Capitulo
IX
—Cariño,
te está buscando tu amigo Bill, dice que es urgente lo que tiene que decirte
pero le he dicho que aun duermes, dijo que iba a esperarte.
La
madre de Georg estaba parada en el marco de la puerta observando la habitación
de su hijo mayor. Él estaba boca abajo con los ojos a medio abrir.
—Dile
que no estoy para nadie. —susurro entre dientes tratando de quedarse dormido de
nuevo. ¿No podían dejarlo descansar en paz? Necesitaba al menos tres horas más
de sueño para poder estar perfecto para su clase nocturna.
—
¿Podría dejarme a solas con él señora Listing? Y disculpe mi atrevimiento de
subir así a la habitación de su hijo pero lo que tengo que decirle es
importante.
Georg
abrió los ojos de par en par pero no se movió, siguió boca abajo con la cobija
cubriéndole la cara.
—No
te preocupes, si es tan urgente y no puede esperar te dejo con mi hijo. Estas
en tu casa.
Karla
salió de la habitación cerrando la puerta a su paso. Georg se removió un poco
en su cama pero no miro a Bill.
—Mírame
Georg, levántate de una buena vez, sé que estas despierto. —Bill sonaba
molesto.
A
duras penas, Georg salió de su comodidad, se sentó y miro a Bill quien tenía el
ceño fruncido y se notaba bastante enojado. A saber porqué.
—Debes
tener algo muy importante que decir para despertarme a esta hora. ¿A quién
embarazaste? —pregunto en tono de broma y a la vez molesto, odiaba que lo
despertaran.
Bill
puso los brazos en jarra colocándose frente a él. El castaño seguía sin
comprender esa actitud extraña de su amigo, nunca se había comportado así.
—
¿Vas a hablar o qué? es muy mierda de tu parte haber venido hasta mi casa a
despertarme y no decirme nada.
El
pelinegro cogió una silla y se sentó, quedaron frente a frente.
—
¿Por qué le hiciste eso a mi hermano? —Soltó de repente.
Georg
se paralizo. Jodido sea Tom, le había contado a Bill y eso no era bueno.
—
¿Hacerle qué? no hice nada. —negarlo todo, sí. Su palabra contra la de Tom.
—No
seas descarado.
Bill
era del tipo de persona que perdía la paciencia cuando no le contestaban con la
verdad y como quería. Coloco una mano en el cuello de Georg, acercando su
rostro hasta casi tocarse los labios.
—Eres
un maldito Georg, de todos los hombres del mundo; ¡Tenias que elegir a mi
hermano! —Grito— ¡Tenias que herirlo de esa forma!
Georg
no podía decir nada. Estaba en shock porque jamás había recibido una descarga
de rabia de Bill hacía él. Era entendible, había jodido a lo que más quería en
la tierra, su gemelo.
—Cálmate,
puedo explicarlo. —susurro. Bill empezaba a apretarle el cuello tan fuerte que
le costaba respirar.
—
¡¿Qué me vas a explicar?! —grito apartándose. — Le dijiste a mi hermano que lo
querías, él estaba enamorado de ti Georg. ¡Enamorado! Y eso es raro en él.
—
¿Te lo ha contado? —El corazón de Georg comenzaba a latir extraño. ¿Qué era
eso? ¿Culpabilidad? No era su jodida culpa que el pendejo se enamorara. —No es
mi culpa que tu hermano se enamorara de mí. —suspiro calmado sobando su cuello,
debía tener marcas de la mano del menor.
El
pelinegro estallo contra él. Georg freno el cuerpo de Bill con los pies,
lanzándolo contra la biblioteca y provocando que todos los libros cayeran al
suelo. El aludido no se quedo donde había caído, se levanto y corrió hasta el
castaño esta vez lanzando un golpe directo al ojo. Los dos empezaron a
forcejear hasta que fue Georg quien quedo debajo de Bill, él aprovecho para
asestarle un golpe en la mandíbula. ¡Eso había dolido!
