Capitulo
2
Desde que conoció a
Bill, el mundo se le puso patas arriba. Cuando llegaba del trabajo, lo primero
que hacía era enviarle un mensaje a la hermana mayor de Bill, Noelia, para que
le ayudara a realizar una vídeo llamada por Skype. Ahí pasaban horas hablando y
él no se cansaba de verlo, más bien, quería traspasar la pantalla para darle
todo el amor que quería y merecía.
Pero al parecer las
cosas no iban como lo quería. Estaba enamorándose solo, porque para ser
sincero, no pensaba que Bill sintiera algo más que una amistad.
Un amor unilateral no
estaba en sus planes, eso le dolería demasiado.
Tal vez el problema era
que Bill no quería darse la oportunidad de querer a alguien por su condición física.
Pero para él eso no era importante, lo quería, deseaba estar con él, no le
importaba si tenía una pierna o un solo brazo, le quería porque él era de las
pocas personas que lo escuchaba y entendía la mayoría de sus problemas. Bill
era la persona con los sentimientos más lindos que conocía.
Además de que, cuando
se quiere una persona es más importante lo que se siente que lo que se ve.
Eran contadas las veces
que podía hacer un corto viaje a Leipzig para pasar la tarde con Bill. Cuando
estaban juntos, el mundo desaparecía y eran sólo ellos dos en una nube de la
que no se quería bajar nunca.
Tenía que decirle a
Bill cuanto le quería, si no lo hacía, probablemente perdería la oportunidad si
llegaba alguien más y le calentaba la oreja.
***
—Te doy cuatro euros
por tus pensamientos —Dijo Tom mientras se sentaba en la gramita, al lado de
Bill.
— ¿Cuatro euros? Eso es
bastante, me agrada la idea.
—Pues te lo daré si me
dices que estás pensando.
Bill sonrió aniñado.
Esa tarde estaba radiante. Habían quedado en hacer un picnic en el parque porque
el día tenia buena pinta.
—No pienso en nada
relevante.
—Aun así me gustaría
saber que estabas pensando —sacó su emparedado de jamón y queso de la
canastilla y lo mordió.
—Estaba pensando que me
gustaría poder verte.
Tom dejó de masticar y
tragó fuerte buscando la botella de agua en la canastilla para beberla.
No sabía que decirle.
—Mi hermana me ha dicho
que eres un chico bastante guapo, mucho más que su novio —rió.
Él se ruborizó.
— ¿Sí? El novio de tu
hermana es feo.
—No lo sé, pero a ella
le gusta.
El castaño dejó el pan
a un lado y levantó la mano para acariciarle su delicada mejilla. Tenía
pequeños vellitos que apenas crecían pero eso no impedía que la piel se
sintiera suave bajo su tacto.
—Tom… ¿Qué-qué haces?
—su voz sonó temblorosa.
Se acercó un poco más
hasta quedar lo suficientemente cerca y colocar sus dos manos en las delgadas
mejillas. Tenía ganas de besarlo y eso era lo que iba a hacer, aunque antes
haría algo especial.
Le sacó las gafas de
sol que ocultaban sus ojos y él los tenía cerrados.
—Tengo grabado en mi
memoria, cada parte de tu rostro, ahora quiero sentirlas, quiero tocar con mis
dedos todos los lugares que amo de ti. Y no me refiero solo a tu rostro,
también quiero conectarme con tu cuerpo.
Eso había sido quizás
un poco directo, pero las palabras salían de sus labios disparadas hacia el
corazón del menor.
Las manos de Bill
viajaron a los antebrazos de Tom y se posaron allí temblorosas.
—No hagas esto Tom.
Bill quiso decir algo
más pero fueron los labios de Tom los que detuvieron el palabrerío que venía a
continuación. Él empezó frío, pero las barreras que colocó se cayeron tan
pronto se levantaron. Los labios de Tom se movían lentamente sobre los del más
joven en un beso que contenía amor, dulzura, esperanza y el corazón entero del
castaño.
El beso se convirtió en
un frenesí del que ninguno de los dos quería salir. El cuerpo de Tom temblaba
por las sensaciones que provocaba Bill en su cuerpo. Colocó una mano en la
pequeña cinturilla de Bill y lo atrajo más hacia sí hasta quedar sin un
centímetro de separación.
Así quería estar con
él, sin nada que los separara nunca, tan unidos como si hubieran nacido juntos.
Como almas gemelas.
Fue Bill el que rompió
esa conexión para respirar.
