lunes, 28 de octubre de 2013

Fic "Te he echado de menos" TORG Capitulo IX



Capitulo IX

—Cariño, te está buscando tu amigo Bill, dice que es urgente lo que tiene que decirte pero le he dicho que aun duermes, dijo que iba a esperarte.
La madre de Georg estaba parada en el marco de la puerta observando la habitación de su hijo mayor. Él estaba boca abajo con los ojos a medio abrir.
—Dile que no estoy para nadie. —susurro entre dientes tratando de quedarse dormido de nuevo. ¿No podían dejarlo descansar en paz? Necesitaba al menos tres horas más de sueño para poder estar perfecto para su clase nocturna.
— ¿Podría dejarme a solas con él señora Listing? Y disculpe mi atrevimiento de subir así a la habitación de su hijo pero lo que tengo que decirle es importante.
Georg abrió los ojos de par en par pero no se movió, siguió boca abajo con la cobija cubriéndole la cara.
—No te preocupes, si es tan urgente y no puede esperar te dejo con mi hijo. Estas en tu casa.
Karla salió de la habitación cerrando la puerta a su paso. Georg se removió un poco en su cama pero no miro a Bill.
—Mírame Georg, levántate de una buena vez, sé que estas despierto. —Bill sonaba molesto.
A duras penas, Georg salió de su comodidad, se sentó y miro a Bill quien tenía el ceño fruncido y se notaba bastante enojado. A saber porqué.
—Debes tener algo muy importante que decir para despertarme a esta hora. ¿A quién embarazaste? —pregunto en tono de broma y a la vez molesto, odiaba que lo despertaran.
Bill puso los brazos en jarra colocándose frente a él. El castaño seguía sin comprender esa actitud extraña de su amigo, nunca se había comportado así.
— ¿Vas a hablar o qué? es muy mierda de tu parte haber venido hasta mi casa a despertarme y no decirme nada.
El pelinegro cogió una silla y se sentó, quedaron frente a frente.
— ¿Por qué le hiciste eso a mi hermano? —Soltó de repente.
Georg se paralizo. Jodido sea Tom, le había contado a Bill y eso no era bueno.
— ¿Hacerle qué? no hice nada. —negarlo todo, sí. Su palabra contra la de Tom.
—No seas descarado.
Bill era del tipo de persona que perdía la paciencia cuando no le contestaban con la verdad y como quería. Coloco una mano en el cuello de Georg, acercando su rostro hasta casi tocarse los labios.
—Eres un maldito Georg, de todos los hombres del mundo; ¡Tenias que elegir a mi hermano! —Grito— ¡Tenias que herirlo de esa forma!
Georg no podía decir nada. Estaba en shock porque jamás había recibido una descarga de rabia de Bill hacía él. Era entendible, había jodido a lo que más quería en la tierra, su gemelo.
—Cálmate, puedo explicarlo. —susurro. Bill empezaba a apretarle el cuello tan fuerte que le costaba respirar.
— ¡¿Qué me vas a explicar?! —grito apartándose. — Le dijiste a mi hermano que lo querías, él estaba enamorado de ti Georg. ¡Enamorado! Y eso es raro en él.
— ¿Te lo ha contado? —El corazón de Georg comenzaba a latir extraño. ¿Qué era eso? ¿Culpabilidad? No era su jodida culpa que el pendejo se enamorara. —No es mi culpa que tu hermano se enamorara de mí. —suspiro calmado sobando su cuello, debía tener marcas de la mano del menor.
El pelinegro estallo contra él. Georg freno el cuerpo de Bill con los pies, lanzándolo contra la biblioteca y provocando que todos los libros cayeran al suelo. El aludido no se quedo donde había caído, se levanto y corrió hasta el castaño esta vez lanzando un golpe directo al ojo. Los dos empezaron a forcejear hasta que fue Georg quien quedo debajo de Bill, él aprovecho para asestarle un golpe en la mandíbula. ¡Eso había dolido!
— ¡Esto es por joder a mi hermano! —Bill bajo de encima de él y limpio su labio inferior que sangraba— Te advierto algo Georg, tú te acercas nuevamente a mi hermano y te juro por Dios y mi madre que no veras la luz del día de nuevo. ¡¿Me entiendes?! —grito.
La madre de Georg entro a la habitación asustada por los gritos, al ver a su hijo con el rostro manchado de sangre grito. Bill abandono la habitación y Georg permaneció en silencio acostado sobre la cama. No le dolían los golpes, le dolía la enemistad que se había creado con Bill y tampoco era sólo eso… le dolía (y no se explicaba porqué) que Tom estuviese sufriendo por él. Merecidos tenía cada uno de los golpes que Bill le propino.
***
Lluvia, eso era lo que Tom diagnosticaba para ese día. Eran alrededor de las diez de la mañana y él estaba sentado en una de las mesas más apartadas de la cafetería de la universidad. No quería escuchar el bullicio de personas hablando, parejitas besándose y sus amigos queriendo “ayudarlo” con su problema. Lo que menos deseaba era la compasión de los demás.