—
¡Esto es por joder a mi hermano! —Bill bajo de encima de él y limpio su labio
inferior que sangraba— Te advierto algo Georg, tú te acercas nuevamente a mi
hermano y te juro por Dios y mi madre que no veras la luz del día de nuevo. ¡¿Me
entiendes?! —grito.
La
madre de Georg entro a la habitación asustada por los gritos, al ver a su hijo
con el rostro manchado de sangre grito. Bill abandono la habitación y Georg
permaneció en silencio acostado sobre la cama. No le dolían los golpes, le dolía
la enemistad que se había creado con Bill y tampoco era sólo eso… le dolía (y
no se explicaba porqué) que Tom estuviese sufriendo por él. Merecidos tenía
cada uno de los golpes que Bill le propino.
***
Lluvia,
eso era lo que Tom diagnosticaba para ese día. Eran alrededor de las diez de la
mañana y él estaba sentado en una de las mesas más apartadas de la cafetería de
la universidad. No quería escuchar el bullicio de personas hablando, parejitas
besándose y sus amigos queriendo “ayudarlo” con su problema. Lo que menos
deseaba era la compasión de los demás.
Dos
semanas. Una y media, llorando como un imbécil y la otra estudiando como nunca
antes para tratar de distraer su mente de todo lo que había pasado los últimos
días. La primera semana había esperado atento a que sonara su celular y fuera
Georg quien pidiera disculpas, eso no había sucedido y no sucedería nunca. Bill
decía que las cosas mejorarían y él sólo sonreía diciéndose a sí mismo que su
gemelo tenía razón. De eso no podía morirse.
Tal
vez su peor error fue dejarse llevar por los sentimientos y pensar más con el
corazón que con la cabeza. Las cosas iban demasiado rápido y debió imaginarse
que sucedería algo tarde que temprano porque con Georg todo era así. No lo
había visto en dos semanas y eso lo agradecía, aunque le preocupaba saber cómo
estaba. Pero no, no iba a preguntar a nadie por él.
Se
había encontrado con la dulce muchacha del bar unas dos veces en las últimas dos semanas y gracias a las
ocurrencias de esa chiquilla —que en realidad tenía diecinueve años y
aparentaba más—, lograba sentirse un poco mejor. Tal vez su otro peor error fue
contárselo a su hermano y a Gustav, ellos dos ahora odiaban a Georg con todas
sus fuerzas y le parecía estúpido porque él no podía odiarlo, y no era porque
lo amara; era porque odiar a alguien no te hace bien, envenenas tu alma y te amargas.
Él no podía ser así. Odiaba que sus amigos trataran de animarlo llevándolo a
algunos lugares para distraerse cuando lo único que él deseaba era estar
acostado en su cama leyendo algún libro de biología o química. Trataban de
ayudar pero lo único que conseguían era irritarlo a tal punto que terminaba
contestándoles mal y mandándolos a la mierda.
—Un
euro por tus pensamientos.
Tom
levanto la mirada y se encontró con dos ojos celestes que lo miraban con
ternura. Rafael se sentó en la mesa sin ser invitado. Ellos no se veían desde
la fiesta.
—Quiero
pedirte una disculpa Tom. —dijo sin dejar de mirar al chico de rastas que
estaba cerrando su libro para levantarse e irse. — Admito tener toda la culpa,
estaba borracho y sé que no es excusa pero yo no me pude contener, he de
admitir que siempre me atrajo tu forma tan encantadora de ser y por eso ese día
el alcohol saco a la luz lo que yo quería hacer contigo desde hace tiempo.
Tom
alzo la ceja. ¿Quería follarselo? Porque eso era lo que estaba dándole a
entender.
—
¿Querías follarme? —susurro para no ser escuchado por nadie más que Rafael— Jo,
tío, eres imbécil ¿no?
El
de los ojos celestes suspiro tomando la mano de Tom. Él le esquivo. — No.
Quiero decir; yo quería intimar contigo pero no de aquella manera, me explico; quería
que tú estuvieras de acuerdo pero yo estaba muy borracho, jamás había estado
así.
