Capítulo
VIII
—Lléveme
a cualquier bar que este abierto a esta hora por favor. —le dijo Tom al
taxista.
La
adrenalina por haber golpeado a Georg le recorría el cuerpo, eso no impedía que su corazón doliera a tal
punto que quisiera arrancarlo de su pecho y lanzarlo lejos para no tener que
lidiar con ese sentimiento tan ridículo que por años había evitado. Se sentía
traicionado, usado y herido de muerte por culpa de ese chulo putas, chupa
pollas que amaba con todo su ser. Era un masoquista, eso era.
—Aquí
es señor.
Tom
le pago al taxista, bajo del auto y observo el lugar, un sitio de mala muerte
que tenía por nombre “El rincón de las ratas” demonios, había pedido cualquier
bar pero no uno tan de mala muerte. Camino hacia la entrada observándolo todo,
en el lugar había en su mayoría borrachos que ya no podían con su alma. Entro,
busco asiento en la barra y pidió una botella de tequila. El bartender resulto
ser del sexo femenino, le sirvió un trago y él lo tomo sintiendo como el
liquido pasaba por su garganta quemándolo.
—
¿Problemas amorosos? —pregunto la mujer de ojos verdes, bastante atractiva,
tenias grandes pechos y vestía como gótica. Aunque sus ojos irradiaban ternura
e inocencia, ella no pasaba de los veintiuno, igual que él.
El
pelirrubio asintió con los ojos llenándosele de lágrimas, para evitarlas cogió
la botella empinándosela.
—Déjame
adivinar, tu novia te dejo. —La mujer suspiro— sé lo que se siente.
Tom
levanto la mirada viendo a la chica que no podía tener más delineador negro en
sus ojos.
—Duele
que los hijos de puta hagan sufrir a una persona que lo dio todo por ellos. —Ella
hizo una mueca con los labios—, estoy segura de que eres un buen chico, lo
puedo ver.
El
alcohol ya estaba apoderándose de su cuerpo, en la fiesta había tomado y estaba
ebrio pero ahora si estaba al límite. Era un jodido imbécil, pedazo de enclenque
que había caído como un torpe en las redes de Georg. Ya lo sabía, él lo
entendía y aun así decidió seguir con aquello que no le estaba dejando más que
un hueco en el pecho.
Tom espero a que todo el mundo se fuera de
aquel lugar, dejo su cabeza caer sobre la barra sintiendo como su mundo giraba.
—Cariño,
¿Quieres que llame a alguien? No puedo dejar aquí así, además ya vamos a
cerrar. —dijo la mujer con el ceño fruncido inclinando su delicado rostro de
mujer cerca del rostro de Tom.
Tom
no estaba prestando mucha atención a lo que ella le decía, alzo la cabeza como
pudo y sonrió. No tenía la cabeza en su sitio eso estaba más que claro.
—Llévame
a tu casa preciosa…
***
Las
calles de Berlín estaban solas a esas horas de la noche. Georg sentía el frio
calarle los huesos y se maldecía internamente por haberse olvidado de su
chaqueta. Mientras caminaba a casa pensaba en lo que había pasado la ultima
hora, toco su labio inferior sintiendo la hinchazón del golpe que le había
propinado Tom. Su cabeza daba vueltas al asunto de Tom y su confesión.
«
“Estoy enamorado de ti”» había dicho él afectado chico rastudo enojado. Aun no
podía creer tal confesión. Desde los catorce años estaba enamorado suyo y
nunca, pero nunca se había dado cuenta de eso, joder era de admirar.
Llegando
a casa su celular sonó, era Bill, el jodido gemelo menor. ¿Qué diablos quería a
esa hora? De seguro estaba borracho por lo que decidió no contestar y entrar a
casa. Ignoro que su madre estaba en la sala con su padre porque no quería que
empezaran a preguntar por el golpe que traía en el labio. Subió las escaleras y
se encerró en su habitación quitándose la ropa (conservando los bóxers) y
lanzándose sobre su fría cama. Tom entro en sus pensamientos, era un mierda por
comportase de esa manera con la única persona que parecía quererlo de verdad
pero no tenía la culpa de que estuviera enamorado solo.
—Eres
una jodida mierda Georg, pero lo mejor es que te alejes de él. —Suspiro
cerrando sus ojos— mantenlo lejos y se acabara ese enamoramiento suyo.
Mientras
trataba de agarrar el sueño, se planteo intentar algo con él y se golpeo la
cabeza con la mano ante semejante idiotez. A él le gustaban las mujeres nada más
y Tom… bueno Tom solo era una diversión, una anécdota que le contaría a… joder
a nadie, no tenia porque sentirse mal, se lavaba las manos como poncio Pilatos.