Dos semanas. Una y media, llorando como un imbécil y la otra estudiando como nunca antes para tratar de distraer su mente de todo lo que había pasado los últimos días. La primera semana había esperado atento a que sonara su celular y fuera Georg quien pidiera disculpas, eso no había sucedido y no sucedería nunca. Bill decía que las cosas mejorarían y él sólo sonreía diciéndose a sí mismo que su gemelo tenía razón. De eso no podía morirse.
Tal vez su peor error fue dejarse llevar por los sentimientos y pensar más con el corazón que con la cabeza. Las cosas iban demasiado rápido y debió imaginarse que sucedería algo tarde que temprano porque con Georg todo era así. No lo había visto en dos semanas y eso lo agradecía, aunque le preocupaba saber cómo estaba. Pero no, no iba a preguntar a nadie por él.
Se había encontrado con la dulce muchacha del bar unas dos veces  en las últimas dos semanas y gracias a las ocurrencias de esa chiquilla —que en realidad tenía diecinueve años y aparentaba más—, lograba sentirse un poco mejor. Tal vez su otro peor error fue contárselo a su hermano y a Gustav, ellos dos ahora odiaban a Georg con todas sus fuerzas y le parecía estúpido porque él no podía odiarlo, y no era porque lo amara; era porque odiar a alguien no te hace bien, envenenas tu alma y te amargas. Él no podía ser así. Odiaba que sus amigos trataran de animarlo llevándolo a algunos lugares para distraerse cuando lo único que él deseaba era estar acostado en su cama leyendo algún libro de biología o química. Trataban de ayudar pero lo único que conseguían era irritarlo a tal punto que terminaba contestándoles mal y mandándolos a la mierda.
—Un euro por tus pensamientos.
Tom levanto la mirada y se encontró con dos ojos celestes que lo miraban con ternura. Rafael se sentó en la mesa sin ser invitado. Ellos no se veían desde la fiesta.
—Quiero pedirte una disculpa Tom. —dijo sin dejar de mirar al chico de rastas que estaba cerrando su libro para levantarse e irse. — Admito tener toda la culpa, estaba borracho y sé que no es excusa pero yo no me pude contener, he de admitir que siempre me atrajo tu forma tan encantadora de ser y por eso ese día el alcohol saco a la luz lo que yo quería hacer contigo desde hace tiempo.
Tom alzo la ceja. ¿Quería follarselo? Porque eso era lo que estaba dándole a entender.
— ¿Querías follarme? —susurro para no ser escuchado por nadie más que Rafael— Jo, tío, eres imbécil ¿no?
El de los ojos celestes suspiro tomando la mano de Tom. Él le esquivo. — No. Quiero decir; yo quería intimar contigo pero no de aquella manera, me explico; quería que tú estuvieras de acuerdo pero yo estaba muy borracho, jamás había estado así.
Tom vio sinceridad en esos penetrantes ojos que lo miraban con arrepentimiento.
—Eres atractivo, me gustas Tom, por eso he venido a pedirte una disculpa.
El joven rubio alzo las cejas con sorpresa, no se esperaba aquella confesión. Pensó en Georg e inmediatamente decidió cortar el toro por los cuernos, no podía tener nada con Rafael porque amaba todavía a un imbécil que de seguro andaba feliz por la vida picando en cada flor que se le aparecía en el camino.
—Yo te perdono Rafael pero no me digas estas cosas. Te gusto, está bien pero no voy a corresponderte jamás. Primero porque no me gustas aunque pienso que eres atractivo y segundo porque no tolero tu comportamiento de ese día, independientemente de todo lo que hayamos tomado y esas cosas, odio un hombre así. —Se levanto y añadió— búscate a alguien que sea como tú, lo necesitas.
Dichas esas palabras,  Tom desapareció entre el gentío universitario del que había huido desde temprano. No se sentía preparado para tener una relación con nadie y así estaría por mucho tiempo.
***
Una semana después.
Gloriosas vacaciones de verano, por fin habían llegado.
 Tom recogía su libreta y respiraba con tranquilidad por haber ya culminado el semestre con buenas calificaciones. Después de leer los libros de autoayuda de Paulo Coelho —y solo porque Patricia había insistido en que leyera sobre el escritor brasileño— se sentía mucho mejor y disfrutaba de sus días sin pensar en eso que le había hecho daño.
— ¿Dónde está Bill? —pregunto Gustav entrando al salón de clases donde Tom aun estaba guardando sus cosas en su mochila.
—Debe estar con alguna de sus amigas o qué se yo. Me dijo que tú pasarías por nosotros hoy y creo que solo nos iremos tú y yo. —Suspiro— no sé qué pasa con Bill, lo he notado extraño ¿Te ha contado algo?
Gustav frunció los labios y negó con la cabeza. —No, no me ha dicho nada pero pienso que es por una chica.
Tom alzo la ceja. — ¿Una chica?
—Sí, ¿Sabes quién es Raven?
