y sé que
también se preguntaran porqué digo que él es un milagro, él es un bebé único. Hace
unos días atendí el primer parto masculino en Holanda, y el niño nació pero
murió en mis brazos. El saber que Moritz logró sobrevivir me llena de emoción y
amor. Perdónenme los dos por haber sido tan cerrada con respecto a su amor, yo
sé que obré mal pero ya he pagado mucho por ello.
Georg se arrodilló junto a su madre
y la abrazó.
—Te perdono por todo, mamá. Saber
que esta vez si me apoyas es emocionante y me llena de alegría.
Tom estaba llorando. —Gracias
señora Karla.
—Les deseo una felicidad grande. Ya
ustedes me la han dado a mí con este niño. —sonrió acariciándole la mejilla a
Moritz.
—Gracias mamá.
— ¿Y a mí nadie me quiere? —dijo
Michael levantándose del suelo y corriendo a los brazos de la abuela Teresse.
Todos rieron y se turnaron para
darle mimos Michael también, sin duda alguna ese día había sido de locos.
***
Tom
y Georg llegaron a casa dándose besos y arrumacos mientras cargaban a su hija.
Cuando entraron se encontraron un enrome cartel que decía “Bienvenida a casa
Krystal” firmado con las manos de Moritz, las de los mellizos de Gustav y las
patas de Scotty, a quien habían traído a casa después de años estando con Simone.
Todos
estaban reunidos en el salón principal. Gustav estaba acomodando la ropa de
Giordano y de Moritz, Raven estaba al lado de Gustav con la pequeña Mariana
aplaudiendo, Jörg estaba ahí con su nueva novia feliz de estar ahí, y Bill
estaba sentado en el sofá con una castaña bastante simpática.
—
¡Al fin ha llegado mi hermanita! —gritó Moritz corriendo hacia sus padres para
que le dejaran ver a la niña.
Tom
se puso a la altura de su hijo y le mostró a la pequeña que dormía tranquila y
de vez en cuando sonreía como si le estuvieran haciendo cosquillitas.
—Krystal
por fin está en casa mi amor. —sonrió viendo como Moritz la miraba enamorado.
—A
ver a esa gorda. —Dijo Raven acercándose— ¡Esta preciosísima Tom! ¿Puedo
cargarla?
—Claro
que sí. —Besó la frente de Moritz— voy a dársela a la tía Rav y luego te la doy
a ti ¿vale?
—Está
bien papi. —El niño se fue a los brazos de Georg, su padre lo cargó.
—
¿Te gusta tu hermanita hijo?
—Es
muy linda papi. —sonrió viendo que todos querían agarrar a la niña. — y es mía.
Georg
sonrió viendo como todos le daban amor a la niña que poco a poco se fue
despertando hasta tener sus enormes ojos azules de par en par. Veía a Tom tan
feliz que eso le llenaba más que nada en el mundo.
—Me
alegró por ustedes hijos, tengo una nieta bellísima. —Dijo Jörg acariciando el
rubio cabello del bebé en sus brazos.
—Y
nada más falta que yo te de los míos. —mencionó Bill acariciando la mano de la
chica que todavía no había presentando. —Ella es mi novia Alejandría.
Ella
se presentó con todos. Cada uno estaba sorprendido de ver que Bill por fin
tenía una novia. Raven fue la más feliz de todos, ella se alegraba de que Bill
por fin fuera feliz con alguien.
—Esto
es motivo de celebración. Tenemos que celebrar que Krystal está en casa y que
Bill tiene novia. —dijo Georg sacando las copas y la champaña. — que por fin la
tiene, ya estaba pensando que tiraba para nuestro bando.
Todos
rieron. Bill le dio un puñetazo en el brazo riendo.
—Eres
un tonto Georg. Oye Tom ¿Por qué te casaste con este hombre que tiene por
cerebro una pesa?
—Porque
lo amo, por eso me casé con él aunque no tenga un cerebro desarrollado. —rió viendo
a Georg serio. —sabes que te amo amor.
Georg
lo besó en los labios y sirvió las copas.
—Ya
ves, él me ama y eso es lo importante.
***
En
vacaciones, Tom y Georg, decidieron llevarse a sus hijos a vacacionar a España.
Decidieron tomarse un largo descanso y estar juntos como familia. Krystal ya
tenía nueve meses de edad y le gustaba mucho estar jugueteando con sus padres.
Desde
la adopción de la niña, la relación había subido un escalón grande. Estaban más
unidos y a Tom le encantaba que Georg le ayudara a cuidar de Krystal y de
Moritz. Nunca antes en su vida se había sentido tan cómodo y feliz.
Tenía
todo lo que había deseado. Una familia unida, un esposo maravilloso, dos hijos
hermosos y la reconciliación con su madre. Simone por fin había aceptado su
error y aunque no eran tan unidos como desde pequeños, ella le visitaba algunas
veces y compartía con sus nietos.
Como
matrimonio, él y Georg funcionaban bien aunque a veces tuvieran peleas fuertes
por algunos desacuerdos que todavía existían. Eran normales como toda pareja. El
amor los había cambiado para bien a los dos, el pasado estaba borrado y el
presente era su única meta. Cada vez que estaban lejos el uno del otro, se
echaban de menos.
«Si
tienes amor, no necesitas poseer nada más. Y si no lo tienes, entonces no
importa mucho lo que poseas.» J.M.
BARRIE