Espero les guste. ;) Para la próxima el capitulo dos y final.
Titulo: Aunque no te pueda ver.
Clasificación: NC/17
Categoría:
Slash
Género: Twc no relacionado, Universo Alterno, romance
Resumen: Scotty huye de casa y Tom como su dueño tiene que ir en busca de su amado perro. Jamás se imaginó que en esa búsqueda lo conocería a él.
Género: Twc no relacionado, Universo Alterno, romance
Resumen: Scotty huye de casa y Tom como su dueño tiene que ir en busca de su amado perro. Jamás se imaginó que en esa búsqueda lo conocería a él.
Capitulo
1
En todas las
direcciones que mirara no lo iba a encontrar. Scotty es un perro escurridizo y
esa mañana había salido como alma que se lleva el diablo tras el niño que
reparte el periódico todos los días.
Demonios ¿Dónde estaba metido ese perro?
Caminó por todo el
vecindario preguntándoles a todos los vecinos que conocían al perro, pero nadie
sabía darle una respuesta concreta.
—Te juro Scotty que
cuando yo te encuentre vas a saber lo que es un padre enojado —Dijo mientras
regresaba a casa para abrigarse un poco más.
Salió con lo primero
que encontró, por esa razón, no se extrañaba que algunos de sus vecinos le
miraran raro, sólo llevaba puesto una bata de baño que le cubría lo suficiente
para no mostrar algo por accidente, también llevaba puestas sus pantuflas
peludas de color marrón.
Estaba enojado con el
perro por escabullirse de esa manera, pero mas que molesto, estaba preocupado
por ese pedazo de carne con cuatro patas. ¿Y si algo le había pasado y no se
llegaba a enterar? La sola idea de un Scotty atropellado y muerto hizo que se
le revolviera todo por dentro.
Aun recordaba el día
que ese pequeño chico llegó a su vida.
Tenía
dieciocho años, por fin se había emancipado. Iba camino a su nuevo hogar cuando
un perro flacucho le observó desde una jaula frente a la perrera. El cachorro tenía
los ojos grandes y el cuerpo tan delgado que su corazón se encogió de dolor al
verlo.
Se
le acercó sin detenerse a escuchar la advertencia del hombre que lo había
encerrado en esa asquerosa jaula. Sin temor, abrió la puerta de metal y sacó a
esa miniatura que no podía tener más de siete meses de edad. ¿Cómo es que
alguien podía botar a semejante bolita de ternura?
—Suéltalo
chico, lo acabamos de encontrar en un basurero junto a otros tres perros que están
infectados con rabia y puede que este chiquillo tenga sarna o rabia.
Tom
hizo caso omiso mirando fijamente a los ojos del cachorrito que le veía suplicando
un poco de misericordia y segunda oportunidad para vivir.
El
de rastas lo acercó hacia su rostro detallándolo bien, era tan lindo y sentía empatía
por él. Estaba claro que lo quería, una mascota era lo que le hacía falta.
—Me
lo llevo —Dijo sin pensárselo mucho.
—
¿Estás escuchando lo que te he dicho? Puede estar enfermo —Decía el hombre
gordo con bigote mirándolo asqueado.
Tom
sonrió.
—Yo
lo cuidaré, quiero quedarme con él, lo llamaré Scotty.
El
cachorro, ahora llamado Scotty, meneó la cola mientras lamía las manos de su
ahora dueño.
El
hombre de la perrera lo llevó adentro e hizo que el veterinario lo revisara, el
perro no tenía nada, sólo desnutrición y falta de amor. Tom se sintió feliz
porque estuviera sano y salió del lugar con su nuevo mejor amigo.
El ahora castaño se
sentó en el sofá con una pequeña lágrima corriéndole por la mejilla. Necesitaba
ir por su perro y eso es lo que haría todo lo que quedaba de la mañana, la
tarde y la noche si era posible.
Scotty era un perro
inteligente y tal vez, era que sólo estaba perdido, por eso no había regresado
a casa.
***
La mañana transcurrió
rápido. De Scotty ni sus luces y eso ya comenzaba a preocuparlo muchísimo más.
¿Qué podía estar haciendo?
Mientras caminaba hacia
el parque, recibió una llamada de su mejor amigo Georg, diciéndole que se reunirían
en su casa para cenar. Según él, esa noche iría a cenar con ellos un amigo
lejano de Gustav que venía desde Leipzig de visita, y era muy especial. Pero
qué diablos le importaba eso, quería encontrar a su perro.
Él estaba a punto de
contestar cuando vio a su amado scotty siendo acariciado por un chico de
cabello negro, estaba todo vestido de negro y llevaba collares de plata.