Tom le miró jadeando,
no se esperaba una respuesta a ese beso, más bien, pensaba que lo rechazaría y
esperaba una cachetada o cualquier golpe doloroso. Para ser sinceros, las
palabras podrían herirlo más que cualquier otra cosa.
—Tom… yo-yo no puedo
hacerte esto.
Tom frunció el ceño.
¿Hacerle qué? ¿Él hombre más feliz de la tierra?
— ¿Hacerme qué?
—Quiero irme —Dijo de
repente, se veía un poco mosqueado, aunque mas que eso, estaba nervioso.
—No —Tom lo abrazó— no
vas irte porque tardé mucho tiempo tratando de hacer esto.
—Tom…
—No me lo pongas
difícil, he reunido el valor suficiente para decírtelo.
—Pero Tom…
Tom siguió hablando.
—Te quiero Bill. Te quiero como no tienes idea.
—Yo también te quiero
—Susurró ahogando un sollozo.
Esas eran las mejores
palabras que había escuchado de la boca de Bill. Pero si lo quería también ¿Por
qué se negaba?
—Si me quieres, me
dirás que sí cuando te proponga que estemos juntos.
—No podemos —Dijo
apartándose.
El corazón de Tom se
encogió en su pecho.
— ¿Por qué no podemos?
Tú no tienes a nadie y yo tampoco. Yo sólo tengo un corazón que late por ti.
— ¡Soy ciego! No quiero
ser una carga para ti, no quiero arruinar tu vida porque tienes que estar
conmigo —Gritó desesperado.
— ¡Te quiero y no me
importa que tengas esta condición! ¿Sabes por qué te quiero? Porque eres la
única persona que aun sin verme, me quiere.
Has volcado mi universo, con un solo beso has parado mi tiempo.
—Tom te amo —Sus manos
se dirigieron al pecho del castaño— supe que eres mi alma gemela desde el día
que nuestras vidas se cruzaron, pero tengo miedo, tú no sabes lo que es…
Él le interrumpió.
—Deja que sea yo quien
te quite ese miedo, vamos a intentar estar juntos, quiero crecer contigo,
quiero estar junto a ti por todo lo que nos quede de vida. Al fin encontré lo que
buscaba y como ya te dije, a mí no me importa ningún defecto físico, a mi me
importa lo que hay en tu corazón y tu alma —besó sus labios— cuando hay amor,
lo demás no importa.
Bill dudaba, no quería
hacer que Tom se estancara. Él se sentía suficiente para cuidar de sí mismo,
pero sabía que Tom era como sus padres y Noelia, para ellos, él siempre tenía
que estar vigilado.
Pero ¿Por qué no se
daba una oportunidad? Existía la posibilidad de que funcionara.
Bill se puso de
rodillas y lo abrazó haciendo que Tom cayera acostado.
—Tom, te quiero tanto
que no me voy a perder esta oportunidad que nadie me había dado nunca.
El mayor se sintió
orgulloso y cerró aquel momento de dicha, con un besó que terminó de taladrar
el corazón de los dos. Hacía bastante tiempo que se deseaban, pero todas las
cosas siempre llegan a su debido tiempo.
***
El cielo vomitaba
lluvia chispeando con sus lágrimas las ventanas del joven que estaba sentando
sobre su cama hablando por teléfono. La oleada de frio que azotaba Leipzig ese
día era tan intensa que nadie en su sano juicio saldría de casa.
—Desearía que
estuvieras aquí Tom, pero es demasiado arriesgado que salgas de casa cuando
está cayendo un diluvio ahí afuera —suspiró.
—Yo quiero estar ahí contigo pero es
lamentable que al salir de esta casa se me congele el trasero. Si no fuera por
eso me iría hasta allá para completar lo que hace unos días tu no quisiste
terminar—Dijo Tom al otro lado del teléfono.
Las mejillas de Bill se
encendieron de vergüenza. Sí, había calentado el horno y no se molestó en
usarlo. Tenía miedo, era la primera vez que iba a estar con alguien, además de
que su hermana podía entrar y verlo, o peor aún, alguno de sus padres.
—No digas esas cosas…
—Porqué no las digo, es cierto —Su risa se escuchó fuerte. Para Bill
la risa de Tom era como armoniosas melodías que venían caían del cielo. — te quiero.
—Yo te quiero a ti.
El timbre de casa sonó
interrumpiendo la conversación.
—Están tocando el
timbre de la casa, no sé quién diablo pueda ser, nadie es tan idiota como
para salir con esta lluvia —Refunfuñó
sentándose en su cama— y Noelia no está
en casa.
—Tal vez es algo importante
— ¡Cleopatra! —Gritó
llamando a su bonita— ayúdame ¿sí?