Él se sentía a gusto con el rubio, le gustaba tirárselo y hacerlo sentir bien
pero no iba más allá de eso porque su corazón estaba en una cámara de hielo y
sentir algo por ese chico no estaba en sus planes. ¿O sí?
***
La
luz del sol iluminaba el rostro de Tom. Arrugo la frente y se tapo la cara con
las sabanas de seda que olían a rosas, tanteo con la mano un lado de la cama y
se dio cuenta de que había un cuerpo a su lado, pensó en Georg pero al subir
hasta el pecho se dio cuenta de que estaba bastante abultado como para ser de
un hombre…
—
¡Dios! —pego un salto de la cama observando a la mujer que recordaba había
visto en el bar en donde seguramente había perdido el conocimiento.
—
¿Qué pasa? ¡Dios mío me has asustado Tom! —grito la mujer de ojos verdes que permanecía
desnuda de la cintura para arriba, sus enormes pechos estaban en su lugar y Tom
tuvo que quitar la mirada de ellos, no porque le gustara, lo hacía por respeto.
—
¿Qué paso anoche? —pregunto un poco más calmado. ¡No recordaba una mierda!
Repaso el lugar con la mirada tratando de llegar a una conclusión que era
evidente. Había follado con esa chica aunque era solo hipótesis, no se sentía
como si hubiese tenido sexo.
La
muchacha suspiro tapando sus pechos con la sabana, sus mejillas estaban
tenuemente ruborizadas dándole un aspecto delicado y tierno. Él se sentó de
nuevo en la cama porque la chica le inspiraba un poco de confianza, además de
que él había sido brusco al levantarse y pegarle un susto de muerte.
—Anoche
al terminar mi turno en el bar te pedí que me dijeras el número de alguien para
llamarle y que fueran por ti, me daba miedo dejarte ir solo en un taxi, podía
pasarte algo malo. —Ella mordió sus rosados y delicados labios suspirando— me
dijiste que te trajera a mi casa pero te dije que no, insististe hasta que
acepte y vinimos a mi casa…
Tom
negó con la cabeza mirando hacia un punto fijo en la cama. No recordaba nada de
lo que ella estaba diciendo pero tenía que ser verdad porque no creía que ella
estuviese inventándolo.
—Cuando
llegamos me dijiste que necesitabas olvidarte de su sabor y sus labios, me
besaste y yo…—hizo una pequeña pausa, sus mejillas estaban manchadas de un
color carmín adorable. — decidí seguirte el juego porque también pase por una
decepción hace unos meses, pensé que podría ayudarte, eres muy guapo. —susurro
eso ultimo con timidez. —nunca había hecho esto, empezaste a desnudarme y yo a
ti.
Tom
alzo su mirada hacía ella observándola con detalle. Se sentía estúpido por
haber utilizado a una mujer para “olvidar” algo que no podía ser olvidado. La
cuestión era que no podía creer que se hubiese acostado con una mujer después
de tanto tiempo. Aun así el se atrevió a preguntar.
—
¿Nos acostamos? —pregunto con un tono de voz suave, no iba a ponerse en mal
plan cuando ella parecía más bien avergonzada y siendo esa la primera vez que
le sucedía.
—No,
no nos acostamos. —dijo ella con la mirada baja.
Él
respiro aliviado pero se sentía apenando con ella.
—Mencionaste
que eres gay cuando estabas besándome y te apartaste, caíste rendido a mi lado después
de eso.
Y
entonces así fue como Tom sintió que la tierra se abría bajo sus pies y se lo
tragaba. Eso era bastante bochornoso, sumándole que su cabeza estaba a punto de explotar, sentía algo atorado en
la garganta por palabras que se negaba decir y sus ojos se nublaban recordando
lo que había pasado antes de que se pusiera hasta los cuernos de alcohol y
terminara en esa situación.
—Te
estás guardando muchas cosas terribles dentro de ti.
Tom
se detuvo cuando iba a recoger su camisa, miro a la pelinegra y sus ojos se
nublaron con lagrimas que negaba quería soltar. No hacía falta mirar mucho para
darse cuenta de que estaba a punto de explotar.
—Ven
aquí.
Ella
palmeo un lado de la cama ofreciéndole un hombro en donde llorar. Tom lo pensó
un rato pero al diablo todo, él no le conocía y ella no lo conocía así que
desahogarse era lo mejor que podía hacer.