—No, no sé. —el rubio estaba más confundido que al principio.
—Bueno, ella estudia Bioquímica y tu gemelo se la pasa detrás de ella tratando de conquistarla, ella no es fácil. No es de esas con las que él se relaciona y supongo que lo difícil hace que se frustre. Terminará enamorándose yo que te lo digo.
Tom sonrió imaginando a Bill enamorado, quizás fuera buena idea y esperaba que su hermano no fuera tan cabezota y lastimara a la chica o terminara lastimado él mismo por ser tan… él. Quizás sería mejor tener una conversación con él sobre eso mas tarde.
Gustav y él caminaban por el pasillo del área de ciencias de la universidad cuando de repente su amigo recordó que había olvidado algo importante en su salón de clases.
— ¡Rayos! Debo ir a buscar algo en mi salón Tom.
— ¡¿Qué?! —exclamo. Gustav estudiaba administración y eso estaba del otro lado del campus, ¡Joder!  No quería esperar, quería regresar a casa. Jodido fuera su auto, tenía que dañarse justo el último día de clases, cuando lo único que deseaba era correr a refugiarse en el seno de su cálida habitación. —Tú salón de clases está del otro lado del campus ¡Te tardaras una eternidad!
—Claro que no. —el rubio acomodo sus gafas y sonrió palmeando el hombro de Tom. — iré rápido, lo prometo. Aprovecha y busca a Bill, debe de estar por aquí.
Tom suspiro resignado, tenía que esperar de igual manera a su hermano. Gustav emprendió su camino hasta el otro lado del campus y él camino derechito hasta la salida esperando encontrarse a su hermano en el camino. No tuvo suerte, no había señas de que él estuviera por allí.
Al salir hacia el campus los pequeños rayitos de sol le acariciaron el rostro, olía a tierra mojada. El día estaba iluminado por el astro sol, algo que no sucedía mucho en Berlín, siempre había un clima frío y a veces era castrante salir y que pudieras morir por tanto frío. Camino hacia dentro de nuevo porque había recordado que tenía que hablar con la profesora de plantas I y el trabajo que había realizado con Georg.
A medio camino observo la puerta del gimnasio abierta, se suponía debía estar cerrada así que se acerco hasta allí como todo un curioso a ver quien estaba allí. No había nadie.
Se dio la vuelta negando con la cabeza y en ese momento choco con un cuerpo duro, jadeo por el golpe. La libreta y la carpeta con hojas que tenía en las manos salieron volando esparciéndose por todo el lugar.
— ¡Joder, ¿Qué no puedes tener cuidado?! —exclamo molesto acuclillándose para recoger su libreta y algunas hojas que tenía a su alcance.
—Lo siento Tom.
Esa voz le hizo quedar paralizado, era Georg. Tardo unos segundos en reaccionar calmado y decidió permanecer en silencio. ¿No podía terminar su día de clases bien? ¿Tenía que encontrarse con él?
« Dios ¿Acaso no tienes otras ochocientas mil personas que fastidiar? ¿Tengo que ser yo?»
—Toma. —Georg le paso las hojas que habían quedado fuera del alcance de Tom. — para la próxima ten más cuidado.
¿Cuidado él? Ja, sí, iba a tener cuidado pero de no toparse con él nunca más.
—Gracias. —Dijo muy bajo apartándose de Georg y dándose la vuelta para seguir con su camino. ¡Jesús! Sus manos y piernas temblaban de emoción, quizás por verle. Se odiaba sólo a sí mismo por emocionarse de esa manera.
—Espera. —sintió la mano de Georg apretarle el brazo, ese toque encendió su pecho.
Tom no volteo a mirarlo, se quedo así, sintiendo la suavidad de la mano de Georg sobre su antebrazo y quiso llorar, ese simple toque hacía que el frío en su pecho se fuera, dejando una sensación cálida en su interior.
« ¡No,  Tom! no puedes permitir que te domine el sentimiento, apártate y vete.» pensó, sus emociones tenían una pelea interna con su razonamiento lógico.
—Quiero hablar contigo por favor. ¿Me lo permites?
El aludido se dio la vuelta para quedar cara a cara con el individuo. ¿Para qué quería hablar con él si ya había dicho demasiado? Negó con la cabeza soltándose de su agarre.
— ¿Para qué quieres que hablemos? Todo entre nosotros quedo dicho y yo no quiero escuchar más de lo mismo. Además si lo que quieres es pedirme disculpas las acepto pero creo que el tiempo de espera caduco. Y si vienes a burlarte porque me enamoré de ti, mejor devuélvete por donde viniste.
Georg se veía extraño, mal, dolido, enfermo y eso le preocupaba mucho.
—Quiero pedirte disculpas y hablar contigo en serio. No vengo a burlarme, no tengo porqué hacerlo. —Sus ojos reflejaban al Georg que había conocido cuando sólo eran chavales. Ese que cuando estaba equivocado lo aceptaba y asumía las consecuencias.