— ¡Te llamaré después,
he encontrado a scotty! —exclamó sonriendo de pura alegría.
Su corazón latía fuerte
contra su caja torácica. Por fin encontró a su mejor amigo meneando la cola
emocionado como siempre.
No estaba herido, no
estaba medio muerto, estaba sano y a salvo.
— ¡Scotty! —gritó y el
perro volteó a ver hacia él. Meneó su cola con más fuerza pero no se movió del
sitio donde estaba el joven que lo acariciaba.
Tom no tardó mucho en
llegar a la banca para sentarse a descansar y abrazar a su pedazo de carne
perruna.
—Oh mi Scotty, pensé que
te había pasado algo, joder —besó la húmeda nariz del canino— ¿Por qué huiste
de esa manera? Creí no volvería a verte
Ignoraba quien estaba a
su lado por estar pendiente del perro. Scotty emitió un ladrido fuerte lamiéndole
la cara, eso significaba que también estaba feliz de verle.
—Tiene un perro
bastante educado —Dijo el chico a
su lado.
Tom alzó la mirada y se
sorprendió al ver el perfil del joven. Su nariz era preciosa, sus ojos estaban
cerrados, lo sabía por sus pestañas largas y tupidas. Se mordía el labio
levemente mientras se acariciaba las manos.
Por un momento scotty
pasó a estar en un segundo plano. Él chico frente a él parecía interesante. Y
hacía un montón de tiempo que no conocía a nadie que le llamara la atención tan
rápido.
—Lo he entrenado desde
muy pequeño, seguro se acercó a ti porque le caíste bien.
—Sí, creo que fue por
eso y porque tenía algodón de azúcar en mis manos, tu chico llegó y movió la
mano en la que tenía el algodón, eso me indicó que él lo quería —sonrió.
—Oh —Se rió— a él le
gusta el dulce pero no dejo que coma mucho, después se pone como loco y para
los perros eso no es bueno.
—Tengo una Golden retriever
que no le gusta para nada los dulces.
— ¿Y dónde está tu
perra? No la veo por aquí.
—Le deje en casa,
necesitaba estar en soledad.
El castaño miró a su
perro y le acarició las orejitas. En el proceso se detuvo a mirar las delicadas
manos del pelinegro. Sus uñas estaban
pintadas de negro, eran delicadas y bien cuidadas, demasiado limpias y bonitas
como para ser de hombre, eso le agradó.
— ¿Cómo te llamas? —Se
animó a preguntar primero.
—Bill ¿y tú?
—Tom —Sonrió.
Bill seguía con la
mirada fija en el horizonte, a Tom eso
comenzaba a molestarle un poco. ¿Por qué no le miraba?
— ¿Qué edad tienes?
—Diecinueve.
—Eres un jovencito, yo
tengo veinte.
—Oh claro, señor es
usted un hombre de la prehistoria —dijo en tono de burla.
—Vale, ya entendí tu
burla —frunció los labios.
Bill se rió alto.
—Es primera vez que te
veo en este parque.
—No suelo salir mucho
de casa.
—El día está muy
bonito. En realidad todos los días aquí son bonitos, a veces hace frío, a veces
hace un poco de calor pero siempre está bonito.
Él quería hacer que
Bill volteara a verlo de una vez por todas. Deseaba verlo a los ojos, quería
ver cuán hermoso era de frente. Él tenía una teoría: si veía a alguien a los
ojos y le gustaba, lo más probable era que se gustaran.
Bill suspiró bajando la
cabeza.
— ¿Puedes mirarme?
—No.
Tom frunció el ceño.
—Tengo que irme, adiós—
El pelinegro se levantó de la banca.
—Espera, ¿por qué te
vas tan rápido?
El joven se soltó de su
agarre y caminó torpemente pisando a scotty que se interponía en su camino.
El perro chilló bajito.
— ¡Oye no ves que
scotty está delante de ti! —Gritó al ver a Scotty, había sido sin querer pero
el grito se le escapó.
Bill tragó saliva y se
sonrojó por su torpeza.
—Lo siento, lo siento
—Se disculpó inclinándose un poco para buscar a Scotty con las manos.
—Te estás tropezando
con todo. ¿Estás ciego o qué? —Preguntó sonriendo por su torpeza, le gustaba
que se pusiera nervioso.
—Soy ciego.
La sonrisa se desvaneció
del rostro, tenía que haber sido una broma.
—No bromees conmigo.
— ¿Por qué tendría que
bromear con alguien que apenas conozco? —Dijo con un tono de voz bastante
molesto como para dejarlo callado por unos segundos.
Buen punto. ¿Ciego? Por la mierda, se sentía un capullo en
su máxima expresión.