Tom
abrió su corazón con aquella extraña de la que aun ni siquiera sabía nombre, no
pasaron dos segundos para que terminara con las lagrimas cubriéndole sus mejillas,
lloraba a moco tendido en el hombro de esa mujer que estaba apenas conociendo.
Lagrimas
de años atrás, lagrimas que nunca había querido que salieran porque sabía que
por la persona que las botaba no las merecía, esas lágrimas saladas que había
guardado por tanto tiempo. Se llora porque se necesita aliviar las penas y él
nunca había querido soltar ninguna de sus penas, hasta ese momento.
***
Bill
caminaba de un lado a otro en la sala de su casa. Tom no había llegado a dormir
a la casa, su habitación permanecía intacta por lo que descarto su salida
temprano en la mañana, algo le decía que su gemelo no estaba bien y necesitaba
encontrarlo.
Gustav
estaba en la cocina tranquilizando a la preocupada madre de los gemelos
mientras que se pensaba que era lo que iban a hacer.
—Bill,
deberías llamar a Georg y preguntarle si sabe algo de Tom.
A
Bill se le prendió el bombillo, marco al celular de Georg pero no contestaba y
eso era una jodida mierda de su parte.
—No
contesta. Joder Gustav, estoy que hago un anuncio de “Se busca un chico con
rastas rubias, cachetes tiernos, ojos de borrego y delgado” pegarlo en toda la
ciudad y que me ayuden a encontrarlo. ¿Cómo es que se fue sin decirme nada?
¿Por qué? venga, estoy seguro de que algo le sucede, puedo sentirlo. —hizo un
mohín y sus ojos se llenaron de lagrimas, sí algo pasaba a su gemelo, moriría.
La
puerta de la casa se abrió y se cerró de repente, todos se quedaron quietos
hasta ver quien había entrado a la casa. Tom apareció en el campo visual de
todos, alzo la vista y su bella mirada de caramelo parecía estar extinta, Bill
se dio cuenta de ello.
—
¿Dónde estabas? Por el amor a Dios ¿Por qué no viniste a dormir? —La pelirroja
madre preocupada se acerco a su muchacho abrazándolo— ¿Estas bien? ¿Te sientes
bien?
Tom
negó— Estoy bien, solo quiero descansar.
Gustav
frunció el ceño notando lo mismo que el gemelo menor.
—Vamos
Tom, te acompaño arriba. —dijo Gustav acercándose a él.
—Mamá
te preparara algo. —Bill puso las manos en los hombros de su madre— mamita, prepárale
uno de esos té que tú haces para hacerlo sentir bien y yo se lo llevaré.
Simone
beso la frente de su hijo asegurándose nuevamente de que no tuviera algún
rasguño, una vez segura se fue con el menor de los gemelos hacia la cocina y
Gustav se dirigió con lo que quedaba de su mejor amigo.
Tom
caminaba por inercia, se sentía en el aire flotando, ajeno a todo lo que había
a su alrededor. No quería pensar, evitaba todo mal pensamiento porque sabía que
lloraría y primero estaba su orgullo, a él no le gustaba que nadie le viera
llorar, él único que lo había visto llorar era Bill y esa chica adorable que
resulto llamarse Patricia.
—
¿Qué te pasa Tom? —pregunto Gustav viendo como su amigo se lanzaba sobre su
cama como un costal.
Tom
permanecía en silencio, estaba tratando de tomar una decisión.
—
¿Es por Rafael? ¿Te hizo algo?
El
de rastas se rió, ojala hubiese sido por él. —No fue por él. ¿Cómo sabes que
estaba con él?
—Te
vi de reojo bailando con él y me alegre porque supe no estabas solo, pero te
veo tan mal que pienso fue por él.
—No
es así. —suspiro.
Bill
entro en la habitación con una bandeja en sus manos, la coloco en la mesa de
noche y se sentó al lado de su hermano.
—
¿Qué te ha pasado? Necesito que me digas. —dijo Bill.
—He
muerto, sólo soy un cuerpo sin alma. —susurro cerrando sus ojos, su corazón ya
no latía. Georg había jugado con él y no se lo perdonaría o quizás si lo haría
porque no le gustaba guardar rencor pero jamás volvería a creer en el de la
misma manera que al principio. Ese castaño de ojos hechizantes era un hijo de
puta que no cambiaría por nada ni por nadie y eso ya le quedaba más que claro.
Sufrir por amor era una jodida mierda.
oh diablos llore tanto T.T
ResponderEliminarme encanta el fic
Sube pronto Rai
Cuídate y un abrazo :D
ayyyy que triste estuvoeso por dios espero que subas pronto cuidate un beso
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