—Ya te dije que las acepto. —su voz se quebró un poco, quería llorar de verdad. Verlo de esa manera le rompía el alma, al mismo tiempo le molestaba porque, o era un gran actor o de verdad estaba arrepentido.
Georg levanto la mano dejándola reposar en la mejilla de Tom. Él se quedo sorprendido y fue cuando dejo de respirar. « ¡Vete, no dejes que te toque, no caigas!» se gritaba a si mismo pero él no podía moverse.
—Perdóname.
El alma de Tom regreso a su cuerpo haciéndolo estremecerse.


Gracias por sus comentarios. :)

domingo, 20 de octubre de 2013

Fic "Te he echado de menos" TORG Capitulo VIII



Capítulo VIII
—Lléveme a cualquier bar que este abierto a esta hora por favor. —le dijo Tom al taxista.
La adrenalina por haber golpeado a Georg le recorría el cuerpo,  eso no impedía que su corazón doliera a tal punto que quisiera arrancarlo de su pecho y lanzarlo lejos para no tener que lidiar con ese sentimiento tan ridículo que por años había evitado. Se sentía traicionado, usado y herido de muerte por culpa de ese chulo putas, chupa pollas que amaba con todo su ser. Era un masoquista, eso era.
—Aquí es señor.
Tom le pago al taxista, bajo del auto y observo el lugar, un sitio de mala muerte que tenía por nombre “El rincón de las ratas” demonios, había pedido cualquier bar pero no uno tan de mala muerte. Camino hacia la entrada observándolo todo, en el lugar había en su mayoría borrachos que ya no podían con su alma. Entro, busco asiento en la barra y pidió una botella de tequila. El bartender resulto ser del sexo femenino, le sirvió un trago y él lo tomo sintiendo como el liquido pasaba por su garganta quemándolo.
— ¿Problemas amorosos? —pregunto la mujer de ojos verdes, bastante atractiva, tenias grandes pechos y vestía como gótica. Aunque sus ojos irradiaban ternura e inocencia, ella no pasaba de los veintiuno, igual que él.
El pelirrubio asintió con los ojos llenándosele de lágrimas, para evitarlas cogió la botella empinándosela.
—Déjame adivinar, tu novia te dejo. —La mujer suspiro— sé lo que se siente.
Tom levanto la mirada viendo a la chica que no podía tener más delineador negro en sus ojos.
—Duele que los hijos de puta hagan sufrir a una persona que lo dio todo por ellos. —Ella hizo una mueca con los labios—, estoy segura de que eres un buen chico, lo puedo ver.
El alcohol ya estaba apoderándose de su cuerpo, en la fiesta había tomado y estaba ebrio pero ahora si estaba al límite. Era un jodido imbécil, pedazo de enclenque que había caído como un torpe en las redes de Georg. Ya lo sabía, él lo entendía y aun así decidió seguir con aquello que no le estaba dejando más que un hueco en el pecho.
 Tom espero a que todo el mundo se fuera de aquel lugar, dejo su cabeza caer sobre la barra sintiendo como su mundo giraba.
—Cariño, ¿Quieres que llame a alguien? No puedo dejar aquí así, además ya vamos a cerrar. —dijo la mujer con el ceño fruncido inclinando su delicado rostro de mujer cerca del rostro de Tom.
Tom no estaba prestando mucha atención a lo que ella le decía, alzo la cabeza como pudo y sonrió. No tenía la cabeza en su sitio eso estaba más que claro.
—Llévame a tu casa preciosa…
***
Las calles de Berlín estaban solas a esas horas de la noche. Georg sentía el frio calarle los huesos y se maldecía internamente por haberse olvidado de su chaqueta. Mientras caminaba a casa pensaba en lo que había pasado la ultima hora, toco su labio inferior sintiendo la hinchazón del golpe que le había propinado Tom. Su cabeza daba vueltas al asunto de Tom y su confesión.
« “Estoy enamorado de ti”» había dicho él afectado chico rastudo enojado. Aun no podía creer tal confesión. Desde los catorce años estaba enamorado suyo y nunca, pero nunca se había dado cuenta de eso, joder era de admirar.
Llegando a casa su celular sonó, era Bill, el jodido gemelo menor. ¿Qué diablos quería a esa hora? De seguro estaba borracho por lo que decidió no contestar y entrar a casa. Ignoro que su madre estaba en la sala con su padre porque no quería que empezaran a preguntar por el golpe que traía en el labio. Subió las escaleras y se encerró en su habitación quitándose la ropa (conservando los bóxers) y lanzándose sobre su fría cama. Tom entro en sus pensamientos, era un mierda por comportase de esa manera con la única persona que parecía quererlo de verdad pero no tenía la culpa de que estuviera enamorado solo.
—Eres una jodida mierda Georg, pero lo mejor es que te alejes de él. —Suspiro cerrando sus ojos— mantenlo lejos y se acabara ese enamoramiento suyo.