—Oye discúlpame, yo no
lo sabía pero...
—No digas nada.
Bill caminó alejándose
con pasos lentos asegurándose de no tropezar con nadie. Una mujer rubia llegó
hasta él tomándole por el brazo, y al parecer regañándole.
Tom por su parte se
sentía bastante idiota. ¿Cómo podía haber jugado una broma así? Bueno pero
¿cómo iba a saber que ese chico precioso y lleno de juventud tenía esa
condición?
Quiso ir detrás de él
pero ¿para qué? Sabía que ya no lo querría ver más.
Miró a su chiquillo y
se agachó para quedar a su altura.
—Hoy ha sido un día
estresante por tu culpa, mejor volvemos a casa.
Mientras caminaba a
casa, no podía sacar al joven de su cabeza. Quería verlo de nuevo para pedirle
disculpas. Pero más allá de todo eso, quería pedirle una cita, porque era el
chico más guapo que había visto en mucho tiempo.
***
La cena en casa de
Georg era a las seis, así que comenzó a alistarse desde las cinco. En el camino
tenía que pasar por el pastel que mandó a hacer para no llegar con las manos
vacías.
El reloj marcó las
cinco y treinta minutos de la tarde. Salió de casa y se dirigió junto a su
pequeño amigo Scotty a la pastelería, recogió el pastel y tomó un taxi hasta la
casa de Georg.
Estaba ansioso por
verlos, con tanto trabajo que tenía últimamente, no tenía mucho tiempo para
compartir con ellos. Y ni siquiera para buscarse a alguien con quien pasar el
rato. Aunque detrás de eso había un “Quiero una relación estable” porque aparte
de scotty no tenía a nadie más junto a él. Sus padres estaban al otro lado del
mundo, Gustav y Georg vivían lejos también. Él necesitaba amor de pareja.
Llegando, notó que
había una perra en la entrada, olisqueando las adoradas flores de Georg. Era
una Golden retriever muy bonita. Scotty se le soltó y fue corriendo
directamente hacia ella olisqueándole el trasero.
—Perro caliente —rió.
Llegó a la puerta y
tocó el timbre. Georg salió con su siempre radiante sonrisa, se dieron un
abrazo y le entregó el pastel en sus manos.
—Es del que te gusta,
chocolate con almendras.
—Oh, me lo disfrutaré
—Sonrió dirigiendo su mirada a los caninos que hacían de las suyas en la grama.
La perrita daba vueltas mientras scotty jugueteaba encima de ella— al parecer
mi querido Tom, tu perro es un caliente. Tiene más actividad que tú.
Tom se carcajeó
ignorando el último comentario.
—Sólo espero que no me
vaya a hacer abuelo tan rápido. Soy demasiado joven.
—Tranquilo, no creo que
Bill permita que nadie embarace Cleopatra, es su ayuda.
¿Bill? Ese nombre lo
asoció con el del chico del parque. ¿Qué posibilidad había de que fuera el
mismo?
Se rió de sí mismo, no
había ninguna. Esas cosas pasan sólo en las novelas.
Entraron a la casa
junto con los perros y se dirigieron a la sala en donde estaba Gustav con una
mujer rubia muy bonita. Tom la había visto en algún lugar pero no recordaba
dónde.
—Te presento a Noelia
—Dijo Gustav levantándose de su asiento.
Noelia se levantó y se
acercó para darle la mano.
—Mucho gusto.
Claro, él sabía quién
era. Ella es la rubia que ayudó a Bill en el parque.
—Voy por Bill.
—Voy contigo —Tom se
sintió entusiasmado.
Noelia, Gustav y Georg
le miraron con extrañeza. Tom no le tomó importancia, se fue junto a Georg y Cleopatra
al jardín, en donde Bill estaba sentado en un columpio con los ojos cerrados.
Se veía más hermoso que
cuando lo había visto por primera vez en el parque. Llevaba puesto un suéter
negro de lana, pantalón blanco y zapatillas negras, su cabello bailaba con el
viento y sus bellos labios estaban entreabiertos. Era algo parecido a un
querubín de cabellos negros.
— ¿Me dejas llegar a mi
solo? —Miró a Georg.
Su mejor amigo frunció
el ceño.
—No se conocen, y no
creo que le agrade, él es un poco tímido, no habla con todo el mundo.
Tom se rió un poco.
Cuando le conoció no le pareció tímido.
—Conmigo si lo hará.
— ¿Qué te hace pensar
qué así será?
—Sólo déjame y vete.
¿Vale?
Georg pensó que era
extraño pero los dejó solos.
Cleopatra corrió hacia
su dueño y se plantó frente a él meneando la cola.