Tom
vio sinceridad en esos penetrantes ojos que lo miraban con arrepentimiento.
—Eres
atractivo, me gustas Tom, por eso he venido a pedirte una disculpa.
El
joven rubio alzo las cejas con sorpresa, no se esperaba aquella confesión.
Pensó en Georg e inmediatamente decidió cortar el toro por los cuernos, no
podía tener nada con Rafael porque amaba todavía a un imbécil que de seguro
andaba feliz por la vida picando en cada flor que se le aparecía en el camino.
—Yo
te perdono Rafael pero no me digas estas cosas. Te gusto, está bien pero no voy
a corresponderte jamás. Primero porque no me gustas aunque pienso que eres
atractivo y segundo porque no tolero tu comportamiento de ese día,
independientemente de todo lo que hayamos tomado y esas cosas, odio un hombre
así. —Se levanto y añadió— búscate a alguien que sea como tú, lo necesitas.
Dichas
esas palabras, Tom desapareció entre el
gentío universitario del que había huido desde temprano. No se sentía preparado
para tener una relación con nadie y así estaría por mucho tiempo.
***
Una
semana después.
Gloriosas
vacaciones de verano, por fin habían llegado.
Tom recogía su libreta y respiraba con
tranquilidad por haber ya culminado el semestre con buenas calificaciones. Después
de leer los libros de autoayuda de Paulo Coelho —y solo porque Patricia había
insistido en que leyera sobre el escritor brasileño— se
sentía mucho mejor y disfrutaba de sus días sin pensar en eso que le había
hecho daño.
—
¿Dónde está Bill? —pregunto Gustav entrando al salón de clases donde Tom aun
estaba guardando sus cosas en su mochila.
—Debe
estar con alguna de sus amigas o qué se yo. Me dijo que tú pasarías por
nosotros hoy y creo que solo nos iremos tú y yo. —Suspiro— no sé qué pasa con
Bill, lo he notado extraño ¿Te ha contado algo?
Gustav
frunció los labios y negó con la cabeza. —No, no me ha dicho nada pero pienso
que es por una chica.
Tom
alzo la ceja. — ¿Una chica?
—Sí,
¿Sabes quién es Raven?
—No,
no sé. —el rubio estaba más confundido que al principio.
—Bueno,
ella estudia Bioquímica y tu gemelo se la pasa detrás de ella tratando de
conquistarla, ella no es fácil. No es de esas con las que él se relaciona y
supongo que lo difícil hace que se frustre. Terminará enamorándose yo que te lo
digo.
Tom
sonrió imaginando a Bill enamorado, quizás fuera buena idea y esperaba que su
hermano no fuera tan cabezota y lastimara a la chica o terminara lastimado él
mismo por ser tan… él. Quizás sería mejor tener una conversación con él sobre
eso mas tarde.
Gustav
y él caminaban por el pasillo del área de ciencias de la universidad cuando de
repente su amigo recordó que había olvidado algo importante en su salón de
clases.
—
¡Rayos! Debo ir a buscar algo en mi salón Tom.
—
¡¿Qué?! —exclamo. Gustav estudiaba administración y eso estaba del otro lado
del campus, ¡Joder! No quería esperar, quería
regresar a casa. Jodido fuera su auto, tenía que dañarse justo el último día de
clases, cuando lo único que deseaba era correr a refugiarse en el seno de su cálida
habitación. —Tú salón de clases está del otro lado del campus ¡Te tardaras una
eternidad!
—Claro
que no. —el rubio acomodo sus gafas y sonrió palmeando el hombro de Tom. — iré
rápido, lo prometo. Aprovecha y busca a Bill, debe de estar por aquí.
Tom
suspiro resignado, tenía que esperar de igual manera a su hermano. Gustav
emprendió su camino hasta el otro lado del campus y él camino derechito hasta
la salida esperando encontrarse a su hermano en el camino. No tuvo suerte, no
había señas de que él estuviera por allí.