Cogió la correa de la
perra y fue dirigido por ella hasta la puerta de la casa.
—Espero no sea alguien
que está perdido, me molestaré mucho.
—No seas así, abre la puerta —Por alguna razón se escuchaba
tiritando.
Él se percató.
— ¿Estás tiritando?
—No, abre la puerta por favor.
Colocó la mano en la
manija y abrió la puerta con lentitud.
Al otro lado estaba Tom
empapado. Cleopatra ladró fuerte al ver que a su lado scotty meneaba la cola de
puro gusto.
Bill sintió el olor tan
delicioso del perfume de Tom, fue así como lo reconoció.
— ¡Estás jodidamente
loco! —Gritó alzando sus manos para buscarlo. Cuando lo encontró se lanzó sobre
él y besó sus fríos labios.
—Sorpresa —Rió Tom
apenas pudiendo hablar.
—Eres un loco, uno de
los grandes —Rió un poco sin dejar de abrazarlo— te puedes morir de hipotermia.
¿Es qué acaso ya quieres abandonarme? ¡Sólo llevamos siete meses siendo novios!
Tom caminó sin soltarlo
hasta cerrar la puerta. El cuerpo de Bill estaba calientito, sus manos viajaban
por toda su espalda provocándole deliciosos escalofríos.
— ¿Has visto la película
“Más allá del cielo”? —Susurró a su oído.
Bill asintió pero su
mente estaba en otro parte. El frío aliento de Tom sobre su cuello le provocó
sensaciones agradables.
—Quitémonos la ropa y
vamos a darnos calor.
Una propuesta directa,
como sólo él podía hacerlas.
Las mejillas del menor
se encendieron, calientes, rojas y preciosas.
Para la suerte de los
dos, los perros habían huido a sabía Dios qué parte de la casa, y eso los
dejaba a ambos prácticamente solos en aquella enorme casa.
El castaño se separó de
Bill para sacarse toda la ropa y dejarla en una esquina de la puerta, no quería
hacer un reguero. Se acercó a su novio de nuevo y le tomó las manos
colocándolas sobre su pecho. Su erección ya estaba presente, era más que un
hecho.
—Tu piel es tan suave
—Bill mordió su labio inferior con sensualidad—. Y tu cuerpo tan formado.
A Tom le encantaba eso.
Bill era sensual sin siquiera proponérselo.
Las manos del pelinegro
viajaban por todo su torso acariciando con delicadeza la piel blanca de su
compañero.
Deseaba poder ver sus
magnificas proporciones.
—Quisiera poder verte
todo completo Tom —Suspiró sin dejar de tocarlo.
—Veme con el alma,
siénteme con el corazón.
Tom no iba a esperar mucho.
Tomó su mano y se dirigió con él hasta la sala en donde la chimenea ardía dando
calor, pero no era exactamente ese calor el que se había llevado el frio de su
cuerpo.
Sentó a Bill en el sofá
mientras lo besaba y le sacaba el suéter de lana rosa que llevaba puesto, sus
pezones estaban erectos, no se lo pensó mucho, fue por ellos y los lamió
repetidas veces, de diferentes formas, hasta hacer que de él saliera un gemido.
—Música para mis oídos
—Dijo riéndose.
Bill le golpeó el
hombro.
Su cuerpo era un templo
que él deseaba cuidar todos los días de su vida. Lo acostó y se arrodilló
frente a él dejando besos en cada pequeña parte de su cuerpo mientras que Bill gemía
bajito.
—Espérame aquí.
El joven protestó pero
Tom ya había salido corriendo hacia arriba para buscar el lubricante que sabía
que su querido novio escondía detrás, entre el montón de libros en braille.
Bajó y se encontró a
Bill sin ropa interior, con su pálido cuerpo brillante y la erección
apuntándolo.
—Eah vaquero, no me
vayas a disparar con tu arma.
Bill se sonrojó hasta
las orejas tapándose un poco.
—Lo siento amor —Dijo
riéndose.
Se acercó a él de
nuevo. Lo besó en los labios pegándolo a su cuerpo, bajando sus manos hasta sus
nalgas. El trasero de Bill era pequeño, pero sensual en todos los aspectos.
Tom se sentó en el sofá
y se colocó el condón. Bill solito se sentó entre sus piernas aun sin
penetrarse y en un ataque pasional, lo besó como nunca antes. Se movió como una
fierecilla sobre su presa, tocándolo por todos lados. Quería ese contacto, lo
deseaba tanto.
—Oh Bill… —Gimió cuando
le mordió el cuello.