Mientras trataba de agarrar el sueño, se planteo intentar algo con él y se golpeo la cabeza con la mano ante semejante idiotez. A él le gustaban las mujeres nada más y Tom… bueno Tom solo era una diversión, una anécdota que le contaría a… joder a nadie, no tenia porque sentirse mal, se lavaba las manos como poncio Pilatos. Él se sentía a gusto con el rubio, le gustaba tirárselo y hacerlo sentir bien pero no iba más allá de eso porque su corazón estaba en una cámara de hielo y sentir algo por ese chico no estaba en sus planes. ¿O sí?
***
La luz del sol iluminaba el rostro de Tom. Arrugo la frente y se tapo la cara con las sabanas de seda que olían a rosas, tanteo con la mano un lado de la cama y se dio cuenta de que había un cuerpo a su lado, pensó en Georg pero al subir hasta el pecho se dio cuenta de que estaba bastante abultado como para ser de un hombre…
— ¡Dios! —pego un salto de la cama observando a la mujer que recordaba había visto en el bar en donde seguramente había perdido el conocimiento.
— ¿Qué pasa? ¡Dios mío me has asustado Tom! —grito la mujer de ojos verdes que permanecía desnuda de la cintura para arriba, sus enormes pechos estaban en su lugar y Tom tuvo que quitar la mirada de ellos, no porque le gustara, lo hacía por respeto.
— ¿Qué paso anoche? —pregunto un poco más calmado. ¡No recordaba una mierda! Repaso el lugar con la mirada tratando de llegar a una conclusión que era evidente. Había follado con esa chica aunque era solo hipótesis, no se sentía como si hubiese tenido sexo.
La muchacha suspiro tapando sus pechos con la sabana, sus mejillas estaban tenuemente ruborizadas dándole un aspecto delicado y tierno. Él se sentó de nuevo en la cama porque la chica le inspiraba un poco de confianza, además de que él había sido brusco al levantarse y pegarle un susto de muerte.
—Anoche al terminar mi turno en el bar te pedí que me dijeras el número de alguien para llamarle y que fueran por ti, me daba miedo dejarte ir solo en un taxi, podía pasarte algo malo. —Ella mordió sus rosados y delicados labios suspirando— me dijiste que te trajera a mi casa pero te dije que no, insististe hasta que acepte y vinimos a mi casa…
Tom negó con la cabeza mirando hacia un punto fijo en la cama. No recordaba nada de lo que ella estaba diciendo pero tenía que ser verdad porque no creía que ella estuviese inventándolo.
—Cuando llegamos me dijiste que necesitabas olvidarte de su sabor y sus labios, me besaste y yo…—hizo una pequeña pausa, sus mejillas estaban manchadas de un color carmín adorable. — decidí seguirte el juego porque también pase por una decepción hace unos meses, pensé que podría ayudarte, eres muy guapo. —susurro eso ultimo con timidez. —nunca había hecho esto, empezaste a desnudarme y yo a ti.
Tom alzo su mirada hacía ella observándola con detalle. Se sentía estúpido por haber utilizado a una mujer para “olvidar” algo que no podía ser olvidado. La cuestión era que no podía creer que se hubiese acostado con una mujer después de tanto tiempo. Aun así el se atrevió a preguntar.
— ¿Nos acostamos? —pregunto con un tono de voz suave, no iba a ponerse en mal plan cuando ella parecía más bien avergonzada y siendo esa la primera vez que le sucedía.
—No, no nos acostamos. —dijo ella con la mirada baja.
Él respiro aliviado pero se sentía apenando con ella.
—Mencionaste que eres gay cuando estabas besándome y te apartaste, caíste rendido a mi lado después de eso.
Y entonces así fue como Tom sintió que la tierra se abría bajo sus pies y se lo tragaba. Eso era bastante bochornoso, sumándole que su cabeza estaba  a punto de explotar, sentía algo atorado en la garganta por palabras que se negaba decir y sus ojos se nublaban recordando lo que había pasado antes de que se pusiera hasta los cuernos de alcohol y terminara en esa situación.
—Te estás guardando muchas cosas terribles dentro de ti.
Tom se detuvo cuando iba a recoger su camisa, miro a la pelinegra y sus ojos se nublaron con lagrimas que negaba quería soltar. No hacía falta mirar mucho para darse cuenta de que estaba a punto de explotar.
—Ven aquí.
Ella palmeo un lado de la cama ofreciéndole un hombro en donde llorar. Tom lo pensó un rato pero al diablo todo, él no le conocía y ella no lo conocía así que desahogarse era lo mejor que podía hacer.
Tom abrió su corazón con aquella extraña de la que aun ni siquiera sabía nombre, no pasaron dos segundos para que terminara con las lagrimas cubriéndole sus mejillas, lloraba a moco tendido en el hombro de esa mujer que estaba apenas conociendo.
Lagrimas de años atrás, lagrimas que nunca había querido que salieran porque sabía que por la persona que las botaba no las merecía, esas lágrimas saladas que había guardado por tanto tiempo. Se llora porque se necesita aliviar las penas y él nunca había querido soltar ninguna de sus penas, hasta ese momento.