—Hola mi niña —Dijo
Bill sin siquiera abrir los ojos. Movió sus manos en el aire hasta dar con la
cabeza peluda y rubia de su chica— ¿viniste a avisarme qué es hora de cenar?
La perra emitió un
ladrido afirmativo.
Tom sonrió mirando la
bonita escena y se terminó de acercar.
—Nos volvemos a
encontrar.
El pelinegro abrió sus
ojos mostrándose bastante sorprendido.
Tom también se sorprendió
al ver que los ojos del pelinegro eran azul cielo.
— ¿Tom? —preguntó.
—Soy yo —Se sentó en el
columpio de al lado.
— ¿Qué haces aquí?
—Georg es mi mejor
amigo. Y creo que tú eres ese amigo de Leipzig que me comentó esta tarde, justo
en el momento en que te vi con mi perro —Sonrió sin dejar de mirar su bello
rostro.
Un ligero rubor se
instaló en sus delgadas mejillas.
—Quiero pedirte
disculpas por haber sido tan desconsiderado contigo, pero es que yo no...
Bill no le permitió
seguir. Levantó una mano para hacerlo callar.
—No digas nada, no
había manera que lo supieras. —suspiró.
—De todas maneras, me
he sentido mal y he deseado poder pedirte disculpas de nuevo, heme aquí.
Bill sonrió sacando sus
gafas de sol para ocultar sus ojos, se los colocó.
—El mundo es muy
pequeño.
—Mucho la verdad.
Él asintió. Tom de
repente se había quedado mudo, estaba mirándolo, deleitándose con la hermosura
de su fino rostro. ¿Acaso podía existir alguien más bello? Las gafas de sol
estaban demás, a él no le importaba como tuviera los ojos. Para él era bello
sin ellos.
— ¿Estás ahí? —preguntó
preocupado.
—Aquí estoy.
—Pensé que te habías
ido.
—No tengo porqué irme.
Bill divagó un rato
mientras que Tom lo miraba atento. El joven movía sus manos con nerviosismo,
tal vez intentando hacer una pregunta.
—Tom...
— ¿Sí?
—Me permites tocar tu
rostro.
Sonrió. Iba a ser un
gusto para él ser tocado por sus delicadas manos.
—Sí —Se levantó y
colocó en frente suyo— estoy delante de ti.
—Gracias —susurró
ruborizado.
Tom no entendía que iba
a hacer pero lo que fuera, lo quería.
Bill alzó sus manos en
busca de su rostro. Él le ayudó llevando las manos de él a su cara, eran
suaves.
El pelinegro suspiró
colocando sus manos en las mejillas del joven, sintiendo un cosquilleo en sus manos,
producto de su barba. Con delicadeza palpó cada una de sus facciones y sonrió
al darse cuenta que Tom tenía un rostro perfecto. Labios carnosos, nariz
respingona, mejillas delgadas y ojos pequeños.
— ¿Por qué haces esto?
—Preguntó Tom curioso. La sensación que le provocó tener las manos de Bill en
sus mejillas era gratificante.
—No puedo verte y
quiero saber cómo eres, yo pasé mucho
tiempo perfeccionando mi habilidad para saber cómo es una persona y puedo saber
un poco de ellos tocando los rostros. Me gustas —Soltó con una media sonrisa dibujada en sus labios
rosados.
Tom se ruborizó. Las
manos de Bill aún seguían sobre sus calientes mejillas.
—Y deduzco que por lo
calientes que están tus mejillas, estás ruborizado.
—Un poco —Agarró las manos
de Bill apartándolas de su rostro y dejándolas sobre su regazo.
—Sí es por ese “me
gusta” que he dicho, no te preocupes, no ha sido en plan de “enamoramiento” me
gusta la forma de tu nariz y tus ojos, tienes un rostro casi perfecto. Aunque
no lo pueda ver, sé que eres hermoso.
Al parecer Bill sabía cómo
hacer que se ruborizara por completo.
— ¡Los estamos
esperando, apúrense! —Gritó Gustav desde la puerta que comunicaba la cocina con
el jardín trasero.
Tom sonrió levantándose.
Cleopatra corrió hacia la casa y fue él quien ayudó a Bill a caminar hacia
adentro.
Durante la cena, lo único
de lo que estaba pendiente era de todos los gráciles movimientos que Bill ejercía.
Eran delicados, bonitos y dignos de una persona con modales de la realeza.
Él era como un imán. Le
atraía de una manera que no comprendía, ni siquiera le importaba que no pudiera
verle, aunque admitía que lamentaba el hecho de que una persona tan bella, y
por lo visto tan alegre, no pudiera ver lo maravilloso que era el mundo que le rodeaba.