Al
salir hacia el campus los pequeños rayitos de sol le acariciaron el rostro, olía
a tierra mojada. El día estaba iluminado por el astro sol, algo que no sucedía
mucho en Berlín, siempre había un clima frío y a veces era castrante salir y que
pudieras morir por tanto frío. Camino hacia dentro de nuevo porque había
recordado que tenía que hablar con la profesora de plantas I y el trabajo que
había realizado con Georg.
A
medio camino observo la puerta del gimnasio abierta, se suponía debía estar
cerrada así que se acerco hasta allí como todo un curioso a ver quien estaba
allí. No había nadie.
Se
dio la vuelta negando con la cabeza y en ese momento choco con un cuerpo duro,
jadeo por el golpe. La libreta y la carpeta con hojas que tenía en las manos
salieron volando esparciéndose por todo el lugar.
—
¡Joder, ¿Qué no puedes tener cuidado?! —exclamo molesto acuclillándose para
recoger su libreta y algunas hojas que tenía a su alcance.
—Lo
siento Tom.
Esa
voz le hizo quedar paralizado, era Georg. Tardo unos segundos en reaccionar
calmado y decidió permanecer en silencio. ¿No podía terminar su día de clases
bien? ¿Tenía que encontrarse con él?
«
Dios ¿Acaso no tienes otras ochocientas mil personas que fastidiar? ¿Tengo que
ser yo?»
—Toma.
—Georg le paso las hojas que habían quedado fuera del alcance de Tom. — para la
próxima ten más cuidado.
¿Cuidado
él? Ja, sí, iba a tener cuidado pero de no toparse con él nunca más.
—Gracias.
—Dijo muy bajo apartándose de Georg y dándose la vuelta para seguir con su
camino. ¡Jesús! Sus manos y piernas temblaban de emoción, quizás por verle. Se
odiaba sólo a sí mismo por emocionarse de esa manera.
—Espera.
—sintió la mano de Georg apretarle el brazo, ese toque encendió su pecho.
Tom
no volteo a mirarlo, se quedo así, sintiendo la suavidad de la mano de Georg
sobre su antebrazo y quiso llorar, ese simple toque hacía que el frío en su
pecho se fuera, dejando una sensación cálida en su interior.
«
¡No, Tom! no puedes permitir que te
domine el sentimiento, apártate y vete.» pensó, sus emociones tenían una pelea
interna con su razonamiento lógico.
—Quiero
hablar contigo por favor. ¿Me lo permites?
El
aludido se dio la vuelta para quedar cara a cara con el individuo. ¿Para qué
quería hablar con él si ya había dicho demasiado? Negó con la cabeza soltándose
de su agarre.
—
¿Para qué quieres que hablemos? Todo entre nosotros quedo dicho y yo no quiero
escuchar más de lo mismo. Además si lo que quieres es pedirme disculpas las
acepto pero creo que el tiempo de espera caduco. Y si vienes a burlarte porque
me enamoré de ti, mejor devuélvete por donde viniste.
Georg
se veía extraño, mal, dolido, enfermo y eso le preocupaba mucho.
—Quiero
pedirte disculpas y hablar contigo en serio. No vengo a burlarme, no tengo
porqué hacerlo. —Sus ojos reflejaban al Georg que había conocido cuando sólo
eran chavales. Ese que cuando estaba equivocado lo aceptaba y asumía las consecuencias.
—Ya
te dije que las acepto. —su voz se quebró un poco, quería llorar de verdad.
Verlo de esa manera le rompía el alma, al mismo tiempo le molestaba porque, o
era un gran actor o de verdad estaba arrepentido.
Georg
levanto la mano dejándola reposar en la mejilla de Tom. Él se quedo sorprendido
y fue cuando dejo de respirar. « ¡Vete, no dejes que te toque, no caigas!» se
gritaba a si mismo pero él no podía moverse.
—Perdóname.
El
alma de Tom regreso a su cuerpo haciéndolo estremecerse.
Gracias por sus comentarios. :)