***
Bill caminaba de un lado a otro en la sala de su casa. Tom no había llegado a dormir a la casa, su habitación permanecía intacta por lo que descarto su salida temprano en la mañana, algo le decía que su gemelo no estaba bien y necesitaba encontrarlo.
Gustav estaba en la cocina tranquilizando a la preocupada madre de los gemelos mientras que se pensaba que era lo que iban a hacer.
—Bill, deberías llamar a Georg y preguntarle si sabe algo de Tom.
A Bill se le prendió el bombillo, marco al celular de Georg pero no contestaba y eso era una jodida mierda de su parte.
—No contesta. Joder Gustav, estoy que hago un anuncio de “Se busca un chico con rastas rubias, cachetes tiernos, ojos de borrego y delgado” pegarlo en toda la ciudad y que me ayuden a encontrarlo. ¿Cómo es que se fue sin decirme nada? ¿Por qué? venga, estoy seguro de que algo le sucede, puedo sentirlo. —hizo un mohín y sus ojos se llenaron de lagrimas, sí algo pasaba  a su gemelo, moriría.
La puerta de la casa se abrió y se cerró de repente, todos se quedaron quietos hasta ver quien había entrado a la casa. Tom apareció en el campo visual de todos, alzo la vista y su bella mirada de caramelo parecía estar extinta, Bill se dio cuenta de ello.
— ¿Dónde estabas? Por el amor a Dios ¿Por qué no viniste a dormir? —La pelirroja madre preocupada se acerco a su muchacho abrazándolo— ¿Estas bien? ¿Te sientes bien?
Tom negó— Estoy bien, solo quiero descansar.
Gustav frunció el ceño notando lo mismo que el gemelo menor.
—Vamos Tom, te acompaño arriba. —dijo Gustav acercándose a él.
—Mamá te preparara algo. —Bill puso las manos en los hombros de su madre— mamita, prepárale uno de esos té que tú haces para hacerlo sentir bien y yo se lo llevaré.
Simone beso la frente de su hijo asegurándose nuevamente de que no tuviera algún rasguño, una vez segura se fue con el menor de los gemelos hacia la cocina y Gustav se dirigió con lo que quedaba de su mejor amigo.
Tom caminaba por inercia, se sentía en el aire flotando, ajeno a todo lo que había a su alrededor. No quería pensar, evitaba todo mal pensamiento porque sabía que lloraría y primero estaba su orgullo, a él no le gustaba que nadie le viera llorar, él único que lo había visto llorar era Bill y esa chica adorable que resulto llamarse Patricia.
— ¿Qué te pasa Tom? —pregunto Gustav viendo como su amigo se lanzaba sobre su cama como un costal.
Tom permanecía en silencio, estaba tratando de tomar una decisión.
— ¿Es por Rafael? ¿Te hizo algo?
El de rastas se rió, ojala hubiese sido por él. —No fue por él. ¿Cómo sabes que estaba con él?
—Te vi de reojo bailando con él y me alegre porque supe no estabas solo, pero te veo tan mal que pienso fue por él.
—No es así. —suspiro.
Bill entro en la habitación con una bandeja en sus manos, la coloco en la mesa de noche y se sentó al lado de su hermano.
— ¿Qué te ha pasado? Necesito que me digas. —dijo Bill.
—He muerto, sólo soy un cuerpo sin alma. —susurro cerrando sus ojos, su corazón ya no latía. Georg había jugado con él y no se lo perdonaría o quizás si lo haría porque no le gustaba guardar rencor pero jamás volvería a creer en el de la misma manera que al principio. Ese castaño de ojos hechizantes era un hijo de puta que no cambiaría por nada ni por nadie y eso ya le quedaba más que claro. Sufrir por amor era una jodida mierda.

martes, 1 de octubre de 2013

Fic "Te he echado de menos" TORG Capitulo VII



Capítulo VII

Ya eran las doce de la noche cuando Georg decidió que ya era hora de subir con la preciosura que tenía de la mano. La chica que iba con él, estaba un poco pasada de tragos pero consciente de lo que estaba por suceder. Ella no paraba de hablar, reía y se frotaba con su cuerpo provocando que su miembro se pusiera duro y listo para la acción. Rachel —así era el nombre de la rubia que iba consigo—, se detuvo un momento para quitarse los diabólicos y altísimos tacones que llevaba puestos; aun no entendía cómo es que las  mujeres podían utilizar ese tipo de zapatos sin irse para adelante, romperse la boca o en tal caso una pierna.
—Estos zapatos me matan. —comento ella subiendo los escalones, que por su puesto también estaba lleno de chicos.
Georg observo a una parejita besándose como si no existiera un día después. Eso, no entendía porque le traía a la mente Tom. «Venga Georg, sácate de la cabeza al tipo de una buena y puta vez» se dijo a sí mismo tomando a Rachel de la cintura y besándola hasta dejarla sin respiración, gustosa ella le siguió y se volvió a restregar con el duro y trabajado cuerpo del castaño.