Las caricias eran parte
importante para que aquello fuera mágico y especial. Bill acarició cada
centímetro del cuerpo de Tom y lo disfrutó más que nada en el mundo.
Tom se deleitó de ver
como él disfrutaba lo que hacía y no se cohibía de nada.
Ya era hora de la
jugada final. Sus cuerpos ya deseaban ser uno solo.
Tom agarró el
lubricante y lo untó en sus dedos para proceder y estimular a Bill. Abrió sus
piernas y se puso entre ellas, él le ayudó alzando un poco el trasero.
—Te quiero amor.
—Mmm…—Los ojos
desenfocados del menor se cerraron por el placer.
—Eres tan hermoso.
Cuando supo que ya
estaba listo, entró suavemente. El cuerpo entero de Bill se estremeció por la
invasión, chilló un poco mientras Tom lo acariciaba y besaba acomodándose sobre
él.
Fue solo un minuto de
dolor. Cuando el movimiento comenzó todo lo demás había sido olvidado, la
cabeza de ambos daba vuelta. Bill se aferró a él gimiendo bajo en su oído,
ronroneando como un gatito.
Tom miró el rostro
lleno de placer de Bill y sonrió. Adoraba cada centímetro de él. Lo amaba, ya
no quedaba ninguna duda de ello. Estaban consumando su amor en todos los
sentidos.
Bill peleó un poco
contra Tom para poder quedar arriba, cuando lo logró, tomó las riendas de la
situación y lo montó. Se inclinó sobre él y lo besó haciendo que Tom desplegara
sus alas y volara al infinito y más allá.
Pero no duró mucho, Tom
volvió a quedar sobre su cuerpo y se hundió tan adentro suyo que pensó lo iba a
traspasar. Gimió tan alto que posiblemente sus vecinos los habían escuchado.
¿Qué importaba eso? Se amaban y se entregaban el uno al otro.
Estocada tras estocada,
el menor se sentía en el cielo, el tiempo ya no existía en ese lugar que era
sólo de ellos dos.
Bill ya no podía más,
su cuerpo estaba por explotar, el orgasmo estaba por llegar y se dejaría ir.
—No te corras
todavía—Dijo Tom besándolo.
Negó con la cabeza
apretándole los brazos. Se iba a ir, la respiración le faltaba, su boca se
entre abrió.
Tom observaba aquel
espectáculo maravilloso. Bill estaba sudoroso, sonrojado y a punto de dejarse
ir, igual que él.
—Vente conmigo.
Orden que captó su
cerebro porque se dejó ir, arqueando su espalda, los dedos de sus pies se
contrajeron, las uñas largas de sus
manos se clavaron en la espalda de Tom haciéndolo gemir.
Tom también se corrió
con intensidad. Cerró sus ojos y enterró su rostro en el cuello de Bill dejando
pequeños besos. Ambos se quedaron quietos por unos minutos dejando que los
espasmos disminuyeran.
— ¿Te estoy aplastando?
—Preguntó Tom.
—No, no quiero que te
quites de encima de mí —Protestó.
Sonrió.
—Bill.
—Dime —Suspiró
acariciando la espalda de Tom con sus uñas.
— ¿Quieres casarte
conmigo?
Bill se quedó sin
aliento. ¿Casarse? ¿Estaba hablando en serio? Era un paso demasiado grande.
— ¿Estás- estás
hablando en serio?
—Uju.
Tom esperaba que
aceptara, ya tenía todo planeado.
—Dios santo —Susurró
con los ojos llenándosele de lágrimas.
El mayor se levantó un
poco y rebuscó en uno de los cojines del sofá hasta sacar una cajita negra en
forma de corazón. Noelia la dejó ahí para él, era por eso que no estaba en
casa, ella le ayudó.
—Toma —La puso en sus
manos y la abrió — es tu anillo de compromiso, es hermoso como tú, es de oro y
tiene nuestros nombres en braille.
Bill estaba a punto de
saltar de la felicidad. Estaba completamente seguro de lo que iba a responder.
—Sí quiero casarme
contigo.
***
La vida los bendecía
con personas que los apoyaban y siempre estarían con ellos. Su amor era
bendecido porque era puro, era un amor que iba más allá de lo terrenal.
Para lo suyo sólo había
eternidad.
**
Gracias por leerlo. Si quieren dejar su opinion, con gusto la leeré y responderé.
awwwwww estuvo precioso me encanto me dejaste....sin palabras como siempre Rai eres la mejor
ResponderEliminarrai eres lo maximo!!!!!
ResponderEliminarOh, no digas eso. GRacias
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