La habitación en la que se encontraban estaba casi vacía a excepción de la cama, las mesas de noche y las lámparas encendidas. Rachel no espero para quitarse la ropa, —y no traía mucha que quitarse— se desnudo completa sentándose en la cama de piernas abiertas mostrándole una perfecta vista de su vagina depilada al estilo brasileño. Siseando Georg se quito el pantalón, se acerco a ella y comenzó a besarla con salvajismo.
—Oh Georg… —gimió ella a su oído moviéndose de arriba abajo rozando su vagina con el miembro de Georg.
Georg bajo su bóxer y sin pedir permiso entro con fuerza dentro de la excitada mujer. Lo extraño del caso era que no había sentido nada.
— ¡Destrózame, azótame y rómpeme, no me importa, joder golpéame! —le grito ella meneando su cabeza de un lado a otro.
Las prácticas sexuales con estilo sado no le iban y ese movimiento de cabeza le estaba asustando, pero no iba a detenerse total haría lo que quisiera. Rachel no dejaba de gritar que la nalgueara así que Georg opto por ponerla en cuatro y penetrarla desde esa posición para no tener que escucharla más.
 «Sí fueras como Tom» ese pensamiento fugaz fue lo que más le asusto de todo lo que estaba sucediendo.
***
Alegre, animado, con alcohol en su sangre y ganas de bailar hasta morirse. Así estaba Tom, mientras platicaba con Rafael, no quería admitirlo, pero el hombre era chistoso y había resultado ser una buena compañía. Desde que se adentraron un poco más a la fiesta no había parado de reír de sus chistes y su manera tan malvada de buscarle los defectos a los demás y burlase, y no era que él fuera uno de los que se anduvieran burlando de los demás, pero Rafael lo decía con tanta gracia que no podía evitarlo.
— ¿Te estás divirtiendo compañero? —comento Rafael ya con varios tragos encima.
Tom estaba ebrio, apenas y sentía un poco de mareo pero estaba consciente de todo lo que pasaba a su alrededor. Asintió, sonrió y comenzó a moverse al ritmo de One (Your name) de Swedish house mafia. La música se estaba apoderando de su cuerpo y no iba a evitarla, cerró sus ojos para sentir como ella recorría sus venas y hacía de las suyas con su cuerpo. Rafael se situó detrás de él colocando sus grandes y delgadas manos en sus caderas mientras que todo mundo gritaba y les animaba a seguir bailando. El chico rastudo abrió sus ojos para observar a otras parejas de hombres bailando frente a él, dos mujeres se acercaron y se colocaron frente a él bailando de manera erótica. Por supuesto no hubo mucha reacción física en él más que seguirles el juego.
Una presión en su culo le hizo detenerse poco a poco. Rafael estaba empalmado restregándole su paquete en el trasero, eso le hizo ruborizarse y hacerse un poco para adelante; las fuertes manos de su compañero de ojos azules lo pegaron de nuevo hacía el delgado cuerpo volviendo a sentir ese paquete que estaba más que seguro el dueño querría usar con él.
— ¡Tengo que ir al baño! —le susurro-grito a Rafael para que se apartase.
El de ojos azules se aparto sin más y asintió. — ¿Te acompaño? —pregunto en el oído del chico.
Tom se lo pensó. —Puedo ir al baño yo solo.
—Sí, puedes. —afirmo él con la azulada mirada puesta en el menor. — pero aquí hay mucha gente, pueden violarte, robarte o en tal caso… matarte. —se rió y luego mordisqueo su labio inferior.
«Baboso y estúpido es este tío» pensó Tom poniendo los ojos en blanco. Sin decirle nada a su coqueto compañero camino hacia las escaleras y comenzó a subir pidiendo permiso a las parejas que estaban en ella metiéndose la lengua hasta la úvula y mas allá, no tardo mucho en darse cuenta que Rafael venía detrás de él.
—Rafael, te he dicho que puedo ir solo al baño yo…
Segundos lacónicos pasaron y los labios de Rafael estaban pegados sobre los suyos, con gesto de asco lo empujo hasta hacerlo chocar contra la pared y él se reía.
— ¡Te he dicho que no joder! —le grito provocando que algunos en el pasillo voltearan a verlo.
Rafael se despego de la pared y camino nuevamente hacía Tom apresándolo, el pelinegro lo abrazo inmovilizándole los brazos y sonrió.
—Te insinuaste y ahora no quieres acarrear con lo que provocaste.
—Hijo de puta. —Tom alzo su rodilla y le alcanzo a pegar justo en su miembro. —, a mí nunca me toques sin permiso.
Todos se murmuraban mientras Rafael estaba tirado en el piso, privado con el dolor. Tom se dio la vuelta y  se disponía a irse cuando una voz que venía de atrás le hizo detenerse.
— ¿Qué mierdas sucede aquí?
Él volvió a darse la vuelta hacia la voz y sus ojos se abrieron tan grandes como pudo al descubrir de quien era. Era Georg y estaba en bóxers, tenía los labios rojizos y las mejillas tenuemente ruborizadas por la actividad sexual seguro.
— ¿Tom? —los ojos del castaño se abrieron de par en par.
La garganta de Tom se cerró incapaz de decir alguna palabra, lo que veía era suficiente para darse cuenta de que su “novio” amante estaba follando con otra persona. Detrás de Georg, se asomo una chica que era probable tuviera la palabra “zorra” tatuada en alguna parte de su femenino cuerpo. Esas putas y perfectas curvas de mujer que él no tenía y que a Georg si le gustaban.
—Tom ven aquí.
« ¡Maldito imbécil descarado! » grito Tom en su mente observando solo a Georg. Sabía que una cosa así podía pasar cuando Georg se aburriera, pero no contaba con que pasara tan pronto y él estuviera presenciándolo así de esa manera.
Sin soltar si quiera una sola palabra el hombre lastimado corrió por el pasillo hasta llegar a las escaleras y bajo tan rápido como pudo y el último escalón lo salto cayendo de pie en el piso sin detenerse a mirar a nadie quería escapar de ese lugar. No podía respirar.
***
Georg observaba al amigo de Gustav, ese tal Rafael estaba tirado en el piso con las manos cubriéndole la entrepierna, se acuclillo y lo agarro por la camisa. Sí le había hecho algo a Tom lo mataría.
— ¿Qué le hiciste a Tom?
—Nada —susurro adolorido.
—No lo preguntaré de nuevo. ¿Qué-le-hiciste? —dijo entre dientes.
El tipejo del mal se negaba a decirlo y él bajo la mano hasta la entrepierna y golpeo de nuevo haciendo que Rafael chillara como un crio.
— ¡Lo bese, lo bese!
El castaño se levanto y le pateo el estomago. Entro a la habitación y recogió su pantalón colocándoselo, Rachel lo miraba confundida.
— ¿Por qué te vas? No hemos terminado.
—Vístete.
— ¿Por qué? —insistió ella acercándose a él para seducirlo de nuevo.
Él la esquivo y termino de colocarse el pantalón largándose de esa habitación. Se sentía una mierda por haberse acostado con esa mujer y ni siquiera entendía por qué. Bajo hasta el vestíbulo y pregunto a alguien conocido si habían visto a Tom, le dijeron que había salido por la puerta delantera y se dispuso a buscarlo, conociéndolo estaría hecho una mierda.
Tom caminaba por la acera hablando por teléfono, hacía gestos exagerados con las manos. Georg aprovecho para acercarse, tomarlo por un brazo y hacer que lo mirara a la cara. Tom bajo el celular y se soltó bruscamente.
—No quiero hablar contigo.
—Escúchame.
— ¡¿Qué voy a escuchar?! —grito Tom, estaba más afectado de lo que Georg había imaginado.
—No grites, escúchame yo…—se quedo en silencio por un momento. ¡Ni siquiera tenía una excusa para eso! —solo no debías ver eso.
—Y mi que me importa eso, a ti te van las mujeres Georg, te gustan las curvas, te gustan las tetas grandes y con pezones rosados, te gustan que tengan el culo grande. —la voz del menor se quebró ligeramente. —te gusta tener dos agujeros con los que jugar y maldición…
Georg pensó que Tom estaba equivocado, quizás las chicas fueran su fuerte pero Tom era el único hombre en la volita del mundo que lo volvía loco y con el único que se había sentido cómodo y satisfecho teniendo relaciones.
—No tienes porque ponerte así Tom, nosotros no somos nada.
Tom le fulmino con la mirada—No somos nada…
El castaño frunció el ceño ¿Acaso Tom creía que sí eran algo? ¡Mierda! Ellos solo eran amigos que follaban por placer y nada más. ¿Estaba él enamorado?
— ¿Estas enamorado de mí? —pregunto para sacarse las dudas.
Tom se rió burlo. — ¿Enamorado dices? Para nada, yo no estoy enamorado.
Georg alzo la ceja. —Te dije que no te enamoraras de mí.
— ¡Qué no lo estoy! —grito fuerte esta vez.
Georg respiro aliviado pero a la vez algo triste. —Entonces podemos seguir siendo de los amigos que follan, me gusta Tom.
El menor lo miro con la mandíbula desencajada, se puso más cerca de Georg y le atino un puñetazo en la boca tirándolo al suelo, lo agarro por la camisa y muy cerquita de sus labios grito sin importarle nada.
— ¡Estoy hasta los huevos de ti, estoy jodido y maldito! ¡Estoy enamorado de ti desde que tengo catorces años! —lo soltó.
El labio inferior de Georg sangraba, no le dio tiempo de levantarse para decir algo porque el taxi que Tom pidió estaba allí. Con una última mirada cargada de emociones negativas Tom miro a Georg y se fue. Eso era una puta y aterradora sorpresa, tenía que estar jugando. Enamorado de verdad no podía estar.